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La guerra como negocio privado

Publie le Martes 26 de abril de 2005 par Open-Publishing

Por Roberto Bardini
Bambú Press
- México - 24 de abril de 2005

En la mañana del 21 de abril de 1918, Manfred von Richthofen, as de la aviación alemana conocido como el Barón Rojo,
cae abatido en Vaux-sur-Somme (Francia). El aristócrata prusiano ha
derribado 80 aeroplanos, el récord más alto de la Primera Guerra
Mundial. Admirado por camaradas, adversarios e historiadores, se le
considera un ’caballero del aire’. Al morir, le falta un mes para cumplir 26 años.

Cuando
el avión de Von Richthofen se precipita, un compatriota avanza cuerpo a
tierra en suelo francés, en la primera línea de fuego. Se trata del
teniente Ernst Jünger, de sólo 23 años, jefe de un
grupo de choque. En su mochila, lleva libros de Nietzche y
Schopenhauer. El joven oficial bate otro récord: resulta herido 14
veces. Por su valor, es condecorado con la Cruz de Hierro y la Orden al
Mérito, la más alta distinción del ejército alemán, creada por el
emperador Federico II. Jünger también participará en la Segunda Guerra
Mundial y morirá apaciblemente en 1998, a los 102 años de edad, dejando
una gran obra literaria. En Tempestades de Acero, el ’filósofo guerrero’ relata: "La
guerra nos había arrebatado como una borrachera. Habíamos partido hacía
el frente bajo una lluvia de flores, en una embriagada atmósfera de
rosas y sangre. Ella, la guerra, era la que había de aportarnos
aquello, las cosas grandes, viriles, espléndidas. La guerra nos parecía
un lance viril, un alegre concurso de tiro celebrado sobre floridas
praderas y la sangre era rocío"
.

Antes de
enrolarse, a los 18 años, Jünger se había fugado de la casa paterna
para incorporarse a la Legión Extranjera Francesa. El futuro escritor
permaneció poco tiempo en un cuartel de Sidi Bel Abbès (Argelia) y, a
pedido de su padre, regresó a Alemania para continuar sus estudios. Su
novela Juegos Africanos es resultado de esa experiencia.

Algunos
intelectuales de renombre pasaron por la Legión en algún momento de sus
vidas. Entre ellos se cuentan el dramaturgo francés Jean Genet, creador
del ’teatro del absurdo’, y el escritor de origen húngaro Arthur
Koestler, autor de El Cero y el Infinito. También el
abogado y periodista estadunidense Joseph Pulitzer, cuyo nombre
identifica al premio anual que se otorga a profesionales destacados,
fue en su juventud un soldado de fortuna.

Pero los tiempos
cambian. La Legión Extranjera fue perdiendo aquel halo de romántica
aventura y se transformó en una rama profesional del ejército francés,
con altos niveles de exigencia. Hoy, los legionarios participan
fundamentalmente como cascos azules en las misiones de paz de la
Organización de Naciones Unidas.

Sin embargo, aún existen
soldados de fortuna repartidos en varios países del mundo. No los guían
ni el heroísmo ni la búsqueda de gloria, sino los altos salarios en
dólares. Sus jefes no se parecen al barón Manfred von Richthofen ni a
Ernst Jünger; son gerentes y ejecutivos que se benefician de una nueva
modalidad: la ’privatización’ de la guerra, sobre todo si es una guerra
sucia.

Extremadamente bien pagados

Barry
Landoex, productor del programa 60 Minutos, de la CBS, los llama ’la
hermandad de los extremadamente bien pagados’. Son mercenarios que
trabajan para empresas de seguridad privada y están en alrededor de 50
países, fundamentalmente en los Balcanes, Medio Oriente, Africa Central
y el Sudeste asiático. Estas compañías, dirigidas por altos oficiales
retirados del ejército, también tienen contratos con Colombia y
Guatemala.

Las firmas privadas estadounidenses, británicas e
israelíes ofrecen una amplia gama de servicios: seguridad a
corporaciones multinacionales petroleras y mineras, entrenamiento a
soldados y policías locales, tareas logísticas, protección personal,
distribución de correo y alimentos.

"En los últimos
años, han operado mercenarios en Liberia, Pakistán, Ruanda y Bosnia.
Protegen al presidente de Afganistán, Hamid Karzai, construyeron el
centro de detención en Guantánamo (Cuba) para supuestos miembros de Al
Qaeda y son una pieza clave de la guerra contra la droga en
Latinoamérica"
, escribió Barry Yeoman en la edición mayo-junio de 2003 de la revista Mother Jones.

La
’privatización’ de la guerra ofrece una considerable ventaja al
gobierno de Estados Unidos: cuando las víctimas -y han sido varias-
pertenecen las compañías contratistas no se incluyen en el recuento
militar oficial.

Soluciones globales

Según The New York Times, Gran Bretaña posee el mayor número de organizaciones mercenarias que operan contratos valuados en mas de 150 millones de dólares.

Pero sin duda Estados Unidos cuenta con la más importante de estas empresas: Blackwater Corp. "Tenemos
una presencia global y ofrecemos entrenamiento y soluciones tácticas
para el siglo 21... Entre nuestros clientes figuran agencias policiales
federales, el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado, el
Departamento de Transporte, entidades locales y federales de todo el
país, corporaciones multinacionales y países amigos de todo el mundo"
, dice la página web de la empresa.

Blackwater,
fundada en 1997, creció gracias a contratos del Pentágono. Tiene su
sede en Carolina del Norte y posee oficinas en McLean (Virginia), cerca
del cuartel general de la CIA.

En el 2002 la compañía obtuvo un
contrato de cinco años con la marina por más de 35 millones de dólares
para capacitar personal en tareas de ’protección, seguridad para
abordar buques, técnicas de búsqueda y encautamiento, y misiones de
vigilancia’.

Otra compañía privada es Military Professional
Resources Inc (MPRI), con sede en Virginia. Su publicidad asegura que
puede movilizar 12.500 ex combatientes. Sus elementos entrenan soldados
en Kuwait y Sudáfrica. Al frente de MPRI está el general
retirado Carl Vuono, ex jefe del estado mayor del ejército durante la
invasión a Panamá y la guerra del Golfo Pérsico
.

La
firma Global Risk tenía a mil cien hombres en Irak. Ocupaba el sexto
lugar entre las potencias de la coalición invasora, ubicada entre
Italia y España.

Ganancias millonarias

Doce
años atrás, la proporción en cualquier lugar del mundo entre
’contratistas’ y soldados era de uno a cien. Actualmente se estima que
sólo en Irak podría haber un ’contratista’ por cada seis o diez
soldados.

Para
mejorar su imagen pública, una docena de corporaciones militares
privadas unieron fuerzas en la llamada Asociación Internacional para
las Operaciones de Paz. Su director, Doug Brooks, asegura no se trata
de despistar ni de lavar la cara a las polémicas empresas. ’La paz y la
estabilidad son siempre más rentables que las guerras’, afirma Brooks.
’Pero las guerras existen, y nosotros salimos al encuentro de unas
necesidades que están ahí’.

Peter
Singer, analista del centro de estudios Brookings Institution y autor
del libro Corporate Warriors, afirma que estas compañías generan en
todo el mundo negocios por cien mil millones de dólares.

Hoy, una
tercera parte de las funciones del Ejército de Estados Unidos está en
manos privadas, incluyendo el manejo y mantenimiento del avión
presidencial Air Force One. Se cree que el gobierno de George W. Bush
aspira a repartir el pastel bélico entre ’contratistas’, hasta dejar la
proporción en mitad y mitad.

En la modalidad de las
guerras actuales, ni el barón Manfred Von Richthofen ni el ’filósofo
guerrero’ Ernst Jünger tendrían lugar en las filas de ningún ejército.
El patriotismo, la caballerosidad y la elegancia fueron sustituidas por
el marketing, los subcontratos y la tercerización
.