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Todos hablan del fascismo cristiano

Publie le Lunes 17 de enero de 2005 par Open-Publishing

“Combatiendo por la labor del Señor”

Por Gary Leupp
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Comentaristas de derecha e izquierda hablan de fascismo en EE.UU. El conservador heterodoxo, Lew Rockwell, en un reciente artículo intitulado “La realidad del fascismo de Estado rojo”, declara, “lo que tenemos vivo en EE.UU. es un fascismo americanizado y puesto al día”.

Su compañero heterodoxo, Justin Raimondo, en un artículo llamado “Los conservadores de la actualidad son fascistas”, llama a los neoconservadores que conforman la política externa de EE.UU.: “fascistas, pura y simplemente”. El ministro de los Metodistas Unidos, el reverendo William E. Alberts acusa a algunos de los seguidores de Bush de apoyar una “súper religión que muestra tendencias similares a la súper raza de Hitler, con su ideología fascista de superioridad”.

Mientras tanto, el Partido Comunista Revolucionario circula decenas de miles de ejemplares de una declaración que dice que “Bush y sus gentes” son “cristiano-fascistas - fanáticos peligrosos que quieren convertir a EE.UU. en una dictadura religiosa e imponerla al mundo”. Hay un espectro bastante amplio de opinión antifascista.

Pienso que es bueno que haya salido a la luz la palabra ‘f’, y que se haya puesto el tema sobre la mesa. Hay que discutir el fascismo. Lo pensé en octubre de 2002, cuando escribí un ensayo publicado en CounterPunch, “Hablando del fascismo con tus niños”. Fue presentado como una conversación que uno podría tener con pre-adolescentes, hecha con la simple claridad y sobriedad que uno podría utilizar al hablar con sus hijos del uso de drogas o del sexo o de cualquier tema serio. Mi punto en esa época era que el fascismo no es sólo un fenómeno único de los años 30 y 40, derrotado en 1945, sino algo que puede recrudecer. Uno debiera mantenerse alerta ante los signos de advertencia.

Eso fue hace más de dos años, antes de la criminal invasión de Irak, basada en mentiras, y de la cínica explotación del miedo con una base racial. Fue antes de que oficiales británicos se quejaran de que sus homólogos estadounidenses en Irak estaban tratando a los iraquíes como Untermenschen (subhumanos, un término que los nazis aplicaron a varios grupos no-arios). Fue antes de las revelaciones de torturas en Abu Ghraib y Guantánamo, y la reorganización de la “comunidad de la inteligencia” para diseminar mejor la desinformación al servicio de la guerra continua. Fue antes de la campaña de Bush para modificar la constitución por primera vez, específicamente para impedir la expansión de las libertades. Fue antes de que personas dentro y alrededor de la administración defendieran los campos de concentración para japoneses-estadounidenses con vistas a nuevos campos de concentración para otros grupos en el futuro. La marea fascista ha surgido entretanto, como pensaba que era muy probable, en 2002.

Un movimiento fascista

No quiero decir que el estado se haya vuelto fascista. Seguimos siendo una democracia burguesa, en la que tienes libertad para votar por el republicano o el demócrata patrocinado por las corporaciones, que te guste. Puedes seguir maniobrando lo mejor que puedas en un mercado controlado por cada vez menos personas. Puedes abrir una amplia gama de sitios en la red, protestar en las calles (bajo condiciones cuidadosamente controladas), y decir lo que piensas en correos electrónicos y llamados por teléfono (aunque las autoridades pueden controlarlos como les dé la gana).. Puedes seguir escribiendo y tal vez publicar cartas al editor criticando al régimen. El país mismo sigue siendo pre-fascista.

Tampoco existe, todavía, un partido fascista de masas. Los republicanos podrían convertirse en algo así, pero siguen existiendo los ocasionales Ron Pauls. (Tengo que señalar, sin embargo, que el propio congresista republicano de Texas opina que “un estado policial total se acerca rápido”.) Lo que presenciamos es un movimiento fascista, incluso si sus tropas de asalto en sí no lo conciben, en general, como tal. Muchos de ellos piensan simplemente que forman parte del Ejército de Dios, que no tiene nada en común con los camisas pardas de Hitler, sobre los que aprendieron en la escuela que eran gentes malas, derrotadas por los buenos estadounidenses. Se sentirían insultados si se les dijera que se parecen a los partidarios nazis de los años 30, pero en muchos aspectos corresponde a la verdad.

El fascismo se alimenta del miedo. El Reichsmarschall de Hitler, Hermann Goering, declaró que: “la gente siempre será llevada a hacer lo que desean los líderes. Es fácil. Todo lo que tienes que hacer es decirle que está siendo atacada y atacar a los pacifistas por su falta de patriotismo y por exponer el país al peligro. Funciona igual en todos los países”. Tema para discusión, señoras y señores: ¿Cómo se aplica esto en este país? ¿Funciona la miríada de amenazas utilizadas por el movimiento para atemorizar a todos los que quieran escuchar (armas de destrucción masiva, nubes en forma de hongo sobre Nueva York, musulmanes en general, profesores universitarios liberales, homosexuales) para lograr que la gente haga lo que sus líderes desean?

El fascismo también se alimenta de la ignorancia. Los “alemanes buenos” fueron verdaderamente persuadidos de que los judíos, los eslavos, y los bolcheviques, los amenazaban en 1939. El fascismo es inherentemente anti-intelectual, provoca emociones (orgullo nacional, resentimiento contra ‘extraños’, sentimientos de ofensa, esperanzas milenarias) y elige sobre todo entre los enemigos internos a los que ponen en duda sus mitos auto-validantes.. Un factor clave en la variedad estadounidense es un ataque frontal contra campos completos de la ciencia, especialmente los que ponen en duda la descripción bíblica de la tierra como si tuviera sólo 6.000 años.

Un alto ayudante de Bush declaró realmente a Ron Suskind del New York Times que funcionarios de la administración rechazan con desprecio como irrelevante lo que califican de “la comunidad basada en la realidad” - específicamente, a la gente que “cree que las soluciones emergen de su estudio pertinente de la realidad discernible”. “En realidad el mundo ya no funciona de esa manera”, declaró. “Ahora somos un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras estás estudiando esa realidad - con pertinencia, como de costumbre - volveremos a actuar, creando otras nuevas realidades diferentes, que también puedes estudiar, y así las cosas se irán arreglando. Somos los protagonistas de la historia... y a ustedes, a todos ustedes, no les quedará más que estudiar lo que nosotros hacemos”.

En otras palabras, la verdad es para los debiluchos; olvídenla. Nosotros somos los campeones, los poderosos, producimos la realidad a medida que avanzamos, y si quieres un trozo, únete a la falsa ilusión. Castigaremos a los franceses por rechazar racionalmente el ataque contra Irak, y, en realidad, por infligir la Ilustración (con su énfasis en el empirismo racional, ni viril ni heroico) hace algunos siglos.. Castigaremos a la CIA por impulsar de modo detestable la inteligencia basada en la realidad por sobre la desinformación necesaria que se le solicitó, antes del ataque a Irak. Es el tipo de pensamiento fascista que no es sólo proclamado por la radio hablada de derecha, sino desde innumerables púlpitos, noticias por cable, y la Casa Blanca - con un orgullo irracional, mediante la generación de miedo, con sorna, creando su propia realidad con el apoyo calculado de amplios sectores de EE.UU. corporativo.

Gott Mit Uns [Dios con nosotros]

Los maoístas lo llaman “fascismo cristiano” subrayando su programa social que actualmente incluye revertir la sentencia de Roe contra Wade, la prohibición del matrimonio gay, la imposición de las plegarias en las escuelas, cuestionar la ciencia, y en general el ataque contra la separación estricta de iglesia y estado. Los heterodoxos, al contrario, se concentran en la agenda de los neoconservadores, que da la casualidad que son sobre todo judíos laicos que apoyan enérgicamente el Partido Likud de Israel y que influyen en la formulación de la política exterior después del 11-S, especialmente en lo que tiene que ver con lo que han estado llamando “el Gran Medio Oriente”. Evidentemente, el término “cristiano fascista” no describe a esta gente, que podrían tener sentimientos encontrados sobre un movimiento que es actualmente útil para su agenda de política extranjera pero que podría volverse contra ellos y hacer la vida difícil a mucha gente que rechaza el cristianismo fundamentalista. Si son fascistas, pertenecen a una variedad diferente aunque relacionada. Todo el que aplica la palabra con ‘f’ está de acuerdo en que los fascistas no respetan las libertades cívicas y que han utilizado el 11-S para viciar la Declaración de Derechos.

Lo que me preocupa es: Ya que esta marea fascista está tan relacionada con una política extranjera posterior al 11-S tan conformada por no-cristianos, ¿podemos realmente llamar al movimiento “cristiano-fascista”? Si uno lo hace, reconoce lo obvio: que la base social de Bush es en gran parte fundamentalista cristiana, comprometida con lo que llama perversamente un programa de “valores familiares”. Pero los fundamentalistas cristianos, que han estado agitando durante años por la oración en las escuelas, la censura de los libros de texto, la exhibición pública de los 10 Mandamientos, etc. no han estado exigiendo desde la base una acción militar de EE.UU. para lograr cambios de régimen en Medio Oriente. El movimiento para lograr ese aspecto central del programa fascista proviene de la elite, y los neoconservadores dentro y fuera del gobierno juegan un rol fundamental. Sucede que sus planes para Medio Oriente encajan con las esperanzas y expectativas de los fundamentalistas para el “Fin de los Tiempos”” en esa región; hasta el extremo que incluso el colapso de las justificaciones originales para la Guerra de Irak no intimida a estos últimos en su apoyo para lo que ven como un plan divino. Los neoconservadores en el poder, de común acuerdo con sus colegas fundamentalistas (entre ellos Bush y Cheney), han pulsado a los fascistas cristianos de la base como si fueran las cuerdas de un arpa.

¿Significa que al llamar la tendencia fascista en general “cristiano fascista” enviamos el mensaje equivocado a aquellos cristianos que la rechazan y la consideran irreconciliable con lo que para ellos es el cristianismo? Es seguro que esos creyentes son la mayoría entre el 75 y el 80% de los estadounidenses que se identifican como cristianos. ¿Es injusto hacia los católicos devotos, que siguen la doctrina de la Iglesia en temas como el aborto y la homosexualidad y que podrían, digamos, votar por prohibir el matrimonio gay pero que se oponen apasionadamente a la guerra? ¿Podríamos, ante la contribución no-cristiana a esta tendencia fascista, referirnos a ésta sólo como “fascismo religioso”? O sólo como “fascismo estadounidense”?

Sí, tenemos en la cumbre a Bush y Cheney, metodistas registrados que pueden o no creer sinceramente en la teología de John Wesley, que no es tan disimilar de la de su contemporáneo Muhammad ibn Abd al-Wahhab, pero que reciben apoyo de la derecha religiosa, especialmente de los menos educados en su seno. Pero luego tenemos también al ministro metodista, el reverendo William E. Alberts que ya citamos. El problema no es alguna religión específica sino la necesidad específica del capitalismo en crisis de transformar el mundo, explotando la religión siempre que le sea útil hacerlo. Hitler se lanzó a su misión de transformar el mundo presentándose como un hombre devoto: en “Mein Kampf” [Mi Lucha] se refiere repetidamente al “Señor”, “el Todopoderoso”, y a Jesús como “el gran fundador de una nueva doctrina”. “Lucha por la labor del Señor”, declaró, y un montón de cristianos alemanes, protestantes y católicos, le creyeron. Los soldados de la Wehrmacht [ejército alemán] llevaban hebillas con la consigna Gott mit uns (Dios está con nosotros).

El antifascismo cristiano

Por otra parte, algunos cristianos rechazaron la explotación de su fe. Dietrich Bonhoeffer, el sacerdote luterano alemán que murió en 1945 en un campo de concentración a los 39 años, fue la antitesis del fascista cristiano. En su libro “Ética”, culpó a otros cristianos de no haber atacado directamente la especificidad del mal en su época. Bonhoeffer fue ejecutado por su participación en un heroico intento de asesinar a Hitler. Fue, desde el punto de vista aceptado en aquel entonces por los fascistas, un terrorista. Martin Niemoeller, otro pastor protestante, estuvo internado en un campo prisión durante ocho años, liberado en 1945. Había predicado contra aspectos del régimen. Después de su liberación sugirió que él y otros protestantes no habían hecho lo suficiente. Aunque se cuestiona la cita, se dice que Niemoeller declaró: “Primero vinieron por los comunistas, pero yo no era comunista, así que no dije nada. Luego vinieron por los socialistas y los sindicalistas, pero yo no era ninguna de las dos cosas, así que no dije nada. Luego vinieron por los judíos, pero yo no era judío, así que no dije nada. Y cuando vinieron a buscarme a mí, no quedaba nadie que dijera algo a mi favor”.

En realidad los que tienen que rechazar y refutar la nefasta asociación entre su fe y la “labor del Señor” que Bush pretende que está realizando, son cristianos como estos últimos, pero de nuestros días, y deben pronunciarse contra las tendencias fascistas que ocurren ahora mismo en nombre del que aconsejó a sus seguidores: “Ama a tus enemigos, haz el bien a los que te odian, bendice a los que te maldicen y ora por los que te persiguen”. (Luc 6:27-28) En sus palabras tenemos la base segura de un movimiento cristiano antifascista.


Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y Profesor Adjunto de Religión Comparativa. Es autor de “Servants, Shophands and Laborers in in the Cities of Tokugawa Japan; Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan; and Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900”. También colaboró con la implacable crónica de las guerras contra Irak, Afganistán y Yugoslavia de CounterPunch, “Imperial Crusades”.

Su correo es: gleupp@granite.tufts.edu