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La biblioteca de Dante

Publie le Domingo 27 de febrero de 2005 par Open-Publishing
1 comentario

(Una entrevista imaginaria con Jorge Luis Borges).


Por William Ospina





Entrevistador: Borges, usted acaba de escribir un poema sobre la
irónica coincidencia de que al perder la vista, haya sido nombrado
director de la Biblioteca Nacional.

Borges: Sí, pero sería injusto
decir que la ceguera me haya sorprendido. He estado preparándome para
ella desde mi adolescencia, porque mi abuela fue ciega, mi padre fue
ciego, así que la ceguera forma parte de mi herencia familiar.

E: En
ese poema habla de la ceguera y de la biblioteca como si ambos fueran
dones, como si uno debiera agradecer no sólo por los hechos afortunados
sino por las desgracias.

B: Yo más bien diría que nunca sabemos si lo
que nos dan es un hecho afortunado o una desgracia. Sobre ese tema
escribí también un poema donde hablo de la suerte de Cervantes. La
suerte de Cervantes, como la de todos los hombres, estuvo presidida por
estrellas crueles y por estrellas propicias. Cervantes dice que debe a
las estrellas propicias la cárcel donde soñó el Quijote.

E: Así, las estrellas propicias le habrían dado la cárcel.

B: Y la cárcel lleva a Cervantes a encontrar su voz y su gloria.

E: Es como en la fábula china del campesino que tenía un hijo.

B: Es
cierto. El campesino nunca sabe si lo que le ocurre se debe a su buena
suerte o a su mala suerte. Como los caballos huyeron de su cuadra, los
vecinos piensan que es mala suerte, pero los caballos vuelven con una
tropa de potros salvajes, y el campesino queda más rico que antes. Los
vecinos piensan que esto es buena suerte, pero el hijo del campesino se
fractura un brazo y una pierna tratando de domar a uno de esos potros.
La fábula es tal vez demasiado simétrica, pero su intención es clara.
Cada hecho tiene consecuencias impredecibles.

E: Usted ha dicho lo mismo de la esclavitud, en su cuento sobre Lazarus Morrell.

B: Sí,
la esclavitud es una horrible crueldad. Pero sin la traída de los
negros de África hoy no tendríamos los blues de Handy, ni la estatua
descomunal de Abraham Lincoln.

E: ¿No equivale eso a aprobar todo hecho, por malo que sea, por sus posibles consecuencias afortunadas?

B: Creo que sólo podemos pensar así del pasado. Todo lo que ocurrió era tal vez necesario, y de todos modos es ya inevitable.

E: Pero el presente exige que nos comportemos éticamente.

B: Porque
no conocemos las consecuencias de nuestros actos. Entonces no nos
podemos regir por lo que no conocemos sino por nuestra idea de la
justicia y nuestra necesidad de verdad y de belleza.

E: ¿Usted piensa que su ceguera puede ser buena suerte?

B: Por
lo pronto me ha permitido escribir ese poema, al que llamé Poema de los
dones, y hasta merecer cierta fama de poeta viejo y ciego, lo cual hace
que la gente piense que soy Homero.

E: Pero piensa con melancolía en los libros.

B: Ese
es otro poema que estoy tratando de escribir. Habla de cómo Milton se
consolaba de su ceguera diciendo que sólo había perdido "la vana
superficie de las cosas", lo cual es valiente como consuelo. Y el poema
añade que a pesar de todo pienso en las letras y en las rosas. Pero hay
cosas que es más terrible haber perdido. La verdad es que ni las letras
ni las rosas se pierden del todo con la ceguera. El lenguaje también es
sonoro, y un poema puede llegarme plenamente por el oído, aunque mis
ojos hayan muerto. También la rosa puede llegarme parcialmente por el
tacto y parcialmente por el olfato, y siento que no la he perdido del
todo.

E: ¿Qué cree haber perdido completamente?

B: Los rostros y el
paisaje. Yo puedo tocar un rostro minuciosamente, pero hay algo en los
rostros que no está en cada detalle sino en el conjunto. Un rostro es
el conjunto. La vista abarca el rostro, y produce una impresión
general, el tacto es sucesivo, y sólo puede enlazar detalles. También
el paisaje se muestra pleno a la vista, con sus contrastes de colores y
sus hermosas diferencias de tamaños entre lo cercano y lo lejano.

E: Es como si se perdieran las proporciones.

B: Las
proporciones son variables. Recuerdo un verso de la Chanson de Roland:
"Altos los montes, más altos los árboles". Es evidente que los montes
son más altos que los árboles, pero no para una conciencia particular.
Rolando yace por tierra, después de la batalla, y lo que ve son los
árboles cercanos, mucho más altos que los montes lejanos. La
perspectiva depende del observador.

E: O sea, que usted no tiene la sensación de haber perdido los libros.

B: No,
yo siento la gravitación de la biblioteca, la concavidad del espacio
que yo sé lleno de libros de Oriente y de Occidente, la presencia
silenciosa de la cultura, un poco más distante pero no inaccesible, y
la compañía que brindan los libros aunque no los leamos, porque son,
como el dinero, tiempo futuro, promesas de mundos y de pensamientos.

E: Pero si usted perdiera la biblioteca...

B: Hay una biblioteca que no puedo perder: siempre puedo retirarme a la biblioteca de Dante.

E: ¿La biblioteca de Dante?

B: Es
como la vieja biblioteca de mi padre, que ya no existe. Donde leí mis
primeros libros y viví mis primeros deleites y terrores. Fue en esa
biblioteca donde don Quijote atacó a los molinos y cayó maltrecho por
tierra, fue allí donde un hombre desleal abandonó a sus amigos en la
Luna, y era a las puertas de esa biblioteca donde se sentaba cada día
el mendigo ciego a pedir una limosna que sólo recibía si iba acompañada
de una bofetada.

E: ¿Y por qué la llama usted la biblioteca de Dante?

B: En
tiempos de Dante casi no había bibliotecas. Los libros manuscritos
estaban guardados en los monasterios y era muy difícil acceder a ellos.
Usted podía leerlos una vez, pero no podía tenerlos disponibles cada
vez que los necesitara. Si usted no era bibliotecario de un monasterio,
ni abad, ni profesor de una universidad, los libros estaban lejos de su
experiencia cotidiana.

E: ¿Cómo era la biblioteca de Dante?

B: Bueno,
Dante tenía una biblioteca mágica, que lo acompañaba a todas partes, y
en la que podía consultar a su antojo a Virgilio y a Lucrecio, a Séneca
y a San Gregorio, a Petronio y a Tomás de Aquino. Dante viajó mucho,
sobre todo después de perder el priorato de Florencia, cuando se
desencadenó la persecución. Por los tiempos en que escribió La Divina
Comedia, que por entonces aún no era divina, andaba proscrito, y no
habría podido escribir su poema si no hubiera tenido a su disposición
su biblioteca mágica.

E: Nunca he oído hablar de esa
biblioteca. Supongo que es una leyenda, como la que cuenta que a su
paso las gentes se apartaban con miedo porque decían que aquel hombre
había estado en el infierno.

B: Es extraño que no pensaran que también había estado en el Paraíso, por lo cual bien valía la pena encontrarlo...

E: Ponemos el énfasis en lo negativo.

B: Alguien
dijo que nos resulta más fácil creer en el Infierno que en el Paraíso.
Recuerde el verso del poeta inglés: "Tal vez haya un cielo, hay sin
duda un infierno".

E: La biblioteca mágica será una leyenda de ese género.

B: No,
la biblioteca de Dante era una realidad, era un hecho. Pero sólo yo la
llamo la biblioteca de Dante, porque la suya era la más grande y
completa. Pero fue la biblioteca de muchos en aquellos tiempos en que
no abundaban los libros. Dante llevaba a todos sus autores queridos,
desde los clásicos griegos y latinos, hasta los grandes poemas
recientes que nutrieron el suyo, el poema de Bernardo Silvestre, los
poemas de los trovadores, de los poetas provenzales, de Arnaud Daniel.

E: ¿Y cómo podía llevar esa biblioteca por los caminos del exilio?

B: Porque no la llevaba consigo. Como todos los poetas de la Edad Media, la llevaba en sí.

E: Habla usted de la memoria.

B: Sí,
todos los poetas de aquel tiempo llevaban a sus clásicos en la memoria.
Podían consultar los versos y los párrafos, y citarlos, mirando en ese
recinto interior. No había otra biblioteca disponible, de modo que
estaban obligados a ser ellos mismos los libros de la biblioteca.

E: Como en la parábola de Ray Bradbury.

B: Claro,
en un mundo en que se queman los libros, quienes aman los libros tienen
que aprenderlos de memoria, y Bradbury inventa el recurso de que cada
miembro de la comunidad es un libro distinto: hay un hombre que se
llama Rojo y Negro, y otro que se llama La Odisea.

E: Y otro que llevará el terrible nombre de "Crimen y Castigo".

B: O un muchacho que se llama "El escarabajo de oro".

E: O una muchacha que se llama "En busca del tiempo perdido".

B: Bradbury
encuentra, para enfrentar un peligro que seguramente está en el futuro,
una solución medieval. En la edad media no se aprendían los libros
tanto por el temor al fuego, como por la falta de libros.

E: Y esa es la biblioteca mágica de Dante.

B: Esa es la biblioteca mágica de Dante.

E: De Dante, el memorioso.

B: Ciertamente lo era.

E: La biblioteca donde lee Borges ahora que está ciego.

B: Con
la ventaja de que también tengo los libros, cuyo texto no está en el
aroma ni en el sonido de las páginas, pero sé que está ahí, que me
acompaña. Ahí están sus muchedumbres silenciosas esperando, sus potros
alados y sus zafiros malignos.

E: Cosas que alguna voz amiga podrá leerle. Gracias, Jorge Luis Borges.

B: Soy yo quien le agradezco.

Mensajes

  • Hermoso texto, necesario el título de entrevista imaginaria porque puede pasar como un hecho real. Gracias William