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El migrante irregular

Publie le Domingo 7 de agosto de 2005 par Open-Publishing

un asunto de política internacional

Por Olga L. González*
(Agosto 04 de 2005)

La muerte del brasileño Menezes debe ser una alerta.

¿Por qué no se detuvo el brasileño cuando se dio cuenta de que la policía lo seguía en la estación de Londres? ¿Por qué estaba tan nervioso que parecía un “conejo asustado”, según un testigo que lo vio en un vagón, aumentando las sospechas de los agentes?
Jean C. Menezes está enterrado en su pueblo natal, pero existe un detalle que ha salido a la luz pública y ayuda a entender su extraño comportamiento: estaba de ilegal en Inglaterra. Ahora que se ha venido a saber que su visa de estudiante se había vencido hacía dos años, y que se puede suponer que su comportamiento de pánico estaba ligado a su condición ilegal, bien vale reflexionar sobre las condiciones de vida del sin papeles.

Son millones, de todas las nacionalidades, repartidos en los países desarrollados. La mayoría ingresó en condiciones legales, muchos como simples turistas. Llegaron con la intención de trabajar para abrirse un futuro mejor y para enviar remesas a sus familias en sus países de origen. Forman una fuerza laboral impresionante, necesaria para los países ricos. Por solo citar algunos ejemplos, la agricultura de Estados Unidos y de España, el servicio doméstico de Italia o la industria de la construcción en Francia, no podrían ser competitivas sin estos trabajadores.

Colombia tiene irregulares repartidos por varios países: Estados Unidos y España están a la cabeza, pero también Israel, Italia, Francia... Como el electricista muerto, son personas que trabajan honestamente pero viven en una situación de incertidumbre. El ilegal no puede viajar a su país de origen (vive alegrías y duelos en la distancia). Siente en permanencia la zozobra del control policial: en una estación de Metro, en un problema de tránsito, o por simple rutina, lo pueden detener, arrestar, juzgar y expulsar. Goza de menos derechos que un trabajador legal (sin contrato, sin seguridad social, sin pensión) pese a que trabaja tanto o más. Desconoce sus derechos; frecuentemente es explotado laboralmente. A menudo tiene dificultades para obtener servicios de salud o educación.

¿Qué puede hacer el Gobierno colombiano para cambiar este tipo de situaciones? En apariencia, el tema pertenece a la esfera particular: quien haya decidido salir lo ha hecho por su propia cuenta y le corresponde asumir las consecuencias. Claro que las cosas no son tan sencillas, pues es por obra y gracia de las políticas migratorias actuales que muchos de los migrantes que trabajan en los países del Norte están en situación irregular.
Otros gobiernos, atentos a la suerte de sus nacionales, han realizado acuerdos con los países centrales para obtener más visas, para regularizar (México y Estados Unidos en el 2001), para flexibilizar los requisitos de estadía y mantener los derechos sociales (los países del Maghreb y Francia). Las condiciones de sus emigrantes preocupan también a Argentina, que recientemente protestó ante España por el maltrato que sufrieron argentinos en Madrid.

El Gobierno colombiano debe tomar iniciativas en aras de la protección de las condiciones de vida del migrante irregular. Podría incluir el tema de la regularización en la agenda internacional. El TLC, escenario en el que se negocia la movilidad de bienes y servicios, podría contemplar una cláusula para mejorar la situación de los compatriotas en Estados Unidos. Al fin de cuentas, ellos son la expresión más humana de la movilidad. En los países que se benefician de manera masiva con el trabajo del irregular, vale la pena insistir para que se tengan en cuenta y se respeten los derechos del migrante. La muerte de Menezes debe alertar sobre la tragedia del irregular.


* Realiza un doctorado en sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París.