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La Europa del SI y del NO: entre la inercia y la incertidumbre

Publie le Martes 5 de abril de 2005 par Open-Publishing

Y seguimos preguntándonos qué es realmente esta Europa que inventó el individualismo y el comunismo, la oración de Francisco de Asís y las sentencias de Torquemada.

Por William Ospina


A pesar de sus guerras fratricidas, de sus cruzadas aniquiladoras y de sus colonialismos planetarios, la historia de Europa es también la historia de unos sueños civilizadores y de unas utopías que siglo a siglo renovaron la aventura humana. Desde las tertulias de Platón y las renuncias de Diógenes, pasando por la teoría del perdón de Cristo, la resurrección del paganismo de Miguel Ángel, la idealización de la naturaleza de Rousseau, la agudeza del escalpelo crítico de Voltaire y el proyecto de Hölderlin de aliar en una nueva mitología la razón y la estética, hasta llegar, lejos de Europa, al panteísmo lírico de Walt Whitman y al sueño libertario de Bolívar, Europa nunca dejó de alimentar mitos y utopías.

DESDE LEJOS HEMOS VISTO A EUROPA NACER Y MORIR MUCHAS VECES: NACER EN KANT Y MORIR EN HITLER.

Con su afable hábito de paradojas, Jorge Luis Borges solía decir que los únicos europeos somos los hijos de la América Latina, que vemos a Europa como un todo del que nos sentimos herederos, en tanto que en Europa se tiende a ser español o francés, alemán, rumano o italiano, cuando no catalán o bretón, suevo o transilvano o friulano.

El sueño gibelino del gran imperio lleva siglos luchando con el viejo amor de los seres humanos por su comarca y el cercado de sus mayores. Ante el clamor que reza: "Por patria el universo, por ley la voluntad...", se oye también al poeta decir: "Amo más la morada que alzaron mis abuelos / Que el frontispicio audaz de los palacios romanos; / Amo más la pizarra fina que el mármol duro; / Más mi Loira en las Galias que el Tíber latino, / Más mi Lyreo pequeño que el monte Palatino, / Y el dulzor angevino más que el aire del mar".

Desde lejos hemos visto a Europa nacer y morir muchas veces: nacer en Cristo y morir en la Inquisición; nacer en Voltaire y morir en Napoleón; nacer en Kant y morir en Hitler.

Y seguimos preguntándonos qué es realmente esa Europa previsiva e industriosa, racional e inspirada, encendida por la pasión y enfriada por la inteligencia, que ha sido capaz de todas las crueldades y de todas las abnegaciones, que lo inventa todo y todo lo destruye, que inventó el individualismo y el comunismo, la oración de Francisco de Asís y las sentencias de Torquemada.

Hoy Europa vive un momento pleno de su sueño de unidad y por ello mismo vive también con más intensidad que nunca su destino de dudas y de escrúpulos. La Unión Europea les ha dado a más de 400 millones de personas relativa paz, prosperidad y garantías ciudadanas, trata de avanzar en la construcción de la igualdad entre los sexos y las razas, y ha rechazado con energía ejemplar los brotes de oscuros nacionalismos, fascismos y racismos que sobreviven en su seno.

Pero desde hace cierto tiempo sentimos también que Europa ha dejado de ser el reino de la crítica, del ideal y de la utopía, eso que encarnaron tantas veces a lo largo de la historia sus pensadores, sus artistas y hasta sus políticos, y parece saciarse con el modo de vida que hoy predican los Estados Unidos, que son uno de los más tormentosos inventos de Europa. Pareciera que hoy en el mundo sólo hay lugar para el poderío político, el poderío militar, la pujanza económica, el trabajo y el consumo, la transformación incesante del mundo, la explotación indiscriminada de la naturaleza, y altas dosis de información programada y de espectáculo. El mundo ha visto declinar ese espíritu soñador que engendró a los descubridores y a los románticos, ese espíritu justiciero que inventó los derechos y las revoluciones, ese espíritu generoso que inventó los ideales de la libertad y de la igualdad, ese espíritu crítico que descabezó aristocracias y monarquías, que ironizó y fustigó y caricaturizó los poderes y los despotismos, que desnudó las tiranías y expulsó los oscurantismos.

Europa, la Europa que respeta todo espíritu libre y todo ser sensible, supo combatirse a sí misma, y negarse, y denunciarse desde el fondo de su lucidez y de su indignación. No negó jamás la malignidad y la sordidez de la condición humana, pero supo compensarlas con ideas y con sentimientos, con inteligencia y con belleza, con filosofía y con arte.

... EN ESTE MUNDO PERFECTO DE HOY DIÓGENES ES UN DESECHABLE, CRISTO ES UN ILUSO ROMÁNTICO, BOLÍVAR ES UN TERRORISTA...

El actual debate sobre la Constitución Europea, que ya fue votada por los españoles y que pronto será votada por los franceses, forma parte de esa antigua discusión y no puede ser visto como una mera discordia entre los partidarios del Progreso y los enemigos de la Unión, ya que bien podría ser un debate entre las inercias de la actualidad y las incertidumbres de una verdadera civilización. Ver a Europa preguntándose si su destino ha de consistir en plegarse a la mera lógica de los grandes bloques de poder, a la rapacidad de los mercados, al nuevo reparto del mundo, o si ese continente, y cada uno de sus decenas de países, y cada uno de sus centenares de nacionalidades, y cada uno de sus millones de individuos, tienen unos principios que defender, nuevas tareas de civilización que emprender, nuevos sueños que alzar frente a la brutalidad y frente al caos, es la mejor ayuda que podemos recibir quienes en el resto del mundo creemos todavía en la libertad y en la justicia.

En un mundo socavado por la injusticia, sitiado por la desigualdad, postergado por la codicia, idiotizado por la manipulación, profanado por los mercaderes de la muerte, asfixiado por la polución, amenazado por plagas viejas y por pestes nuevas, sólo la exigencia de más lucidez, de más criterio, de vigilancia y de prudencia, puede impedir que los ciudadanos sigamos siendo masas dóciles en manos de los poderes que negocian, manipulan, trafican y acumulan, y que han vuelto a denunciar como un crimen toda disidencia y toda independencia.

Europa debe recuperar lo mejor que ha tenido, porque es mucho el caudal de civilización que apresuradamente vamos perdiendo. Porque en este mundo perfecto de hoy Diógenes es un desechable, Platón es un pervertido, Cristo es un iluso romántico, Miguel Ángel es un pederasta, Rousseau es un ingenuo, Voltaire es un insumiso, Hölderlin es un loco, Walt Whitman es un vagabundo improductivo, Bolívar es un terrorista...