Portada del sitio > ¡Sí! Me declaro culpable

¡Sí! Me declaro culpable

Publie le Domingo 20 de febrero de 2005 par Open-Publishing

Por Gloria Gaitán

Carta dirigida a la Procuraduría General de la Nación, como respuesta a una apertura de indagación preliminar por presunta falta disciplinaria, al haber dispuesto las tumbas de Jorge Eliécer Gaitán, su madre y abuela paterna, en las instalaciones de la Casa- Museo del Instituto Jorge Eliécer, declaradas Monumento Nacional, hoy en proceso de liquidación decretado por el gobierno de Alvaro Uribe Vélez.

Bogotá, enero 15 de 2005

Señor Doctor
EDGARDO JOSÉ MAYA VILLAZÓN
Procurador General de la Nación

Copia:
LAURA GUIOMAR ECHEVERRI GARZÓN
Procuradora Segunda Delegada para la Vigilancia Administrativa
La Ciudad

Ref.: Expediente 014-114661-04

Señor Procurador,

La entidad fiscalizadora bajo su mando ha determinado “la procedencia” de la apertura de indagación sobre mi horrenda conducta al permitir que mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, fuera sembrado - y no enterrado, por ser semilla y no cadáver - en los predios que fueron expropiados para rodear la Casa-Museo de un complejo arquitectónico con el objetivo de forjar una cultura participativa, meta esencial de la lucha de mi padre.

No necesitan sus acuciosos subalternos adelantar ninguna investigación. Desde ya ME DECLARO CULPABLE.

 Culpable soy, y así lo confieso, de haberle pedido al Presidente Virgilio Barco que mi padre no siguiera embalsamado y enterrado en la sala de nuestra casa, a fin de que su cuerpo, sembrado en la tierra, alimentara plantas y ramajes para nuestro deleite y alegría.

 Culpable soy, y lo declaro abiertamente, de haber aceptado que el Presidente Virgilio Barco, personalmente, llevara el cortejo fúnebre hasta el Patio de la Tierra y colocara el cuerpo de mi padre, de piés, mirando hacia San Pedro Alejandrino, envuelto en banderas de todos los países de Nuestramérica.

 Soy plenamente culpable de haber aceptado que el Ejército Nacional, bajo la comandancia del General Guerrero Paz, hubiera transportado tierra de todos los municipios de Colombia para que la lápida de mi padre fuera Colombia entera y el agua que la regara fuera traída de los dos océanos que nos bañan, el Pacífico y el Atántico, mezclada con agua del Canal de Panamá y del Río Amazonas.

 Culpable en materia grave me declaro por haber acordado con el Presidente Barco que transladáramos el cuerpo de doña Manuela Ayala de Gaitán, el gran amor de su vida, de quien dijo con ocasión de su discurso de posesión como Ministro de Educación:

“Y si algo me faltara, allí está LO PRIMERO, la dulce maestra de escuela, hoy peregrina de la eternidad, quien con su ejemplo me enseñó que en el camino del bien lo imposible no es sino lo difícil mirado por ojos donde no ha nacido la fé y ha muerto la esperanza”.

 Culpable soy de intuir que nada le habría gustado más a mi padre que descansar eternamente al lado de los restos de su madre.

 Culpable soy, mil veces culpable, por haber aceptado emocionada que mi madre fuera trasladada al pie de la tumba de mi padre. Es el sitio que merece esa mujer extraordinaria que fue para Jorge Eliécer Gaitán lo que Manuelita Sáenz para Simón Bolívar.

 Culpable me declaro con orgullo de ser heredera de esas tres personalidades de nuestra historia, ejemplo de entereza de carácter, de honestidad, de capacidad de lucha, que jamás se plegaron al infortunio que les significó luchar contra las oligarquías colombianas, los burócratas cortesanos y los ambiciosos personales.

 Orgullosa estoy de que por mis venas corra la sangre de esas tres figuras de nuestra historia y lo conmino a Ud. y a sus subalternos a que me condenen de inmediato y a que me señalen, como dice el indecoroso oficio expedido por la Procuraduría, por convertir un monumento nacional en mausoleo familiar de mis parientes (el pleonasmo no es mío, es de sus subalternos).

Las cartas que aquí anexo, al Presidente de la República y al Ministro del Interior y de Justicia, son los únicos documentos que allegaré a su despacho.

Condéneme, entonces, por convertir a mi padre en semilla ejemplar para la juventud de América.

Condéneme por demostrar que una madre, como lo fue mi abuela, puede ser faro en la lucha de un hijo.

Condéneme por honrar la memoria de doña Manuela Ayala Beltrán, quien lleva el nombre de Manuela para honrar a su parienta por línea materna. Mi abuela fue digna heredera de Manuela Beltrán y maestra no solo en vida de sus alumnos de escuela, sino maestra y ejemplo para todas las colombianas en el presente y el futuro.

Condéneme ya, Señor Procurador, será la mejor condecoración que jamás me haya otorgado la vida. De Ud., atentamente,

GLORIA GAITÁN JARAMILLO
c.c. 20’144.757 de Bogotá