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Rawda, el vigor de Palestina

Publie le Lunes 27 de junio de 2005 par Open-Publishing
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Por Beatriz Morales Bastos

Rawda nació en al-Quds en el terrible año de 1948 en una familia tan pobre que apenas tenían para comer. Ahora es ciudadana israelí de Jerusalén, ciudadana de segunda porque ni siquiera tiene pasaporte, apenas un "documento de viaje" con el que no puede viajar siquiera a los territorios que Israel ocupa desde el mismo año en que nació. Sin embargo, en comparación con sus compañeros que viven en Ramala, por ejemplo, se puede considerar afortunada.

Rawda personaliza toda la fuerza y determinación del pueblo palestino. Cada una de las innumerables veces que los soldados israelíes, la mayoría de ellos mucho más jóvenes que sus hijos, tratan de demostrarle toda la fuerza de la ocupación, deteniéndola a cada momento, poniendo miles de dificultades para visitar a sus dos hijos en prisión, ella les recuerda con la determinación de quien sabe tener la razón que ella es palestina y que como la mayoría de sus compatriotas, los de dentro y los de fuera, no va a dejar de serlo nunca. Y que al-Quds es al-Quds, no Jerusalén.

La infancia de Rawda fue muy pobre en dinero, pero como la mayoría de las familias palestinas muy rica en amor, hermanos y complicidad. Ahora vive en una hermosa casa. No tiene coche, ni hace caso a la tele ni sabe utilizar Internet, pero además de trabajar como farmacéutica en un hospital, cuida de su familia y de un olivo que le da unas hermosas aceitunas que son el 60% de su dieta, de un naranjo, de una higuera y de muchas plantas que son como las que veía en los campos de Sakana, donde la conocí. Y cuando está muy cansada, cansada del trabajo y de la lucha, cansada de poner a los jóvenes soldados israelíes en su sitio, cansada de la tristeza que le produce tener a dos de sus hijos en la cárcel, uno en el norte de Palestina y otro en el sur, Rawda se pone a bordar, como desde hace siglos llevan haciéndolo las mujeres palestinas. Y se borda unas preciosas camisas que luego luce con orgullo. Cuando a uno le han arrebatado la tierra, la tiene que llevar en el corazón y cerca del corazón, bordada.

La vida de Rawda coincide con los años que Israel lleva ocupando Palestina y quizá por eso Rawda lleva toda su vida luchando. A los 20 años fue condenada a cinco de cárcel. La vida es muy extraña y va por donde tiene que ir: en la prisión de al lado estaba Mohamed que al cabo de los años se convertiría en su marido y que ya desde que lo conoció se convirtió en su compañero, en su amigo. Los tres hijos de Rawda y Mohamed crecieron en una casa en la que la policía entraba constantemente y desde pequeños se acostumbraron a ver sus padres luchando y que eso significaba arrestos continuos. Por eso cuando vinieron a detener a Odei, el segundo, estaban preparados. Para el ejército israelí Odei, de veintitantos años, era un peligrosísimo terrorista y por eso vinieron a buscarlo con dos tanques, varios jeep y un helicóptero. Querían que Odei saliera por la puerta, pero Rawda sabía que en cuanto pusiera un pie en la calle lo iban a acribillar así que desde dentro de la casa les gritó a los soldados que vinieran a buscarlo mientras lo protegía con su cuerpo. En el tira y afloja estuvieron cuatro horas y media que Rawda dedicó a hablar con su hijo, a darle fuerza, a animarlo y a recordarle por qué estaban luchando y que siempre iban a estar con él. Al cabo de cuatro horas y media los soldados tuvieron que entrar a buscar a Odei y tuvieron que llevárselo ellos, vivo. Fue condenado a 28 años de cárcel. A su hijo pequeño, en cambio, lo detuvieron en la calle cuando iba camino del colegio. Tenía 17 años y también era un peligrosísimo terrorista al que condenaron a cuatro años de cárcel. Cuando los soldados israelíes le preguntaron en qué cárcel quería estar, él contestó que cerca de su hermano y cerca de su madre, que era mayor y estaba enferma (no he dicho que además de luchar contra la ocupación, Rawda tuvo que luchar con un cáncer. A éste ya lo ha vencido). "Tu madre nos odia", contestaron los soldados, "así que le vamos a poner las cosas difíciles: tú irás a una cárcel en el norte y tu hermano, a una del sur".

Rawda y Mohamed tardaron varios meses en poder visitar a sus hijos: sus cárceles estaban en los territorios ocupados y ellos, ciudadanos de Jerusalén, no tenían derecho a viajar ahí. Una vez conseguido el permiso no siempre pueden llegar hasta las cárceles en las que están sus hijos: los check-point de la ocupación israelí ha convertido a Palestina en un espacio único en nuestra tierra en el que recorrer unos kilómetros puede resultar tan difícil como llegar a la Luna. Cuando no resulta imposible ya que continuamente, sin ningún motivo, los soldados israelíes deciden cerrar los check- point, las ciudades, los pueblos. Eso los que no están ya encerrados en ese Muro de la Vergüenza que Israel está construyendo kilómetro a kilómetro ante la pasividad y connivencia de todo el mundo, de todos nosotros. Rawda y Mohamed son afortunados porque a trancas y barrancas pueden visitar a sus hijos con cierta regularidad. Hay muchas familias que llevan más de siete años sin poder visitar a sus familiares presos. En Palestina hay casi ocho mil prisioneros políticos, 350 de los cuales son menores y más de mil están en detención administrativa, es decir, en prisión preventiva, sin cargos, sin juicio. Como consecuencia de los acuerdos adoptados con la Autoridad Palestina Israel liberó hace unas semanas a unos cuatrocientos. Los medios de comunicación nos informaron puntualmente de este gesto de magnanimidad de Israel. Pero no nos dijeron que la inmensa mayoría de ellos ya habían cumplido sus condenas hace tiempo o estaban a punto de hacerlo, ni que rápidamente sus puestos fueron ocupados por otros tantos.

Cuando Rawda habla de sus hijos se le ilumina la cara de orgullo y de amor de madre. Y este orgullo apenas puede ocultar la tristeza inmensa de quien sabe de primera mano lo que están sufriendo en la cárcel y la tristeza de no poder estar cada día con ellos. Cuando Odei salga de la cárcel Rawda tendrá 83 años. Lleva a sus hijos muy cerca de ella, en un medallón de oro en forma de corazón con los retratos de ambos que acaricia de vez en cuando, cuando se queda pensativa mirando muy lejos. Lo luce orgullosa sobre su camisa negra bordada de rojo.

He tenido el privilegio de estar con ella durante las Jornadas Internacionalistas organizadas por Askapena que se han desarrollado en estos días por todo el País Vasco, pero básicamente en Sakana, cuyas plantas le recordaban a Palestina. A partir de ahora Sakana está ahora aún más cerca de Palestina, sobre todo del pueblo de Marda que ha quedado hermanado con el de Arbizu. Rawda ha hablado de Palestina en Bilbo, en Gasteiz, en Hernani, y quienes la oían hablar de los presos palestinos entendía muy bien lo que estaba contando: muchos de ellos tienen también a sus familiares presos a cientos de kilómetros de casa.

Ha sido un privilegio estar con ella y poder disfrutar de su energía, su sabiduría, su ternura y alegría. Oírla, estar con ella, da ganas de luchar, de vivir con fuerza y con dignidad. Tanto ella con los otros cuatro compañeros palestinos que la acompañaban en la delegación han trabajado infatigablemente durante estos días y también han observado y escuchado, y se han reído y han disfrutado, haciéndonos aprender, reír y disfrutar a quienes estábamos con ellos. La alegría, la ternura, la energía y la dignidad de Rawda y sus compañeros son las mismas que tienen la mayoría de los cubanos, venezolanos o iraquíes que no han perdido como la mayoría de nosotros, europeos desarrollados, el sentido de la política y de la lucha. De quienes saben que siguen teniendo en sus manos el control de sus vidas y que tarde o temprano vencerán.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17042

Mensajes

  • Que refrescante, dentro de tanto dolor, es leer el articulo de Beatriz Morales. Viviendo en los EEUU una no puede escribir algo con tanta pasion, tanta compasion, sin que a una le llamen ati-semita.
    Despues de haber vivido y trabajado en tres campos de refugiados Palestinos, yo sali de alli con un compredimiento extraordinario acerca del porque, despues de mas de cincuenta anios de opresion, el Palestino todavia esta con esperanza, todavia mandan a sus hijos e hijas a la escuela a la universidad y demandan de ellos y ellas buenas notas. Palestina es un pueblo que cree en el futuro. La leccion hermosa para mi fue una maniana, despues de pasar un noche de horror en el que los soldados israelis devastaron la casa, la comida, la cocina.., cuando salio el sol, todos y todas nos pusimos a limpiar, a procurar comida para dar a los jovenes, a prepararnos para ir a la escuela -yo vivia con una de las maestras- No habia quejas ni lloros, teniamos un dia nuevo y si no habia estado de queda, eso era suficiente,y si las escuelas estaban abiertas nadie se quedaba en casa...
    En lo referente a la situacion del pueblo palestino, israel nos ha puesto una mordaza, nos ha impuesto un silencio. El mundo sabe, pero no habla.
    Gracias.
    Pilar Olabarria
    San Francisco, CA EEUU