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El auge del capitalismo del desastre

Publie le Viernes 6 de mayo de 2005 par Open-Publishing

Por Naomi Klein

El verano pasado, en la calma mediática de agosto, la doctrina de la guerra preventiva de la Administración Bush tomó una gran paso adelante. El 5 de agosto de 2004, la Casa Blanca creó la Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y Estabilización, dirigida por el anterior Embajador de EEUU en Ucrania Carlos Pascual. Su mandato diseñará planes elaborados "post-conflicto" para veinticinco países que no están, todavía, en conflicto. Según Pascual, será también capaz de coordinar tres operaciones totales de reconstrucción en países diferentes "al mismo tiempo," durando cada una de "cinco a siete años."

Como es debido, un gobierno fiel a la destrucción preventiva perpetua ahora tiene una oficina estable para la reconstrucción preventiva.

Se han ido los días en los que había esperar el estallido de las guerras y después al diseño de planes ad hoc para recoger los pedazos. En una cooperación cercana con el Consejo Nacional de Inteligencia, la oficina de Pascual guarda los países de “alto riesgo” en una “lista de vigilancia” y ensambla a equipos de rápida respuesta preparados para entrar en la planificación preguerra y "movilizar y desplegar rápidamente" después de que un conflicto ha disminuido. Los equipos están compuestos de empresas privadas, organizaciones no gubernamentales y miembros de Think Tanks, algunos, Pascual dijo a la audiencia del Center for Strategic and Internacional Studies en octubre, tendrán contratos "precompletados" para reconstruir los países que no están todavía destruidos. Hacer este papeleo por adelantado "podría acortar de tres a seis meses el tiempo de respuesta."

Los equipos para los planes de Pascual que se han estado diseñando en su desconocida oficina del Departamento de Estado para cambiar "el entramado social de una nación," dijo al CSIS. El mandato de la oficina es no reconstruir ningún viejo estado, entiende, sino crear unos "democráticos y orientados al mercado". Así, por ejemplo, (y acabada de sacar el ejemplo de su sombrero, sin duda), sus reconstructores “rápidos” podrían ayudar a liquidar “las empresas estatales que crearon una economía inviable”. A veces, la reconstrucción, explicó, significa “destruir lo viejo”.

Pocos ideólogos pueden resistir la atracción de una pizarra en blanco — eso era la promesa seductora del colonialismo: "descubriendo" las nuevas tierras abiertas de par en par donde la utopía pareció posible. Pero el colonialismo está muerto, o eso nos han dicho; no hay los nuevos lugares que descubrir, ningún terra nullius (nunca la hubo), no más páginas en blanco en que, como Mao dijo una vez, "las palabras mas nuevas y hermosas se pueden escribir." Hay, sin embargo, abundancia de destrucción — los países convertidos en escombros, por los llamados Actos de Dios o por Actos de Bush (con órdenes de Dios). Y donde hay la destrucción hay reconstrucción, una oportunidad de enfrentar "la aridez terrible," como un funcionario de la ONU describió recientemente la devastación en Aceh, y llenarla con los planes más perfectos y hermosos.

"Solíamos tener colonialismo vulgar," dice Shalmali Guttal, un investigador localizado en Bangalore de Focus on the Global South. "Ahora tenemos colonialismo sofisticado, y ellos le llaman ’reconstrucción.’"

Ciertamente parece que porciones incluso más grandes del globo están bajo la reconstrucción activa: siendo reconstruidas por un gobierno paralelo compuesto de una casta familiar de firmas consultoras buscando las ganancias, compañías de ingenieros, mega-ONGs, gobiernos y agencias de ayuda de la ONU y las instituciones financieras internacionales. Y de la población que vive en estos sitios reedificados —de Iraq a Aceh, de Afganistán a Haití — se puede oír un coro semejante de quejas. Hay muy poco trabajo, si lo hay. Los consultores extranjeros viven a lo grande, a costa de cuentas de gastos y pluses y un salario de mil dólares de día, mientras la población local queda fuera de trabajos mucho más necesarios, formación y la toma de decisiones. Los expertos de los gobiernos “constructores de la democracia” dan lecciones sobre la importancia de transparencia y "el buen gobierno," pero la mayoría de los contratistas y ONGs rehúsan abrir sus libros a esos mismos gobiernos, gastando el dinero de las ayudas sin ser controlados.

Tres meses después de que el tsunami golpeara Aceh, The New York Times contó una inquietante historia informando que "casi nada parece haber sido hecho para empezar con las reparaciones y la reconstrucción." La noticia podría haber venido fácilmente de Iraq, donde, como The Angeles Times acababa de informar, supuestamente la reconstrucción de las plantas suministradoras de agua de Bechtel ha empezado a desquebrajarse, una más en una letanía interminable de líos en la reconstrucción. Podría haber venido también de Afganistán, donde el Presidente Hamid Karzai arremetió recientemente contra los contratistas extranjeros "corruptos, derrochadores e irresponsables por "derrochar los preciosos recursos que Afganistán recibió como ayuda." O de Sri Lanka, donde 600.000 personas que perdieron sus hogares por el tsunami languidecen todavía en campos de refugiados de forma temporal. Unos cien días después de las olas gigantes golpearán, Herman Kumara, el jefe del Movimiento Nacional de Solidaridad de Pesquerías en Negombo, Sri Lanka, envió un correo electrónico desesperado a sus colegas de todo el mundo. "Los fondos recibidos en beneficio de las víctimas se están dirigiendo al beneficio de unos pocos privilegiados, no a las verdaderas víctimas," escribió. "Nuestras voces no se oyen y no nos permiten expresarnos."

Pero si la industria de reconstrucción es sensacionalmente inepta en la reconstrucción, eso puede ser porque reconstruir no es su propósito primario. Según Guttal, "No es la reconstrucción en ningún caso— es reorganizar todo." Por ello, las historias de corrupción e incompetencia sirven para enmascarar este escándalo más profundo: El auge de una forma depredadora de capitalismo del desastre que utiliza la desesperación y el temor creados por la catástrofe para acometer una radical ingeniería, social y económica. Y en esta frente, la industria de la reconstrucción trabaja tan rápida y eficientemente que las privatizaciones y la toma de tierras se cierran generalmente antes de que la población local sepa lo que les golpeó. Kumara, en otro correo electrónico, advierte que Sri Lanka se enfrenta a "un segundo tsunami de globalización y la militarización corporativas," potencialmente más devastador que el primero. "Vemos este como un plan de acción por la crisis de la tsunami para entregar el mar y la costa a corporaciones extranjeras y al turismo, con la ayuda militar de los marines de EEUU."

El Secretario de la Defensa Paul Wolfowitz diseñó y supervisó un proyecto notablemente semejante en Iraq: Los fuegos ardían todavía en Bagdad cuando funcionarios de ocupación de EEUU reordenaron las leyes de inversión y anunciaron que las compañías estatales de país serían privatizadas. Algunos han señalado a este historial para argumentar que Wolfowitz no es apto dirigir el Banco Mundial; de hecho, nada le podría haber preparado mejor para su nuevo trabajo. En Iraq, Wolfowitz hacía justo lo que el Banco Mundial ya hace en virtualmente cada país devastado por la guerra y el país destruido en el mundo — aunque con menos sutilezas burocráticas y más bravuconería ideológica.

Los países del "post-conflicto" ahora reciben el 20-25 por ciento de los prestamos del Banco Mundial, hasta un 16 por ciento mas que desde 1998 — un aumento de 800 por ciento desde 1980, según un estudio del Congressonal Research Study. La respuesta rápida a guerras y a desastres naturales ha sido tradicionalmente dominada por agencias de Naciones Unidas, que trabajó con ONGs para proporcionar ayuda de emergencia, construcción de campos de refugiados y cosas por el estilo. Pero ahora, el trabajo de reconstrucción se ha revelado como una industria tremendamente lucrativa, demasiado importante como para ser dejado a los bienhechores de las Naciones Unidas. Así que hoy, el Banco Mundial, ya devoto al principio del alivio de la pobreza a través de la realización de beneficios, es el que esta a cargo.

Y no cabe duda, que el negocio de la reconstrucción produce ganancias. Hay contratos masivos de ingeniería y de suministros (10 mil millones de dólares a Halliburton en Iraq y Afganistán solos); "Construyendo democracia" ha explotado una industria de dos mil millones de dólares; y nunca ha habido mejor momento para consultores del sector público — las firmas privadas que aconsejan a los gobiernos vender sus recursos, a menudo llevando servicios del gobierno como subcontratas. (Bearing Point, el favorecido de estas firmas en los Estados Unidos, informó que las rentas para su división de "servicios públicos se había cuadruplicado en apenas cinco años," y las ganancias son inmensas: 342 millones de dólares en el 2002 — un margen de beneficio del 35 por ciento.)
Pero los países destrozados son atractivos al Banco Mundial para otra razón: Aceptan bien las órdenes. Después que un acontecimiento catastrófico, los gobiernos harán generalmente cualquier toma para obtener ayuda en dólares — incluso si eso significa acumular deudas inmensas y estén de acuerdo en amplias reformas políticas. Y con la población local luchando por encontrar refugio y alimento, organizarse políticamente contra la privatización puede parecer un lujo inimaginable.

Incluso mejor desde la perspectiva del banco, muchos países destrozados por la guerra son estados de "soberanía limitada": Son considerados demasiado inestables y no hábiles para manejar el dinero de las ayudas que llueven, así que a menudo confían sus fondos al Banco Mundial. Este es el caso en Timor Oriental, donde el banco reparte dinero al gobierno si muestra que lo gasta responsablemente. Aparentemente, esto significa rebajar drásticamente los trabajos del sector público (el gobierno de Timor tiene la mitad de tamaño que tenía bajo la ocupación indonesia) pero derrochando dinero de ayudas en consultores extranjeros que el banco insiste que el gobierno alquile (el investigador Ben Moxham escribe, "En un departamento del gobierno, un simple consultor internacional gana en un mes lo mismo que sus veinte colegas de Timor ganan juntos en un año entero").

En Afganistán, donde el Banco Mundial administra también la ayuda del país a través de un fideicomiso, ya ha logrado privatizar la asistencia sanitaria negando a dar los fondos al Ministerio de Sanidad para construir hospitales. En lugar encauza dinero directamente a ONGs, que llevan sus propios dispensarios privados de salud en contratos de tres años. Ha ordenado también "un aumento del papel del sector privado" en el sistema de agua, la telecomunicaciones, el petróleo, el gas y minería y ordenó al gobierno "retirarse" del sector eléctrico y dejarlo a "inversionistas privados extranjeros." Estas profundas transformaciones de la sociedad afgana nunca se debatieron ni fueron informadas, porque pocos fuera del banco saben que sucedieron: Los cambios se enterraron profundamente en un "anexo técnico" adjuntó a las subvenciones que proporciona la ayuda de "emergencia" para la infraestructura devastada por la guerra de Afganistán — dos años antes de que el país tuviera un gobierno elegido.

Ha sido una historia parecida en Haití, después de la expulsión del presidente Jean-Bertrand Aristide. A cambio de un préstamo de 61 millones dólares, el banco requiere "la asociación público-privado y el gobierno en los sectores de la educación y la salud," según documentos del banco, compañías privadas llevan colegios y escuelas. Roger Noriega, Ministro Ayudante de EEUU para Asuntos del Hemisferio Occidental, ha dicho claramente que la Administración de Bush comparte estas metas. "Alentaremos también el gobierno de Haití a avanzar, en el momento apropiado, con la reestructuración y la privatización de algunas empresas del sector público," dijo en el Instituto Americano de la Empresa el 14 de abril de 2004.

Estos son planes extraordinariamente polémicos en un país con una poderosa base de socialista, y el banco admite que esto es precisamente la razón de empujarlos ahora, con Haití bajo casi un régimen militar. "El Gobierno de transición proporciona una oportunidad para aplicar las reformas económicas que pueden ser duras de deshacer para un gobierno futuro," el banco anota en su acuerdo Economic Governance Reform Operation Project . Para los haitianos, esto es una ironía especialmente amarga: Muchos culpan a las instituciones multilaterales, inclusive el Banco Mundial, de profundizar la crisis política que llevó a la expulsión de Aristide reteniendo centenares de millón en préstamos prometidos. En ese momento, el Banco Inter-Americano de Desarrollo, bajo la presión del Departamento de Estado, decía que Haití era insuficientemente democrático para recibir el dinero, señalando a irregularidades secundarias en una elección legislativa. Pero ahora que Aristide esta fuera, el Banco Mundial celebra abiertamente los beneficios de operar en una zona de con democracia y libertad.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han estado imponiendo la terapia de choque en países en varios estados de shock por lo menos tres décadas, la mayoría de forma notable después de los golpes militares en América Latina y el desplome de la Unión Soviética. Muchos observadores dicen que ese capitalismo del desastre comenzó realmente su andadura con el Huracán Mitch. Durante una semana en octubre 1998, el Mitch se estacionó sobre América Central, tragándose aldeas enteras y matando a más de 9.000. Los países ya empobrecidos estaban desesperados por la ayuda para la reconstrucción — y vinieron, pero con condiciones. En dos meses después de que el Mitch golpeara, con el país todavía hundido hasta la rodilla, los escombros y los cadáveres, el Congreso hondureño inició lo que en el Financial Times llamaron "rápidas liquidaciones después de la tempestad." Pasó leyes que permitieron la privatización de aeropuertos, los puertos marítimos y las carreteras y los planes rápidos para privatizar el la compañía telefónica estatal, la compañía eléctrica nacional y partes del sector de agua. Canceló las leyes para la reforma de las zonas agrarias y he hizo más fácil para los extranjeros comprar y vender la propiedad. Hubo mucho de lo mismo en países vecinos: En los mismos dos meses, Guatemala anunció planes para vender su sistema de teléfono, y Nicaragua hizo lo mismo, junto con su compañía eléctrica y su sector de petróleo.

Todos los planes de privatización fueron empujados agresivamente por los sospechosos habituales. Según el Wall Street Journal, “el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional habían usado su influencia para la venta de las telecomunicaciones, condicionando la ayuda anual durante tres años de cerca de 47 millones de dólares y sumándola a la ayuda para el alivio de la deuda de cerca de 4.4 mil millones para Nicaragua.

Ahora el Banco esta usando el tsunami del 26 de diciembre para empujar sus políticas cortantes. Los países mas devastados que casi no ha visto alivio de su deuda y la mayor parte de la ayuda de emergencia del Banco Mundial ha ido en forma de prestamos, no a fondo perdido. Mas que enfatizar la necesidad de ayudar a las pequeñas comunidades pesqueras -mas del 80% de las víctimas de las olas- el banco esta empujando la expansión del sector turístico y granjas piscícolas industriales. Para las infraestructuras públicas dañadas, como carreteras y colegios, los documentos del banco reconocen que reconstruirlos “podría pensionar las finanzas públicas” y sugiere que los gobiernos consideren las privatizaciones (si, solo tienen una idea).”Para ciertas inversiones,” según se dicen en el plan de respuesta al tsunami del banco, “podría ser apropiado utilizar financiación privada.”

Como en otros lugares en reconstrucción, desde Haiti a Iraq, la ayuda para paliar los efectos del tsunami no tienen nada que ver con recuperar lo que se perdió. Aunque los hoteles y la industria ya han comenzado la reconstrucción de la costa, en Sri Lanka, Tailandia, Indonesia e India, los gobiernos han pasado leyes que previenen a las familias de reconstruir su costas frente a la costa. Cientos de miles de personas esta siendo forzadas a vivir en el interior, en barracas de estilo militar en Aceh o cajas de cemento prefabricadas en Tailandia. La costa no se esta reconstruyendo como era -poblada de pueblos pescadores y redes hechas a mano esparcidas por la costa. En su lugar, los gobiernos, las corporaciones y los donantes extranjeros se están agrupando para reconstruirla como a ellos les gustaría que fuera: playas como campos de juegos para turistas, los océanos como minas de agua para flotas pesqueras corporativas, servidos por aeropuertos privatizados y carreteras construidas con el dinero prestado.

En enero, Condoleezza Rice provocó una pequeña controversia al describir al tsunami como “una maravillosa oportunidad” que “ha pagado grandes dividendos para nosotros.” Muchos se horrorizaron con la idea de tratar una tragedia humana tan masiva como una oportunidad de buscar ventajas. Pero, es eso, Rice comprendió la situación. Un grupo llamado Thailand Tsunami Survivors and Supporters dice que para “los políticos negociantes, el tsunami era la respuesta a sus oraciones, ya que literalmente barrió estas áreas costeras de las comunidades que habían previamente paralizado sus planes turísticos, hoteles, casinos y sus granjas de gambas. Para ellos, todo esta área costera era ahora tierra abierta!

Desastre, parece, es la nueva terra nullius .


Fuente: No logo
Traducción Mario Cuellar

Enlace original:
http://www.thenation.com/doc.mhtml?i=20050502&s=klein