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La promoción social y económica en el capitalismo: un fenómeno mediático

Publie le Martes 12 de abril de 2005 par Open-Publishing

Por Alberto Villanueva Arandojo

¿Cual es la función social de las PYMES dentro del entramado del sistema capitalista?; ¿Porque últimamente asistimos al absoluto fomento de la pequeña actividad empresarial?

Últimamente asistimos a una proliferación general de la actividad empresarial. Desde los cuerpos y organismos tanto públicos como privados se hace lo posible por fomentar la pequeña iniciativa privada. Se fomenta la imagen, real o aparente, de que cualquiera puede convertirse en empresario. De que cualquiera puede convertirse en propietario de una PYME y lanzarse al campo de la actividad empresarial.

Frente a la imagen de grandes e inoperantes gigantes empresariales se ofrece la visión de una pequeña empresa efectiva y dinámica. Sin embargo, inexplicablemente, las grandes empresas siguen obteniendo una rentabilidad, comparada globalmente, superior a la de las PYMES.
Si la estructura del gran capital concede terreno de actividad a las PYMES esto se debe, fundamentalmente -que no exclusivamente-, al menos a dos motivos, o razones de corte general.

Por un lado no llevar a cabo por parte del gran capital corporativo actividades que entrañan serios riesgos económicos, y cuya rentabilidad no está asegurada. Es decir evitar una actividad que si bien es necesaria para la articulación del conjunto de la economía implica riesgos económicos serios -basta con analizar la supervivencia media de una PYME en el tiempo, o la rentabilidad media que obtienen-.
Básicamente es delegar en un “rango menor” aquella actividad económica que por su baja rentabilidad general exige una efectividad mayor, y un mayor grado de presión total sobre los trabajadores[1].

Es decir se deja en manos de la pequeña empresa el ejercicio de aquellos segmentos de la actividad económica que exigen un mayor grado de alienación sobre los trabajadores; desde una óptica liberal el ejercicio de aquellos segmentos de la actividad económica donde el punto de equilibrio entre la rentabilidad del trabajador y el salario del trabajo es más bajo[2].

Por otra parte hay que reforzar la idea y tendencia de que el capitalismo es un sistema social permeable, que permite progresiones sociales, y que, de modo reduccionista, el capitalismo es un sistema que permite a cualquiera convertirse en empresario[3].

Es decir las PYMES, al igual que los cuerpos de funcionarios públicos, se configuran en una estructura cuya finalidad ideológica y social es mantener la apariencia, sea real o no, de que el capitalismo como sistema de referencia permite un grado más o menos elevado de promoción social entre sus elementos menos favorecidos o con un status inferior: los asalariados. La realidad es que existe un nivel de renta mínimo para poder convertirse empresario[4].

De entrada no todo el mundo puede convertirse en empresario. Existen limitaciones derivadas del nivel de renta y la disponibilidad de bienes raíces y capitales. Otra cosas es que este nivel de renta sea fácil o difícil de alcanzar; desde luego exclusivamente por el ahorro de una parte del salario generalmente difícil.

En última instancia lo cierto es en el mejor de los casos y suponiendo la obtención de determinado nivel de renta el conjunto de los ciudadanos -si entendemos como relativamente fácil de alcanzar el nivel de renta mínimo para iniciarse en la actividad empresarial- sólo puede acceder al rango más bajo de dicha actividad empresarial.
Al segmento de la actividad empresarial que entraña más riesgos económicos y menor rentabilidad, pero que en cualquier caso de tener éxito promociona al empresario a un status económico y social superior al del conjunto de los asalariados[5].


[1] Ahondando en esta postura es imposible no recordar como el gran capital se filtra en los campos de actividad de las PYMES y expulsa éstas de ellos si dichos campos ofrecen unas posibilidades económicas apetecibles. Los ejemplos están a la orden del día, desde el comercio alimentario o textil, pasando por la distribución de productos, la venta de carburantes, y llegando a la propiedad y control de las salas cinematográficas y teatros. Existen multitud de ejemplos. Cuando un determinado sector de la actividad económica puede otorgar una rentabilidad elevada -o simplemente sostenida o apetecible- la gran empresa desembarca en él y expulsa a las PYMES de dicha actividad.

[2] No está de más reseñar que el salario que perciben los trabajadores no atiende de manera exclusiva a la rentabilidad que se obtiene de su trabajo. Influyen otros muchos factores. Pasando por el sexo, raza o religión del trabajador, y siguiendo hasta la cohesión social, fuerza sindical, y capacidad organizativa de los trabajadores de un campo. Probablemente uno de los factores principales que ayudan a explicar el proceso de atomización y fragmentación de la producción industrial -que no del capital que controla dicha producción- desde 1973 sea contribuir a fragmentar la capacidad de organización y lucha sindical del conjunto de los trabajadores.

[3] Desde luego si la percepción general del grueso de los asalariados es que no existe posibilidad real de promoción económica y social -aunque sea a funcionario, que es la categoría que se observa como de mayor grado dentro del conjunto general de los asalariados, en parte por sus condiciones mejores condiciones generales de trabajo y renta- esto, desde luego, implica un inmediato rechazo por parte de dichos asalariados de todo el sistema. Sin permeabilidad económica y social, aunque esta pueda ser más aparente que real, el capitalismo, al igual que cualquier sistema, tiende a la inestabilidad.

[4] Habría que establecer una dicotomía, o disociación, entre los autónomos, trabajadores por cuenta propia, pequeños propietarios comerciales, y los empresarios en sí, es decir: aquellos que utilizan mano de obra asalariada; y que, dicho sea de paso, no pertenecen en modo alguno a la misma categoría; aunque alguien este empeñado en que así lo observemos.