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La guerra mundial por el petróleo y el gas natural (I)

Publie le Miércoles 29 de diciembre de 2004 par Open-Publishing

Por Adán Salgado Andrade*

En pleno siglo XXI, nuestra dependencia de los combustibles fósiles para satisfacer las crecientes necesidades energéticas es casi total y justifica plenamente la escalada militar de naciones como Estados Unidos, quien así busca asegurarse el control de las reservas petroleras y gasíferas.

Resulta irónico que en plena era digital, con redes de Internet por todo el mundo, haciendo maravillas dentro del espacio virtual (efectos especiales cinematográficos, sofisticados softwares, cable óptico, banda ancha), bombas inteligentes, naves no tripuladas a Marte?? en varios aspectos tecnológicos, todavía la humanidad aún se valga de viejas invenciones para que pueda continuar su avance hacia el futuro.

Una de ellas es el motor de combustión interna, ideado allá por 1884, o sea, hace 120 años. Su funcionamiento básico consiste de cilindros, contenidos en una cámara, en la que una mezcla de aire y combustible, encendida por una chispa eléctrica, explota, impulsando a los cilindros, lo cual genera un movimiento que se traslada, mediante mecanismos transmisores, al eje motriz del automóvil.

Ese es, básicamente, el principio, el cual, con algunas mejoras, se sigue aplicando. Y desde entonces, las fuentes energéticas han sido dos derivados del petróleo: el diesel y, sobre todo, la gasolina. Así, actualmente, del petróleo se extrae el 95% de los combustibles para transportación (además del diesel y la gasolina, el keroseno, el combustóleo, la turbocina, entre otros). Pero, además, proporciona el 40% de los requerimientos energéticos mundiales, es materia prima en miles de productos industriales (plásticos, telas, ácidos??) y es indispensable en la producción alimentaria (por ejemplo, con él se elaboran fertilizantes y otros agroquímicos).

Podrá comprenderse, entonces, lo importante que resulta su control, especialmente por el conjunto de países más industrializados, como veremos.

Glotonería petrolera

De la producción mundial, actualmente cercana a los 72 millones de barriles diarios (mbd), tan sólo EU consume el 31.3% (22.5 mbd), Europa le sigue, con 19.3% (13.9 mbd) y en tercer lugar, Japón, que requiere el 6.9% (5 mbd) es decir, estas regiones se engullen el 57.5% (41.4 mbd) del petróleo extraído todos los días, más de la mitad, debido, por un lado, a su evidente industrialización, mayor a la del resto del mundo, sus mayores gastos energéticos (aire acondicionado generalizado en verano y calefacción en invierno) y, además, a su mayor concentración de automotores, casi el 75% de los aproximadamente 650 millones de vehículos que circulan por caminos y carreteras del mundo, o sea, unos 487 millones de contaminantes máquinas rodantes (las que, por cierto, son responsables del 80% de la contaminación atmosférica).

Otro país que por sí solo está aumentando considerablemente su consumo de crudo es China, considerada como la futura potencia económica del siglo XXI.

China consume el 6.9%, es decir, 5 mbd de petróleo, debido a su creciente actividad industrial. El resto del consumo se reparte como sigue: Australia: 1.08%, Corea del sur: 2.98%; América latina: 5.9%; Antigua Unión Soviética: 4.9%; Países asiáticos: 10.1%, Medio oeste: 6.6%; Otros: 4.3%.

Y la tendencia es a seguir empleando intensiva y extensivamente al petróleo hasta que se acabe, confiada la humanidad en que aún quedan muchas reservas, algo que se está poniendo en duda.

Petróleo baratísimo

El hecho de que se siga dependiendo tanto del petróleo, con el consecuente altísimo consumo actual, se debió, sobre todo, a la estrategia de abaratamiento que se estableció, justamente, entre Europa y EU, después del histórico embargo petrolero de mediados de los setentas, gracias al cual, los países productores lograron elevar, en esa época hasta los $38 dólares el precio del barril.

Los países industrializados, como respuesta, buscaron formas de producción más eficientes, con maquinaria ahorradora de energía eléctrica y la incorporación de algunas fuentes alternativas energéticas, como la solar y la eólica, así como medios de transporte más económicos, logrando producir 10 años después del embargo el doble de productos industriales empleando 40% menos petróleo. Así, las compras disminuyeron y con ellas, los ingresos de los productores, quienes para compensar la brutal reducción, comenzaron a vender más petróleo, inundando en pocos meses el mercado, el cual se saturó, con la consecuente disminución en los precios, bajando el crudo casi a niveles incosteables de $9 dólares o menos por barril. Incluso, este precio llevó a la quiebra a varias empresas estadounidenses en esos años, mediados de los ochentas, incapaces de obtener utilidades con un valor tan reducido.

Sin embargo, una vez lograda la meta de abaratar el petróleo, hubo una especie de retroceso de las países industrializados quienes, nostálgicos, felices del regreso a los viejos tiempos del crudo barato, se desinteresaron por el desarrollo de métodos eficientes de producción, ahorradores de energía, así como del desarrollo de energías alternativas (solar, eólica, oleaje, geotérmica).

De nuevo, se dio paso al derroche. Así, los motores de los autos volvieron al poderoso V-8, en lugar de los lentos cuatro cilindros y surgieron, sobre todo en EU, los imponentes SUVTs (vehículo utilitario deportivo, como los mal afamados Explorer, los cuales sufren frecuentes volcaduras), glotones de gasolina. Pero, además, se generalizó aún más la cultura del desperdicio y, actualmente, una buena parte de lo fabricado es desechable o posee una vida útil muy corta, manufacturado con derivados del crudo, como plásticos, incrementando su uso como base industrial (por ejemplo, los envases de la mayoría de los alimentos son de plástico y son desechables, así como el 60% de los componentes de un auto).

Esto, acompañado del boom económico de fines de los noventas, elevó considerablemente el consumo de crudo, con lo que el círculo económico en donde el incremento de la demanda genera el consecuente incremento de los precios, se repitió. Poco a poco, nuevamente, los precios comenzaron a recuperarse, manteniéndose durante algún tiempo en los $18 dólares por barril.

Leer la segunda parte


* Adán Salgado Andrade es economista mexicano y profesor de la UNAM.