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Schafik, enemigo del imperio y el aburrimiento

Publie le Viernes 3 de febrero de 2006 par Open-Publishing

Secretaría de Comunicación Frente Sandinista de Liberación Nacional

Por Tomás Borge

El corazón de Schafik Handal no resistió la tentación de venir a la capital más alta del mundo, La Paz, a compartir con el pueblo boliviano, con los indígenas originarios, la singular victoria de Evo Morales. Ese mismo corazón del tamaño de un volcán, explotó. No pudo soportar los casi 4000 metros sobre el nivel del mar. Me atrevo a decir que fue un acto de deliberado riesgo, dados sus antecedentes cardíacos. Así se lo expresé al Presidente Evo Morales, quien estaba conmovido por la partida definitiva del líder revolucionario.

Estuvimos juntos unas horas antes de su muerte, en una bulliciosa actividad de la izquierda latinoamericana. Schafik fue la estrella de aquel encuentro. Sin presentir su muerte, al intervenir en nombre del FSLN, me referí a El Salvador y a su líder. Por alguna razón mágica y contra mi habitual estilo, lo elogié sin inhibiciones mirándolo a los ojos, resaltando sus méritos humanos y revolucionarios: su modestia, su nobleza de caballero andante, su talento. Talvez una parte de cuanto se dirá en sus funerales.

Después, como siempre, bromeamos. El insistió en que nos sentáramos juntos para hablar chochadas y otras ternuras: a Tania se le murió su mamá, qué bárbaro este nuevo rumbo del Evo, pudiste ver a Hugo Chávez, ¿verdad?, el FMLN va a ganar también ¡no seas pendejo!, ¿cómo anda Nidia?, es buena la terapia de los delfines para Sebastián, Daniel está con Fidel, en todas partes hay Villalobos y, en fin,

acurrucarnos en nuestros proyectos revolucionarios. Schafik era de sentimientos tiernos, amaba a los seres humanos. Tenía fiesta en los ojos y en las manos, era enemigo del im-perio y el aburrimiento. Lo acusaron de corrupción y era tan pobre como el sastre de Tarzán. Lo llamaron terrorista y nadie como él fue tan enemigo del asesinato conspirativo y la violencia inútil.

Cuando supimos de su muerte, Marcela mi compañera y yo nos abrazamos para llorar. Poco después me llamaron varios compañeros. Daniel Ortega, preocupado por mi salud, pro-metió asistir a los funerales de nuestro hermano. Rosario Mu-rillo, para compartir la consternación. Envié de inmediato un mensaje a los compañeros del FMLN donde tan sólo decía: Dolor.

Es cierto: el dolor es tan intenso como si hubiese perdido a otro hijo de mi mamá.

La Paz, 25 de enero del 2006