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Hace cincuenta años moría Albert Camus

Publie le Viernes 8 de enero de 2010 par Open-Publishing

Por Maurice Ulrich

El autor de “El Hombre rebelde” tenía cuarenta y siete años. Premio Nobel de Literatura (1957), estaba obsesionado por la ausencia de Dios y habitado por la libertad humana.

Cuatro de enero de 1960. Un Facel Vegas se estrella contra un árbol en el Yonne. Es el coche de Michel Gallimard, hijo del editor. A su lado su mujer Janine, su hija Anne y Albert Camus. Michel Gallimard morirá cinco días más tarde. Camus muere en el acto. Tenía cuarenta y siete años. Entre los restos del accidente se encuentra su último manuscrito, inacabado, “El Primer Hombre”. Está dedicado a su madre con estas palabras: “A tí que nunca podrás leer este libro.” Catherine Camus nunca aprendió a leer. Viuda en 1914 tras la muerte de su marido, modesto empleado en la viticultura, movilizado y herido en el frente, su madre deberá trabajar duro para educar a sus dos hijos. Lucien, el mayor, y Albert, nacido en 1913 en Mondovi, Argelia. Cuando dedica este libro, ya es premio Nobel de literatura. Lo recibió en 1957 y lo dedicó, esta vez, a su maestro, Louis German. Es él quien, habiendo notado las aptitudes del muchacho, le conseguirá una beca para entrar en el Instituto de Argel. Allí brillará más como portero en el equipo de fútbol que por sus notas excepcionales, pero sin embargo entablará amistad con su profesor de filosofía, Jean Grenier.

La filosofía. Se le criticará mucho tiempo a Camus en este campo. Produce demasiado y muy deprisa. Teatro, afiliación al Partido Comunista que abandonara dos años más tarde, periodista en “Argel Republicano” donde escribirá una serie de reportajes sobre la miseria de la Kabila. En unos años, escribe sus obras: El Malentendido, Los Justos, Calígula…, sus novelas: El Extranjero, La Peste, La Caída.., sus ensayos: El revés y el derecho, El Mito de Sísifo, El Hombre rebelde. Durante la guerra, escribe en “Combat”, uno de los periódicos de la Resistencia, donde llegará, tras la guerra a ser su editorialista, en esta condición, el 8 de agosto de 1945, será el único, sí, el único, en dirigir al mundo esta advertencia: “La civilización mecánica acaba de alcanzar su máximo grado de salvajismo. Será necesario elegir, en un futuro más o menos cercano, entre el suicidio colectivo o el uso inteligente de las conquistas científicas.”

“… yo elijo a mi madre”

Algunos piensan que hace demasiado. Otros no lo suficiente, cuando el conflicto en Argelia se convierta en guerra y, destrozado, lanzará un día esta frase que parece ir contra su obra: “Entre la justicia y mi madre, yo elijo a mi madre.” Durante mucho tiempo no se ha comprendido la indiferencia de Mersault, el personaje de “El Extranjero”, con respecto a su madre: “Hoy mamá ha muerto…” Camus nunca fue un hombre de certezas o de razones totalizantes como diría poco más o menos Sartre. Obsesionado por la muerte y la ausencia de Dios, su revuelta no es contra la condición humana, sino contra lo que esclaviza al hombre. “Todos llevamos en nosotros mismos nuestros suplicios y nuestros pesares. Pero nuestra tarea no es desencadenarlos por el mundo. Es combatirlos en nosotros mismos y en los otros.” (“El Hombre rebelde”)

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