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El Conflicto Colombiano

Publie le Lunes 23 de mayo de 2005 par Open-Publishing

Por Alfredo Rangel Suárez

De porque en Colombia si existe un conflicto que es negado sistematicamente por el gobierno de Uribe.

En Colombia, desde hace cuarenta años existen grupos guerrilleros levantados en armas para derrocar al Estado.

Parece increíble que el Gobierno se empeñe en negar que en Colombia existe un conflicto armado interno. Increíble porque contradice la evidencia de los hechos cotidianos, la perspectiva histórica y las comparaciones internacionales. Pero también porque va en contravía de uno de los pocos consensos que habíamos logrado los colombianos, a saber: vivimos un conflicto interno y la solución es política.

Si necesitáramos un argumento de autoridad para probar lo evidente apelaríamos a una declaración reciente del Comité Internacional de la Cruz Roja, según la cual "a la luz del Derecho Internacional Humanitario, la situación existente en Colombia presenta todos los elementos constituyentes de un conflicto armado no internacional", es decir, interno.

En efecto, en Colombia desde hace cuarenta años existen grupos guerrilleros levantados en armas para derrocar al Estado y, más recientemente, grupos paramilitares que se oponen violentamente a este proyecto. Hoy en día ambos bandos tienen el carácter de combatientes, pues:
 1. Están bajo órdenes de mandos responsables con estructuras de control y disciplina.
 2. Generalmente portan símbolos y uniformes distintivos, visibles desde lejos, que los identifican como objetivos lícitos de las fuerzas enemigas.
 3. Portan armas de manera visible, y,
 4. Mantienen sobre porciones del territorio nacional un control suficiente que les permite realizar operaciones militares prolongadas y concertadas.

A todo lo anterior hay que agregar el hecho de que tienen objetivos políticos y son apoyados por sectores más o menos amplios de la población en las zonas rurales, lo que explica la persistencia de su presencia en ellas, además del apoyo de más del 20 por ciento de la población urbana, siendo un conflicto básicamente rural.

Todas las anteriores circunstancias hacen que en Colombia no se pueda hablar de un ocasional amotinamiento o de una simple amenaza terrorista, aun cuando el terrorismo sea una modalidad de acción utilizada con mucha frecuencia esos grupos irregulares. Lo que distingue el conflicto colombiano es la larga duración de un alzamiento armado en forma de guerra de guerrillas, a tal punto que las Fuerzas Militares del Estado se han visto obligadas a aprender sus reglas y a entrenarse para ella, como condición indispensable para poder realizar una acción contrainsurgente eficaz.

Pero, de la misma manera que las Fuerzas Militares no se han convertido en un ejército guerrillero por el hecho de hacer en ocasiones guerra de guerrillas, así mismo los grupos insurgentes y los paramilitares no se convierten en grupos terroristas por el hecho de realizar esporádicamente actos terroristas. No. Su principal forma de acción es la guerra de guerrillas y en desarrollo de esta han logrado una importante y demostrada capacidad de acción militar, entre sí y contra las Fuerzas Militares estatales.

Por definición, esta capacidad de confrontación militar no la tiene ningún grupo terrorista y se expresa en cerca de 2.500 acciones de combate al año, de distintas modalidades y entre los distintos bandos, producto de las cuales mueren más de 3.000 combatientes. Esta cifra anual es tres veces superior a los mil muertos que algunos estudios comparativos internacionales establecen como cifra mínima para considerar que un país vive una situación de guerra civil.

Pero el término guerra civil también asusta a muchos. Quienes lo rechazan generalmente comparan la situación de Colombia con la que vivieron España, Salvador o Estados Unidos durante sus breves e intensas guerras civiles. Su principal argumento es la radical polarización social o ideológica ocurrida en esos casos. Como si hubiera un único modelo de guerra civil al cual referir los demás casos. O como si la sociedad colombiana no estuviera polarizada entre quienes apoyamos la propuesta democrática del Estado, la autoritaria de la guerrilla y la de orden de los paramilitares.

Aun cuando en muy desiguales proporciones (¿cuáles son las "correctas"?), hay sin embargo sectores de la sociedad civil que le reconocen legitimidad a cada bando. Además, los irregulares son civiles armados, quienes los financian y apoyan también son civiles, la mayoría de las víctimas son civiles, entonces... ¿no es la nuestra una guerra civil? Es cierto que no ha alcanzado la intensidad de otros casos. La nuestra sería entonces una guerra civil de baja intensidad, pero guerra civil al fin y al cabo.

Finalmente, si el Gobierno no reconoce la existencia de un conflicto armado, debería cerrar la Oficina y acabar con el cargo de Alto Comisionado para la Paz, suspender la Veeduría de la OEA, cancelar la Delegación del Secretario General de la ONU y, desde ya, negarse a reconocer a los guerrilleros y a los paramilitares como rebeldes o sediciosos. ¿Por qué no lo hará?

Alfredo Rangel Suárez
Director de la Fundación Seguridad y Democracia


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