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A 14 DE AÑOS DE AQUEL 4 DE FEBRERO

Publie le Lunes 6 de febrero de 2006 par Open-Publishing

Apenas una triste aurea mediocritas

Por Martín Guédez
(04-02-2006)

De vez en cuando, ya porque alguna vez les tuve respeto, ya por curiosidad, los leo. Hago esfuerzos denodados por entender tanto inmovilismo, tal incapacidad para la evolución del pensamiento. Les juro que lo hago. La naturaleza es fundamentalmente lo que va siendo, sólo la muerte es sinónimo de inmovilidad. Algunos de estos personajes son amigos, pero... Amicus Plato, sed magis amica veritas, por tanto debo decir lo que veo, lo que siento. Tanto inmovilismo me huele a formol. Una auri sacra fames! los paraliza, o una aurea mediocritas no les permite dar más. Verlos es rememorar aquellas figuras hieráticas del arte egipcio. Lo único nuevo en ellos son sus rostros más arrugados, más viejos, sus tristes figuras y sus narices más coloradas por el abuso alcohólico. Dormidos en sus laureles no despiertan, el prestigio y buena fama que alguna vez tuvieron lo entregan a cambio de treinta monedas con qué seguir pagando la cuenta. ¡Verlos como reaccionan ante la esplendorosa manifestación de pueblo del sábado pasado es un poema! ¡Un triste poema!.

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Han transcurrido catorce años de aquel 4 de febrero y diecisiete del 27 del mismo mes y el mundillo “pensante” sigue sin enterarse de nada. Apenas unas reacciones más o menos reflexivas al calor del susto del momento y nada más. La inmensa mayoría de las llamadas “fuerzas vivas” -les encanta excluyente término- prefirió darle un manotazo al incómodo zancudo y seguir soñando en la hamaca. No sólo fueron incapaces de desentrañar los códigos de ambos episodios sino que optaron por aumentar el consumo de la droga que los estaba destruyendo. Con paso apuradito, no bien se disipó el olor a pólvora, a sudor y sangre de pueblo, buscaron el cómodo asilo en sus clubes, sus canchas de golf y sus reuniones de sobremesa mojaditas con buen güisqui 18 años.

Viven la más terrible pesadilla. El síndrome de abstinencia no los deja abrir los ojos. Se les fue de las manos el poder. De tanto pretenderse dueños de la vida y el mundo se les encalleció el alma. Habituados a ejerce el supremo y exclusivo derecho de tener opinión, -privi legis- renunciaron al esfuerzo necesario para forjarse alguna. Se sintieron tan contentos consigo mismos que si imaginaron perfectos. Sin necesidad de esforzarse por comprender nada. ¿Para qué? Esa es tarea de simples mortales. Vanidosos al extremo sólo reconocieron a los otros para aceptarles el aplauso con mohín de displicente señorío que jamás tuvieron. Ese es el lamentable espectáculo que ofrecen a propios y extraños un buen número de “pensadores” venezolanos.

Leerlos, -cuando se logra que el texto no se caiga de las manos- es una experiencia anodina, casi religiosa. No escriben, no expresan ideas, axiomáticos pontifican, emiten bulas, decretos y resoluciones. Sin una sola duda. Los percibe uno como adanes cómodamente instalados en sus paraísos. Llevan al menos siete años continuos de fracasos esplendorosos. Comenzaron este caminar tortuoso con un cierto capital político y social. Un capital que han dilapidado como lo haría un muchacho irreflexivo y botarate hasta no quedarles sino el espacio virtual que les brindan los medios. Sin embargo, no cambian, me he tomado el trabajo de leer las opiniones de algunos de sus más conspicuos representantes en los últimos, al menos, cinco años. ¡Maravilla de maravillas! No hay un solo cambio en el discurso. Lucen instalados en sus dogmas de fe con la resolución con que lo harían Tomás de Aquino o Torquemada.

La tierra es plana. El sol da vueltas alrededor de la tierra. Lo dicen ellos, lo saben ellos y eso es suficiente. Nihil obstat, esta es la verdad, palabra de Dios y basta. La “otra” Venezuela no existe. Encantados con la imagen de sus ombligos se resisten a levantar la mirada, -acaso conscientes y aterrorizados por lo que verán- para percibir que Venezuela es más ancha y más ajena que el espacio de sus oficinas, estudios de televisión, urbanizaciones, centros comerciales, jardines y graciosas mascotas. Se niegan a sí mismos el don de la vista o el supremo acto de la inteligencia: correrle a la estulticia. No contrastan, ni de broma, su torpe visión con otros modos de ver y ser distintos. Orondos, mofletudos y huecos lucen como bolas de billar, redonditas, impolutas y sin poros. Les lees un trabajo de 2001 o 2002, y ya los has leído todos. Pétreos, sólidos e inconmovibles. Han hecho suyo el dogma de la infalibilidad papal in saecula saeculorum.

El resto de la otra inmensa Venezuela, la invisibilizada, la excluida de siempre, tiene un problema con esta suerte de adorno peligroso. Tiene que convivir con él. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo convivir con quien está convencido hasta el tuétano de sus huesos que es más listo, tiene más capacidad intelectual y más derecho que nadie? ¿Cómo impedir que continúen tratando de imponer su imperio de tópicos socorridos, prejuicios y discriminaciones? ¿Cómo dialogar con quienes están convencidos que el resto somos micos?

Este año será decisivo. Esta corte de inútiles, tan tontos como audaces, quizás por eso mismo, hará lo impensable para tratar de detener el reloj de la historia. La soledad en sus elegidas compañías es un martillo. Los oídos sordos del pueblo a sus palabras necias la sustituyen con el acompañamiento exterior de los grandes enemigos de la patria. Les sobrarán recursos para emprender las acciones más enloquecidas. Negados a su triste destino atacaran cuanto se oponga a sus designios: legalidad, normas o principios, lo que sea con tal de no despertar del sueño. En última instancia preferirán, con mucho, una Venezuela rota, una Venezuela en cenizas, una Venezuela esclavizada, antes que una Venezuela libre, justa y compartida. ¿Habrá alguna forma de hacerlos reflexionas?. Sinceramente no lo creo. Pero debemos empeñarnos en ello. Vencerlos no requiere de esfuerzo, sus propios errores los condenan. Convencerlos será la gran tarea. A la razón le es intrínseco el poder de convencimiento salvo cuando, como en este doloroso caso que nos ocupa, el otro aprieta los ojos y se tapa los oídos.

HUGO PARA TODOS Y TODOS PARA HUGO.
LA BARRICADA SÓLO TIENE DOS LADOS.