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Bin Laden: muerto por haber mordido a los canallas que le habían fabricado
Publie le Martes 3 de mayo de 2011 par Open-PublishingTodas las televisiones del mundo han retrasmitido las imágenes de Obama anunciando la ejecución de Bin Laden por un comando norteamericano y las manifestaciones de alegría que han acompañado en Washington al anuncio. Oyendo la avalancha de felicitaciones que han seguido, uno se plantea que no hay de qué regocijarse porque los servicios secretos y el ejército más poderoso del mundo han tardado diez años para acabar con el hombre que concibió los atentados del 11 de septiembre de 2011.
Bin Laden era un crápula y realmente no hay lugar para llorar su muerte. Los atentados de 2001 fueron una infamia que, si el World Trade Center podía pasar por el símbolo del imperialismo norteamericano, los cerca de tres mil empleados que murieron en los atentados no estaban en absoluto en la política imperialista.
Sin embargo basta con escuchar las informaciones que relatan la vida de Bin Laden para darse cuenta que fue fabricado por el propio imperialismo norteamericano.
Este hijo de una rica familia burguesa instalada en Arabia Saudita se lanzó a la actividad terrorista con el patrocinio de los servicios secretos estadounidenses. En esa época, los años 80, Afganistán estaba ocupado por el ejército soviético. Para oponerse a la influencia de Moscú en este país, Washington no escatimó medios para sostener y armar guerrillas fundamentalistas. Los orígenes de Al Qaeda son los mismos que los de los talibanes, estudiantes de religión que un poco después impusieron su dictadura sobre Afganistán.
Las potencias imperialistas están habituadas a este tipo de juego, incluso fuera del contexto de las pasadas rivalidades con la ex-Unión Soviética. Su dominación del mundo levanta tal indignación, rabia, odio, que todos sus ejércitos nos bastarían para contener las explosiones que la misma provoca. Las potencias completan sus violencia directa con la manipulación de las fuerzas reaccionarias locales y levantando unos pueblos contra otros. El saqueo del planeta por unas decenas de grupos capitalistas, se perpetúa a este precio.
Pero sucede a menudo que los perros guardianes se vuelven rabiosos y muerden a sus propios amos. Es lo que le ha sucedido al Estado de Israel que había manipulado anteriormente a Hamas para reducir la influencia de Arafat. Es lo que le ha sucedido a Estados Unidos con Bin Laden. La máquina de matar tan perfeccionada que contribuyeron a crear mostró su terrible eficacia en el mismo corazón de la potencia norteamericana.
Entonces, los dirigentes de este mundo pueden todavía alegrarse ruidosamente y anunciar que el terrorismo ha muerto. Pero no está muerto porque son ellos los que lo hacen renacer sin cesar. Si Bin Laden ha podido esconderse tanto tiempo, no en una cueva en las lejanas montañas de Afganistán, sino en una ciudad cercana a Islamabad, la capital de Pakistán, aliado de EE.UU., es porque se ha beneficiado de complicidades, comenzando por los servicios secretos de Pakistán, pero también de la población.
Sí, Bin Laden era un crápula que tenía el mismo desprecio por los hombres como los dirigentes del mundo imperialista. Los bombardeos ciegos de unos nutren los atentados ciegos de los otros. Para reclutar y fanatizar a hombres desesperados hasta el punto de hacerse saltar por los aires con sus bombas, Bin Laden pudo encontrar un vivero en la inmensa miseria material y moral fabricada por la dominación del imperialismo en los países pobres musulmanes.
Incluso en plena euforia, los responsables políticos del imperialismo temen una ola de atentados, en venganza. Porque, si Bin Laden es detestado, y con razón, por la población norteamericana, es diferente en esa parte del mundo donde incluso sus peores acciones pasan por ser actos de venganza contra las potencias occidentales que les saquean, les explotan y les humillan.
Estas masas de pobres que se han sentido vengados de su propia humillación por los actos y los discursos de este hijo rico de la burguesía, reaccionaria, se engañan, por supuesto. Los que practican el terrorismo ciego en nombre de ideales reaccionarios sólo pueden engendrar regímenes de feroz opresión para los explotados. Para los pobres, no hay más vengador supremo que el supremo salvador.
La emancipación de los trabajadores de las cortapisas de una sociedad donde reina el dinero, la explotación, el imperialismo, será obra de los trabajadores mismos. Esto vale para las masas desheredadas de allí como para los explotados de aquí.
Arlette Laguiller
Traducción de F.P.