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¿Crítica a una crítica cubana?:

Publie le Jueves 17 de septiembre de 2009 par Open-Publishing

Guillermo Almeyra y el ejercicio de una solidaridad responsable

Guillermo Almeyra ha respondido a dúo los criterios que le manifesté (1). El compañero Orlando Cruz Capote con mucha más inmediatez, le ha devuelto sus opiniones (2), y a la vez realizó a tan crítico interlocutor, una exhortación para que publique en su columna nuestras polémicas. He esperado… y al parecer tal solicitud no se va a hacer realidad. Apelo entonces a otros medios.

Almeyra tiene la gentileza de congratularme por mi “cierta pasión patriótica, y no solamente burocrática”. Pienso que en este tipo de debate “desde la izquierda”, lo fundamental no está en personalizarlos. Aunque no siempre lo logremos, hay que tratar de centrarse en la evaluación de los posicionamientos políticos e ideológicos concretos, y en la crítica revolucionaria de las ideas que los sustentan. Solo así llegaremos a consensos sobre lo que realmente asumimos si de praxis emancipadora hablamos.

Guillermo Almeyra trata en su respuesta varios asuntos. Me referiré en esta oportunidad a los que tienen que ver directamente con el ejercicio político cubano; acomoda Almeyra su respuesta a un interlocutor para el que en Cuba “todo va del mejor modo posible y se hace todo lo que habría que hacer”. Se hace evidente que en ese “mundo ligado por la cibernética” a que hace referencia, que tan buenas “informaciones de primera mano” le proporciona, no existen las revistas y medios donde están nuestras opiniones.

Como parte de un presupuesto falso, la lógica de intentar “probar” la existencia de una y otras problemáticas adversas, resulta estéril. Si Almeyra no tuviera ¿bloqueado? el acceso a nuestros medios, pudiera tener una lista mucho más sustanciosa y larga de insuficiencias, insatisfacciones y retos. También de todo lo que hacemos para resolver los problemas que confrontamos. Con tal base objetiva, quizás pudiera colaborarnos con algunas ideas, críticas y propuestas novedosas, que agradeceríamos. Pero esa solidaridad responsable que estamos en derecho de reclamar a quienes se identifican como amigos de la Revolución Cubana, no es el camino que ha decidido recorrer Almeyra.

El desconocimiento de “primera mano”

Resulta paradójico que Almeyra posea tanta y tan fidedigna información sobre Cuba, como para no conocer ni siquiera en detalles gruesos el sistema político, ni los mecanismos de ejercicio democrático en mi país. La respuesta a todas sus preguntas sobre las elecciones cubanas, está en la Ley Electoral No. 72, promulgada el 29 de octubre de 1992.

La pregunta sobre quien “revocó” a unos y otros dirigentes de reciente sustitución, confirma como entre las opciones de información “de primera mano”, Almeyra también esta privado de leer “Granma”, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. En este periódico y en casi toda la prensa escrita y digital cubana, fueron oportunamente publicadas las cartas de renuncia de los diputados en cuestión. La crítica pública de Fidel fue posterior a la reunión ampliada del Buró Político del Comité Central del Partido, donde con la participación en plenitud de derechos de los compañeros involucrados, se realizó un profundo análisis de las graves violaciones de la ética revolucionaria y la disciplina estatal y partidista en que habían incurrido.

Dígame: ¿en qué país o sistema “democrático” hay que realizar un proceso revocatorio a quien en ejercicio de su voluntad y derecho renuncie? En tales casos, los órganos por donde fueron electos hacen efectivas las renuncias y, según la Ley, establecen los procedimientos de sustitución. En Cuba esta facultad -en el caso de los diputados- la tienen las asambleas municipales.

Almeyra afirma: “Los diputados, es cierto, pueden ser revocados por sus mandantes: ¿alguno acaso lo fue?” Esa dicotomía entre la democracia formal que se declara y no se realiza, parece que lo tiene a punto de desorientación. Sabemos que tal cosa ocurre a diario en el mundo burgués donde vive, pero no nos merecemos tal suspicacia, si del proceso revolucionario cubano se trata. La revocación se aplica en todo el sistema de la democracia cubana, desde las bases en los Consejos Populares hasta la Asamblea Nacional. Sólo adjunto la tabla del movimiento a nivel de diputados, que lo actualizará al respecto:

Almeyra pregunta si se puede en las asambleas de trabajadores “elegir delegados por resolución de las bases”, si en “las asambleas en los centros de estudio” tienen la posibilidad de nuestros estudiantes de “discutir y rechazar los programas y los métodos de enseñanza”: Resulta que durante cincuenta años de seguimiento “de cerca y con pasión” de “lo que pasa en Cuba”, este amigo nos ha acompañado con un puñado de dudas sobre la naturaleza participativa y democrática de la Revolución.

¿Dónde ha estado Almeyra cada vez que en el país se ha realizado un Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC)? En 1959, año de la Liberación, se realizó el X Congreso, en el 2006 se efectuó el XIX Congreso. En medio siglo además, se han reunido los sindicatos ramales y las organizaciones estudiantiles en más de cuarenta congresos, que siempre involucran desde las organizaciones de base a cientos de miles de sus miembros, en enjundiosos debates y no menos sustantivos acuerdos.

Si Almeyra siguiera el movimiento del cambio revolucionario en Cuba, se percatara de qué ocurre realmente. Hay pruebas rotundas del continuo aporte, la permanencia y viabilidad del sistema de organizaciones revolucionarias de masas. Se trabaja con una mirada de renovación, de señalamiento preciso de los problemas de formalismo e inercia que existen. Hay reflexión sobre que estamos por ratificar, junto a la referencia de aquellas prácticas, métodos y estilos, que ya a esta altura del desarrollo de la Revolución y sus sujetos concretos, debemos negar dialécticamente. Lo triste es que Almeyra ni conoce, ni ve, nada de nada, y para colmo quiere y opina de todo.

Y no es sólo Almeyra: hay varios intelectuales más, con historia y alineación de izquierda, que han tomado el oficio de fiscales hipercríticos de la Revolución Cubana.

No ven las realidades democráticas de derecho y práctica cotidiana en mi país. No aprecian el esfuerzo de la dirección del Partido por promover un diálogo superador; tan crítico y autocrítico, como seguro y optimista, porque sabemos de las calidades y valentía del pueblo revolucionario de Cuba. El saludable ejercicio de superación de lenguajes triunfalistas y panfletarios que avanza en la prensa nacional, carece de significación para estos modernos inquisidores, sólo les interesa anotar las deficiencias, para luego descontextualizarlas, refreírlas en sus libelos y ofertarlas como pruebas de “decadencia”.

Desde el ángulo propiamente pedagógico, la referencia de Almeyra a la ultrademocrática posibilidad de que en las aulas y escuelas se pueda discutir y rechazar los programas y los métodos de enseñanza, nos asoma a un tema que precisaría de un comentario a parte. Sólo pregunto: ¿Sabe Almeyra cuánta manipulación y bazofia neoliberal se ha ido colocando para mitificar el histórico tema de la reforma universitaria, para entorpecer la lucha contra la docencia anquilosada y retardaria? ¿Sabe cuánta desestructuración de los proyectos de nación se persigue, tras el tema “tecnológicamente neutro” de los llamados “currículos flexibles”?


Las comparaciones con el socialismo que fracasó

Las comparaciones de Cuba con los desaparecidos estados socialistas de Europa del Este, pueden ser útiles en varios campos. Pero establecer una equivalencia entre el sistema electoral búlgaro de entonces, y el cubano de hoy, manifiesta no solo falta de conocimientos. Es una simpleza.

¿Sabe Almeyra que antes de proponerle al pueblo cubano su constitución y sistema electoral, se hizo un amplio y documentado estudio de las constituciones, sistemas y experiencias del entonces campo socialista? Hubo una muy rigurosa evaluación, fertilizada con la historia del derecho y la constitucionalidad nacional, con las prácticas que la Revolución en el poder había ido desarrollando. El sistema antes de extenderse se experimentó primero en la provincia de Matanzas y se le hicieron nuevas adiciones salidas de tal práctica. Blas Roca, constituyente comunista por votación popular desde 1940, tuvo a su cargo la dirección de tan compleja tarea de derecho comparado.

La comparación para intentar “descubrirnos” los peligros del desaparecido “socialismo real” tampoco resulta. Es un ejercicio estéril. Conocí Bulgaria socialista, un país hermoso, un pueblo de historia combativa, de legendarios guerrilleros y heroica resistencia antifascista, alegre y entusiasta, culto. Bajo el socialismo el pueblo búlgaro logró transformar un país agrícola atrasado, en un floreciente jardín, con una industria agroalimentaria de la que los cubanos no supimos aprender lo suficiente. Los búlgaros dejaron atrás la pobreza y la dictadura del capital, y se encaminaron al socialismo. Hoy sabemos que no basta querer avanzar hacia la nueva sociedad, que por el camino se puede perder el rumbo.

Nunca entendí la discriminación a los búlgaros de origen turco. Si el socialismo no es el fin de los desencuentros del pasado, el respeto por las culturas y las identidades de todos y todas, jamás será socialismo. Menos compartí las diferencias en modo de vida y oportunidades, que pude observar entre los dirigentes partidistas, sus familias y el pueblo. Por entonces, en aquella Bulgaria amable y solidaria, ni me imaginaba el próximo derrumbe, pero de lo que si estaba seguro, era de que aquel no era mi socialismo.

La ventaja ideológica que compartía con mis compatriotas de estancia en Bulgaria, nacía de ese culto a la igualdad y dignidad plena de los hombres y mujeres, que los cubanos -primero que en Carlos Marx- aprendemos desde la infancia en la “Edad de Oro” de José Martí. La ventaja de praxis era muy modesta, pero suficiente para despegarnos de lo que veíamos. Sólo unos meses antes, y por espacio de casi dos años, habíamos estado varios de los dirigentes juveniles que me acompañaban, paleando concreto de sol a sol en el reparto obrero de Alamar, para construir el primer edificio de apartamentos donde viviría un grupo de “cuadros” y trabajadores del Comité Nacional de la Juventud Comunista. Nada se nos regalaba: los cuadros, al igual que los trabajadores, formamos nuestra propia “microbrigada” y nos sumergimos en la práctica y el aprendizaje totalizador del mundo del trabajo.

Olvida Almeyra que somos muchos los cubanos y cubanas que conocimos las sociedades de la URSS y el llamado socialismo real. En ella nos instruimos, alcanzamos estudios superiores y grados científicos, vivimos entre sus ciudadanos, recibimos mucha solidaridad y cariño. No pocos tenemos por aquellas tierras amores y amigos entrañables, que nunca hemos dejado de atender. Otros, no pocos, fundaron sus familias en la simiente generosa de aquellos pueblos. Fuimos y somos beneficiarios directos de lo mejor del internacionalismo socialista.

Desde mediados de la década del ochenta la autocrítica sobre las insuficiencias del socialismo cubano acumuló los elementos de constatación práctica, criterio político y teórico suficientes para entender las limitaciones y errores del socialismo de modelo soviético. Comprendimos que los problemas estructurales de la economía cubana, no estaban siendo superados en los marcos de la relación con la URSS y en la división internacional socialista del trabajo. La evaluación de la situación creada, nos llevó a percatamos –antes que la dirección soviética hablara de perestroika- de la necesidad de rectificar. Y en tal criterio se inicia el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, en los debates del III Congreso del PCC en 1986.

Quizás no exista fuera de las fronteras europeas, quienes mejor conozcan la experiencia soviética, que estos antillanos y antillanas. Sin embargo, lejos de la repulsa ideológica y política que protagoniza la propuesta de Almeyra, vamos a seguir estudiando lo que allí ocurrió, qué representó un avance, qué hicieron bien, dónde se equivocaron, cómo la guerra económica del capitalismo mundial, la presión armamentista de los Estados Unidos y la subversión política e ideológico cultural liderada por la CIA y los servicios de la OTAN, lograron empujar el fracaso, qué copiamos en Cuba, y los más importante: que prácticas negativas de matriz mimética aún nos quedan por sacudir.

La solidaridad responsable

Nos falta muchísimo por evaluar, por promover a debate, nos urge trabajar más y mejor, hallar las soluciones más revolucionarias a los grandes problemas nacionales, y a los múltiples pequeños-gigantes conflictos en las comunidades, en la vida y la realización socialista de cada personalidad, de cada cubano y cubana. Ese espacio, siempre abierto desde la praxis a la construcción ideológica y política, en lo inmediato se reactualiza con el proceso de preparación del VI Congreso del Partido. Y en tal esfuerzo, no le quepan dudas a nadie, están también convocados nuestros amigos y compañeros que piensan el socialismo desde sus específicos escenarios de lucha. Pero la respuesta dada por Guillermo Almeyra me ratifica la pertinencia de insistir en la necesidad de un ejercicio de solidaridad responsable.

Ratifico que no pretendo acallar las posibles opiniones discrepantes, ni solicitar un acompañamiento acrítico. En mi criterio, quienes enfatizan los lunares, están tan alejados de la Cuba real, como aquellos otros amigos que nos idealizan.

Hoy más que nunca, lo que hacemos en la Mayor de las Antillas, su evaluación e intelección, resultan también de interés práctico para los procesos democráticos y revolucionarios en curso, para entender qué ha hecho y hace cada sujeto comprometido con el cambio revolucionario. Y si queremos trascender a un socialismo de éxito en el Siglo XXI para Cuba, América Latina y el Caribe, precisamos de crítica desprejuiciada, y capacidad de renovar y desarrollar la teoría y la praxis revolucionarias. Y esa es una tarea de todos, y para ejercerla –como lo ha solicitado Fidel Castro- se precisa responsabilidad y sentido del momento histórico

La misión de reafirmarnos y renovarnos resultará como en el pasado Siglo, muy difícil, casi imposible de realizar, si no empezamos por exorcizarnos de los viejos fantasmas. Hay que entender que la primera tarea de un revolucionario es autoeducarse en el pueblo y en la lucha revolucionaria concreta, abrirse a lo nuevo, despojarse de verdades preconcebidas, petulancias y vanidades. Si no partimos de que somos sujetos en desenajenación, muy poco avanzaremos. ¿Por qué asustarse o darse por ofendido, frente a una crítica de carácter ideológico o político? Los revolucionarios somos los únicos que podemos tener “problemas ideológicos”, los que somos sujetos de debilidades y ambiciones burguesas, acomodamientos, prejuicios de un tipo u otro…

Precisamente la lucha contra nuestras propias miserias es la primera gran batalla revolucionaria y socialista que tenemos que vencer, una vez en voluntad y asunción histórica para comprometernos a militar en una organización revolucionaria y, todos los días también, desde una cotidianidad de relaciones de mercado, tentaciones mundanas y anomia edulcorada que nos retan. Nuestros adversarios no tienen nuestros “problemas”, ellos conscientemente asumen la ideología del capital, la filosofía del individualismo y el egoísmo, del pancismo y el acomodamiento, del tener sobre el ser, el criterio del explotador, del hombre lobo del hombre.

Si se es intelectual hay que trabajar con espíritu proletario, hacer nuestra labor con modestia y dedicación, con seriedad. Nos podemos equivocar, unos somos menos y otros son más inteligentes, preparados y cultos, pero no tenemos derecho a la improvisación y falta de estudio, a la chapucería. Menos se puede permitir espacio a la desconfianza y los recelos. La suspicacia siempre será una siembra para el divisionismo.

El compromiso con la verdad es el centro del mundo moral de un revolucionario. Es el principio de principios para una ética socialista: ¿Cómo se puede ser solidario con la Revolución Cubana con espinas clavadas, con ponzoñas que precisan de cura de certezas, qué amor se sustenta en dudas de principios?

(1) Guillermo Almeyra: “Crítica a una crítica cubana”, 2009/08/30 www.jornada.unam.mx

(2) Orlando Cruz Capote: "¿A qué se debe esta andanada de odio y mezcla de problemáticas contradictorias de todo tipo? ¿Está llamando al desorden, al caos y a la anarquía en mi Isla, señor Almeyra?" www.kaosenlared.net/noticia/no-dice-senor-almeyra-comentario-jornada