Portada del sitio > Carta abierta a los maestros argentinos
Por Juan Barbagelata
“Producí tu propio sueño. Si querés salvar al Perú, andá y salvá al Perú. Es absolutamente posible hacer cualquier cosa, pero no lo esperes de los líderes o de los parquímetros. No esperes que Jimmy Carter o Ronald Reagan o John Lennon o Yoko Ono o Bob Dylan o Jesucristo vengan y lo hagan por vos. Tenés que hacerlo vos mismo. Esto es lo que los grandes maestros y maestras han estado haciendo desde que comenzaron los tiempos. Pueden indicar el rumbo, dejar señales y pequeñas instrucciones en varios libros que ahora se llaman sagrados y se adoran por su portada y no por lo que dicen, pero las instrucciones estan allí siempre para que todos las vean, siempre estuvieron y siempre estarán.” John Lennon
Primero fue el Big Bang. Luego el agua sobre la tierra, los seres unicelulares, los reptiles y los monos. Salteándonos millones de años de evolución llegamos al momento en que los monos nos erguimos en dos patas y comenzamos a vivir en comunidad.
Desde ese momento comenzaron a existir los maestros, el animal sabio que transmite su experiencia a los más jóvenes.
Según el diccionario Espasa Calpe de la lengua española, maestro es el “ que se encarga de la educación, el que enseña y ayuda a desarrollar o perfeccionar las facultades morales e intelectuales del niño o joven”.
El que transmite conocimiento.
Hace 25 siglos, un hindú cabezadura, príncipe muy rico, dejó todas sus posesiones materiales y se sentó debajo de un árbol a pensar sobre la existencia y descubrió, entre otras cosas, que la vida está llena de sufrimientos y que la causa del sufrimiento es nuestra hereditaria atadura a los objetos, personas, acciones e ideas. La lucha por satisfacer nuestros deseos nos encadena a una serie infinita de causas y efectos.
A este cabezadura, gordito y bonachón, lo conocemos popularmente como Buda.
Por supuesto que en nuestra sociedad contemporánea necesitamos de objetos materiales y dinero, más también sabemos, quienes hemos tenido la posibilidad de estudiar y leer un par de libros que la doctrina capitalista que rige a la mayoría de los países de Occidente, nos empuja cotidianamente a consumir miles de “necesidades” inventadas y algunas no tanto.
También sé (sabemos) que todos tenemos derecho a reclamar lo que consideramos justo. Salarios dignos, alimentación, salud, educación.
¿Cuál fue, más allá de las teorizaciones y las palabras, la experiencia que llevó al Buda, a Cristo, a Moisés o a Mahoma y a todos los maestros de todas las épocas a elevarse por encima de la miseria terrenal y transmitir un mensaje?
La oportunidad de ejercer y dejar un conocimiento liberador en sus semejantes y las generaciones que vienen detrás.
Por eso es tan importante el rol de los maestros en todas las comunidades, porque a través de la educación y la formación de los integrantes de una comunidad es que se construye una sociedad libre, que pueda ejercer la libre determinación.
A través de la cultura y el saber es que los pueblos realmente se liberan.
El mejor ejemplo opuesto de lo que afirmo es la sociedad norteamericana, adormecida por los sueños de consumo, la TV y la falta de criterio para analizar la información a su alcance, estado que los ha llevado a ser cómplices del mayor genocidio de los últimos veinte años.
Escribe Miguel Grinberg: “Vivimos en una sociedad comprimida donde los burócratas se esmeran en esconder la diferencia entre Gobierno y Estado, donde alternadamente distintos grupos se atribuyen el papel de dueños del destino nacional, donde los medios de comunicación “de masas” sólo emiten amenidades sin permitir el debate sobre las Alternativas, donde somos maltratados por funcionarios minúsculos a cada paso que damos, donde los servicios públicos son una calamidad, donde ni los colegios ni las universidades son laboratorios de invención y pesquisa sobre la pregunta crucial de esta época: ¿Qué sociedad queremos? ¿Cómo la realizamos?.
Pagamos rigurosamente impuestos cada vez más sofocantes para mantener encaramados a infinidad de parásitos que odian su trabajo, su vida y a la humanidad. El Municipio nos recuerda “como contribuyente exija”. Pero el problema es que no hay nadie allí para escuchar. Tal la falacia de todo este asunto de la democracia.
No hay democracia allí donde la gente no tiene la posibilidad de determinar cual va a ser su destino. Y una democracia participatoria no se gana en una rifa, sino que se construye paso a paso, día a día, en las bases, sin delegar el poder de decisión a los especialistas y sin perder el tiempo en calumniar a los demás.
Ahora que se avecina el “proceso electoral argentino”, vemos como se reeditan las vergüenzas. Vemos como se agita la lucha por la manija en los partidos y los sindicatos. Cada camarilla no escatima energía y tiempo en socavar a los rivales.
¿Quién tiene méritos genuinos para ostentar en vez de repudiar a los demás por sus lacras?”.
Este texto fue escrito en Diciembre de 1982.
Pasaron 23 años.
23 años de repetir modelos ya necrosados del pensar la política.
Bueno, me digo, los políticos son como los dinosaurios que en algún momento van a desaparecer, el futuro está en los jóvenes...
¿Pero que formación pueden tener estos jóvenes cuando los maestros les niegan el derecho a aprender con constantes paros laborales?
Decía Gregory Bateson: “la respuesta al crudo materialismo no son los milagros, sino la belleza - o, por supuesto- la fealdad”.
Entre acusaciones y amenazas cruzadas de facciones del partido gobernante.
Entre difamaciones y denuncias de la derecha criolla.
Entre divisiones y desorganización de la izquierda, sólo nos queda confiar en la lucidez de los maestros. Para que las nuevas generaciones puedan elegir con criterio y los dinosaurios puedan desaparecer de una vez.
Mientras los educadores se burocraticen y repitan fórmulas perimidas de protesta y defensa de sus salarios, tomando como rehenes a los estudiantes, ese será un futuro lejano.
Se parecerán cada vez más al capitalismo salvaje, que te vende la cuerda con la que será ahorcado.
El dinero ha corrompido totalmente la hermandad que debería unirnos, y nos ha consumido la capacidad de defender los salarios en forma inteligente. Educando.
Cuanto más devaluada esté la educación, obviamente el valor de educar se pagará menos.
W.R. Grimson escribía: “Comunidad es tiempo para recuperar la memoria y los afectos guardados en una habitación olvidada de la casa.
Comunidad es lugar para la forma y movimiento del cuerpo y su latido.
Comunidad es madeja a desenredar y tal vez puente por sobre las divisiones inútiles de las personas.
Comunidad es donde estuve cuando necesité que los demás estuvieran.
Es puerta abierta para entrar, irse, permanecer.
Es tal vez aprendizaje en la dimensión vital de la palabra.
Y el amor descubierto como necesidad en manos duras, brazos temblorosos, miradas asustadas.
Y en la nostalgia larga y la proximidad de un abrazo posible.
Es la lenta comprensión del dolor y la geografía de la carencia.
Es un mapa que recorre cuerpo y traza nuevas latitudes con las yemas.
Es un grito ahogado recuperado en forma plena y definitiva.
Es el descubrimiento de que entre todos podemos reconocer los vacíos de ayer, las dificultades hoy y posibilidades mañana.
Entre todos”.
Y si no es así, la palabra maestro solo significará su última acepción:
“El que ejerce públicamente un oficio mecánico”.
Juan Barbagelata
Paraná, Entre Ríos, Argentina