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36 años después: Chile siempre
José Gregorio González Márquez
caminosaltair@hotmail.com
Después de treinta y seis años, la herida causada al pueblo chileno aun permanece abierta. El asalto a La Moneda sólo fue el inicio de un oscuro devenir que hundió a Chile en el dolor. El 11 de septiembre de 1973 se consolidó – para desgracia de América Latina – una de las dictaduras más sangrientas vivida por pueblo alguno. Con el apoyo de la CIA y la intervención directa del gobierno norteamericano, Augusto Pinochet asumió el poder derrocando al compañero presidente Salvador Allende. Se usó como pretexto la necesidad de salvaguardar la defensa de “la civilización occidental y cristiana” y “el respeto a la personalidad humana”. Paradójicamente los militares que se sublevaron con la anuencia de sectores civiles, se dedicaron a extirpar cualquier tipo de resistencia popular provocando la violación permanente de los derechos humanos. El 11 de septiembre de 1973, la felonía derribó en Chile el gobierno constitucional de Allende quien llegó a la Moneda con el voto y el apoyo popular.
El asalto de los generales “defendió el derecho” de los capitalistas nacionales y extranjeros, supeditó los intereses del pueblo al de los grandes capitales. Indudablemente, el proceso revolucionario llevado adelante por la Unidad Popular lesionó las ganancias que los poderosos grupos foráneos tenían en Chile. Aún permanece latente en la memoria de los pueblos latinoamericanos el cierre del Congreso Nacional, la proscripción de los partidos de izquierda, la clausura de los diarios y emisoras que apoyaban al gobierno y lo que fundamentalmente generó el filofascismo: la violación de los derechos individuales y colectivos.
La opresión encabezada por el bastardo Pinochet, sembró en el pueblo chileno angustia y miedo. Detenciones masivas, asesinatos, torturas, desapariciones forzosas y persecuciones se abatieron sobre los opositores al momio. La represión, el hostigamiento, la intimidación y el irrespeto a la vida fueron el preludio a una dictadura devastadora que se consolidó durante 16 años.
Treinta y seis años después, la presencia del Compañero Presidente y de todos los camaradas que murieron durante la dictadura de Pinochet, permanecen presentes en nuestra memoria pues representan los estandartes para seguir luchando por la vida y la democracia. No olvidemos las últimas palabras que Allende dirigió al pueblo chileno: “ Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres de Chile este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre digno para construir una sociedad mejor”