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"Sumas y restas", cinta del director Víctor Gaviria, explora la cultura narcotraficante en Medellín

Publie le Lunes 14 de marzo de 2005 par Open-Publishing

Por Elizabeth Jiménez

Gaviria, a parte de su amor por el cine, maneja el ’rollo’ de la poesía.

Con actores naturales, como en sus anteriores producciones, el antioqueño presenta su más reciente largometraje en el Festival de Cine de Cartagena.

Víctor Gaviria acaba de llegar de Cambridge, Inglaterra, con una maleta llena de regalos para su familia y la alegría de que Sumas y Restas, su más reciente película, dejó a todo el público estupefacto antes de aplaudir y levantarse de las sillas para ovacionarlo.

Fue el único director de cine invitado como conferencista al Simposio de Artes Visuales en Hispanoamérica, al lado de Jesús Martín Barbero y Néstor García Canclini. Pero Víctor no sólo regresa de un lejano pero corto viaje de una semana. Este año terminó, por fin, la larga travesía de cinco años para tener en sus manos éste, el largometraje de su carrera más esperado por espectadores y críticos, Sumas y Restas, que será visto por primera vez durante el Festival de Cine de Cartagena.

Para esta nueva película Gaviria decidió cambiar el sentido de su brújula. Descendió de la comuna nororiental de Medellín, de donde salieron las historias de Rodrigo D No Futuro, y atravesó Barrio Triste y la Calle Setenta, los sectores donde sobrevivía Leidy, su Vendedora de Rosas, para tomar la ruta hacia el sur, hacia el exclusivo sector de El Poblado, y adentrarse por primera vez en una historia que afecta a alguien de la clase media alta de Medellín.

La cinta transcurre en la década de los ochenta y Santiago, un joven ingeniero dedicado a los bienes raíces y con un problema financiero de $40 millones, recurre infructuosamente a un préstamo familiar, hasta que el Duende, un viejo amigo de infancia y más amigo aún del dinero fácil, le presenta a varias personas que negocian directamente con cocaína. Como víctima de un encantamiento el protagonista, que en un principio se muestra reacio, se deja seducir y cuando menos lo cree está enredado en un meandro de droga, dinero y zozobra que convierte su vida en la peor pesadilla que jamás soñó.

 “Creo que ya es tiempo de que miremos cara a cara el fenómeno del narcotráfico en Medellín, su vida cotidiana, su despiadado espíritu comercial, las relaciones que existieron entre los traquetos y la ciudad, y en suma, cómo los antioqueños vivimos una época alucinada, eufórica que sólo era una trampa mortal”, dice Gaviria.

El tema de esta película fue un caso real que un amigo suyo le relató hace seis años en alguna noche de bohemia. Así como ésta, Víctor encuentra sus historias, los diálogos de las escenas de sus películas o algunos personajes, en cada casa, bar, fiesta y calle que recorre en Medellín. Ha transitado por sus tragedias y por las risas inventadas para evadirlas, sólo que a él se le ocurre tomar nota de lo que ve y escucha para hacer películas.

Poeta ‘empeliculado’

Pero Gaviria, quien ha dedicado la mitad de su vida al cine, es también un poeta. Cuando un desprevenido que sólo conoce sus largometrajes abre sus libros creería que va a encontrarse quizá a un Charles Bukowsky colombiano que traduce en sus versos la realidad descarnada y sin velos de sus películas. Pero no. Son los recuerdos de su niñez, la vida con sus amigos, el transcurrir de las tardes, las escenas de casa, lo que se encuentra en la mayoría de los renglones de El rey de los espantos, Los días del olvidadizo y La mañana del tiempo, algunos de sus libros.

Este cineasta y poeta paisa se mueve fácilmente entre lo sacro y lo profano, entre lo más tierno y lo más sórdido de la vida de Medellín. El escritor William Ospina lo define de esta manera: “Tiene nuestra edad pero habla a veces como un hombre de mil años. Tiene nuestra edad pero habla a veces como un niño que a apenas descubre las nubes, las hojas, un juguete, una estrella. La poesía es, en sus manos, lo abrumadoramente conmovedor de toda realidad”.

Navidad. Nos trajeron regalos, pero todos necesitan pilas, de otra manera están quietos como piedras, o como los muñecos de antes, que la mano debía mover y la boca hacer el ruido del motor. y todos necesitan más de una pila, el par, a veces pilas de distintos tamaños y de distintas formas, por ejemplo, redondas y cuadradas al mismo tiempo. Nadie tiene ánimo para salir a comprarlas, lo más probable es que permanezcan quietos como los ceniceros durante los próximos días... (...) En cambio cómo se mueven las hormigas en el mantel, van y vienen en todas las direcciones.

¿Es otro Víctor? No, dice él mismo. Simplemente parece ser un artista que se mueve dentro de lenguajes diferentes, sin paredes, que desprevenidamente plasma en sus poemas, sólo a veces, retratos de los seres reales que han protagonizado sus películas, como los de Rodrigo D:

Ustedes que tuvieron como madre una campesina pobre y coqueta (...) Ustedes fueron su verdadero amor, sus novios verdaderos, desprendidos y generosos como ya ningún amante puede serlo (...) Ustedes que sí saben del día de los inocentes, y del día de los engañados, y de la noche negra de los adolescentes que se persiguen así mismos como asesinos.

Obligado a caminar con las sombras que han puesto sobre él las muertes trágicas de algunos de los jóvenes que han trabajado en sus películas, o con la vida en la cárcel de Leidy Tabares, la protagonista de La vendedora de rosas, a quien aún visita, reflexiona y aclara con desasosiego: “Todos ellos estaban en una situación que uno no inventó. Un destino ineludible que se sale de las manos. Es la tragedia de una ciudad sobre estos personajes, una realidad que todo lo rebasa”.

Naturalmente, actores

En Sumas y Restas el director vuelve a trabajar con actores naturales, pero que en esta ocasión no están representando su realidad actual como pasó en sus dos películas anteriores. La paradoja más clara es Fabio Restrepo, quien personifica a Gerardo, el narcotraficante que es sin duda el personaje más impactante de la película, quien en la vida real es conductor y ni fuma, ni toma licor. Pero sin ningún tabú Gaviria reconoce que el 90 por ciento de los actores de la película tuvieron en su pasado alguna cercanía a ese mundo, especialmente en la época fuerte de los narcos en Medellín. Algunos por ser asiduos asistentes de fiestas en las que se consumía coca, y otros que conocieron pormenores del tráfico y de la violencia de la época. El protagonista, Juan Uribe, quien representa a Santiago, es un publicista que desde hace dos años, cuando terminaron de filmar Sumas y Restas, se dedicó a estudiar cine y a hacer sus propios cortometrajes. Fredy York, el Duende, quien es el primero en mostrarle a Santiago los caminos del narcotráfico, se dedica a su propia empresa de transporte y desde que salió de esta filmación ha actuado en varios cortos. Fabio Restrepo espera dejar de conducir taxi y dedicarse definitivamente a la actuación. Ya hizo otro personaje en la película Rosario Tijeras, de Emilio Mallé.

Ellos, como los anteriores, como todos, nunca imaginaron que iban a actuar ni menos con uno de los directores más importantes del país, quien les dio tanta libertad en las escenas que ellos no lo podían creer. Dice Víctor: “Para mí la intuición lo es todo. Me gusta trabajar con anécdotas de la realidad, en este caso con el relato oral acerca de la fabulación del narcotráfico, y que los actores sigan su propia intuición. Esto hace que los diálogos y las situaciones sean más reales”.

Ellos recuerdan cómo después de una buena escena Gaviria los abrazaba. Nunca lo vieron como un director distante. Como reacción natural Gaviria se hace amigo de todos. Esta semana, después de largo tiempo sin verse, se encontró en el centro con el publicista Juan Uribe y el saludo fue un abrazo fuerte de ojos cerrados, el mismo que dos horas antes le dio Papá Giovanni, un mecánico de Barrio Triste que actuó en La vendedora de rosas y en Sumas y restas.

Es en ese sector casi subterráneo de Medellín, lleno de talleres, buses y un ambiente general de precariedad donde todos, con camisa o con el torso desnudo y con las manos negras de grasa, lo abrazan y parecen clavar con todas sus fuerzas las yemas de sus dedos en la espalda del director. Luego aparece Milaidis, una de las amiguitas de Leidy Tabares en La vendedora, que cuando lo ve se cuelga de su cuello y le dice “Papá”.

Todos le preguntan por Sumas y Restas, que cuándo sale, que cómo le fue. Y él responde con una sonrisa, diciendo que está contento porque ha gustado entre la gente que la ha visto en Colombia, que quiere dejar atrás los comentarios de la crítica en el Festival de Cine de San Sebastián, donde según dice “la película no se entendió, no los tocó”. Pero tiene las mejores expectativas en Colombia donde se estrenará en cartelera a mediados de 2005.

Aritmética Básica

Sumas y Restas. “Nadie sabe lo que da ni lo que pierde”, es la frase que llevará el afiche la película más ambiciosa de Gaviria, filmada en más de cien locaciones, incluida una finca con pista de aterrizaje y un trapiche que transformó en laboratorio de coca.

En esta cinta se combina un material documental con una estructura de ficción: “La ficción me dio en esta película la posibilidad de ser más profundo en las emociones que quiero proyectar. Yo siempre he defendido el documental. La ficción la quiero utilizar, pero no como una concesión de facilismo. En esta película, que resultó sin pretenderlo una especie de Triller, me ayudó a juntar elementos e historias que están distanciados en espacio y tiempo para crear esa acción-reacción permanente que se ve en ella”.

La película tiene el atributo de conectarse con el espectador, es envolvente y se va acrecentando y derramando frente a sus ojos como la lava de un volcán que se vierte silenciosa e hirviente hasta que quema. Con ella, Víctor espera causar en Colombia el mismo impacto que causó hace sólo una semana en Cambridge, donde todo el auditorio se dejó llevar por la historia “que llega a ser delirante, que no se detiene. Es una realidad que va a toda velocidad, impulsada por la cocaína y la euforia de la ganancia colosal que producía el narcotráfico”.

Mientras habla, el director muestra por estos días más inquietud e interés porque la película sea acogida y vista por cientos de espectadores colombianos, que por los Festivales de Cine en los que va a participar: Sólo en este mes rodará por los de Cartagena, Guadalajara y Miami. Calladamente espera con ansia el mes de junio o julio, cuando ya estará en las salas de todo el país. “Yo creo -dice - que los colombianos que la vean van a salir impactados de esa ducha fría de realidad, que los va a devolver al pasado, a ese terremoto social que no hemos llorado”.