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Los libaneses cuestionan presencia de tropas sirias

Publie le Lunes 10 de enero de 2005 par Open-Publishing

Por Robert Fisk

Beirut. Nunca antes había sucedido. Desde que el ejército sirio entró al país, en 1976, sólo un año después del comienzo de la guerra civil libanesa y a petición de los cristianos maronitas, no ha habido ningún debate público sobre la presencia de miles de tropas sirias aquí, ni sobre el sofocante yugo político que Damasco ha mantenido sobre el gobierno libanés.

Pero la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada el año pasado, exige que se retiren del país las tropas extranjeras, así como una más agresiva política del Departamento de Estado estadunidense hacia Siria, ha desatado una ola de resentimiento y de debates. Inclusive Walid Jumblatt, el líder druso y, por tanto, el aliado confiable de Siria, ahora dice que Líbano es el último país satélite de la tierra.

Los libaneses están estupefactos. Saben que la gira regional del neoconservador secretario de Estado adjunto estadunidense, Richard Armitage, quien exige un repliegue sirio y el desarme de la milicia antisraelí Hezbollah, es parte de la agenda de Israel.

Una Siria debilitada al lado de un Líbano dócil, sin fuerzas antisraelíes en su frontera, forman un cuadro tan placentero para Washington y sus amigos israelíes como el Irak "inmaculado" y bajo dominio estadunidense, que es también uno de los objetivos del señor Armitage.

El supuesto apoyo de Siria a la insurgencia iraquí -una de las preocupaciones de Armitage- contiene una ironía especial. Fue la alianza del general rebelde libanés Michel Aoun con Saddam Hussein, en 1990, lo que originalmente inspiró a Estados Unidos a apoyar que Siria destruyera el pequeño estado que había contribuido a formar.

Pero el control de Líbano se ha vuelto tan gastado y evidente como el dominio de la Unión Soviética sobre el Pacto de Varsovia. Pero el intento exitoso del presidente pro sirio Emile Lahoud de añadir tres años a su periodo presidencial, cortesía del parlamento libanés, fue ir demasiado lejos.

Periódicos libaneses -que hasta ese momento habían limitado sus críticas contra Siria-, despachos de agencia escritos en Europa o Estados Unidos, de pronto empezaron a editorializar sus sospechas contra Damasco de una forma que debe haber sorprendido a Siria tanto como a sus lectores. "Damasco debe revisar sus políticas para Líbano inmediatamente", exigió el Daily Star.

El 13 dediciembre el así llamado "Foro Democrático", que incluye a grupos cristianos y de izquierda, así como al partido druso de Jumblatt, denunció que la interferencia de "los servicios de inteligencia sirios y libaneses han transformado Líbano en un estado policial".

Casi de inmediato las oficinas de los servicios sirios de inteligencia, Mukhabat, fueron cerradas en Beirut y las fuerzas sirias en las montañas, desde las cuales se domina visualmente la capital, fueron cambiadas de posición. Hubo rumores de que los sirios se habían acercado a la embajada británica en Damasco ofreciendo reducir sus actuales 14 mil efectivos en Líbano a sólo 3 mil hombres, cuya función sería proteger las instalaciones antiaéreos sirias instalados en el valle de Beca, en Damasco.

Se informó que la embajada británica respondió que para defender los radares se necesitan sólo 300 soldados.

La presencia siria nunca sido tan perniciosa como la ocupación israelí del sur de Líbano, que concluyó en 2000, pero la comunidad cristiana maronita -que nunca se opuso a las invasiones israelíes de 1978 y 1982- siempre se ha asegurado que encabeza la oposición de Líbano al tutelaje sirio.

La constante exigencia de Siria para que Israel obedezca las resoluciones de la ONU, especialmente la 242, que exige el repliegue israelí de Cisjordania y Gaza, ocupadas, hace que la actual crisis sea aún más peligrosa.

¿Puede Siria insistir en que Israel obedezca las resoluciones de la ONU al tiempo que ignora la 1559?

Algunos aquí están convencidos de que el joven presidente Bashar Assad no ha logrado comprender lo seria que es la demanda libanesa, ni tampoco la resolución de la ONU que exige el repliegue.

Los cristianos maronitas sospechan que el verdadero poder sirio en Líbano es ejercido por el jefe de la inteligencia militar siria, el general Rustom Ghazali, más que por su predecesor, el general Ghazi Kenaan, quien hoy funge como ministro del Interior en Damasco y está encargado de todo lo relacionado con Irak.

Los agentes de inteligencia sirios se mueven con facilidad entre el millón de "trabajadores huéspedes sirios en Líbano", pero los libaneses tienen buena memoria.

El padre de Walid Jumblatt, Kamal, resistió los primeros embates sirios al comienzo de la guerra civil y fue asesinado en las montañas del Chouf. El cercano colaborador y amigo de Jumblatt, Marwan Hamade, fue blanco de un coche bomba en noviembre pasado. Al salir de su casa, cerca de la costa, su guardaespaldas y él cambiaron de vehículo segundos antes de la detonación.

El guardaespaldas murió, Hamade sobrevivió.

La política libanesa puede parecer bizantina, inclusive aburrida, pero puede ser portal para quienes participan de ella.


The Independent
La Jornada / Traducción: Gabriela Fonseca