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Indignación con Lockerbie, indiferencia con Barbados

Publie le Sábado 5 de septiembre de 2009 par Open-Publishing

Mientras la liberación en Gran Bretaña del único condenado del crimen de Lockerbie, el atentado contra un avión de la Pan Am, ocurrido en 1988, provoca un escándalo político en Gran Bretaña y la indignación de la Casa Blanca, ningún órgano de prensa señala que en Miami viven, en toda libertad, no solo uno sino dos responsables de un crimen tan horroroso.

Más aún. Luis Posada Carriles y Orlando Bosch que ni siquiera niegan su responsabilidad en la muerte de las 73 víctimas de la explosión de una aeronave cubana ocurrida en 1976 frente a la isla caribeña de Barbados, siguen predicando el terror y conspirando con extremistas, con la inercia cómplice del FBI.

Para Washington, Barbados y Lockerbie no tienen nada en común, ni siquiera el hecho –simple coincidencia- de que George Bush padre era jefe de la CIA cuando ocurre el primer crimen y Vice-Presidente encargado de la Inteligencia cuando ocurre el segundo.

Una comparación entre el manejo de ambos crímenes por las sucesivas administraciones norteamericanas lo cuenta todo.

El atentado de Escocia tuvo prioridad absoluta. La CIA, el FBI y todo lo que Washington tiene de dispositivos de inteligencia lanzaron sobre el caso sus efectivos más confiables.

Ocurrió algo raro. En los primeros tres años, todas las sospechas e evidencias se orientaron contra el Frente Popular de Liberación de Palestina (PFLP), un grupo supuestamente vinculado a Irán.

Pero cuando surge la Guerra del Golfo y que los intereses geopolíticos se reorientaron, la investigación hizo un giro de 180 grados y los mismos sabuesos imperiales se buscaron convenientemente sospechosos del lado de Libia.

Tan grande fueron las presiones, que Tripoli terminó por entregar a Abdelbaset Ali al-Megrahi a la justicia escocesa.

El 31 de enero del 2001, el acusado fue juzgado por un panel de tres jueces reunido en una sala de audiencia especial preparada en una base de la US Air Force, en la vecindad de la ciudad holandesa de Zeist, declarada temporalmente territorio británico bajo jurisdicción de la justicia escosesa..

El juicio estableció un record de duración en los anales de las cortes de Escocia y costó más de 150 millones de dólares.

Las evidencias presentadas fueron tan dudosas que después de la condena del libio a 27 años de prisión, el caso terminó finalmente ante una corte de casación con la perspectiva de hundirse.

El caso Posada-Bosch fue totalmente distinto. La CIA, el FBI y demás agencias se quedaron de brazos cruzados ante un crimen cuyos autores conocían por haberlos contratado y estar al tanto con antelación de sus planes criminales.

Los distintos procedimientos judiciales navegaron ante varias cortes venezolanas en circunstancias siempre equivocas. Y en medio de la controversia y hasta de denuncias de parte de magistrados. Hasta que el entonces embajador en Caracas, el omnipresente Otto Reich, consiguió la liberación de Bosch ante un tribunal que engrasó.

Con Posada, se procedió de manera distinta. La CIA, por el intermedio de la Fundación Nacional Cubano Americana, compró la evasión de su agente con el personal de su centro de detención y lo ubicó luego en la base aérea salvadoreña de Ilopango, a disposición de Oliver North y de su jefe - George Bush.

De Bosch ni se habla desde ya rato. El viejo asesino, afectado de senilidad intermitente, mira el televisor en su bungalow de Hialeah. De su integración a la sociedad norteamericana, agilizada por la congresista, entonces aspirante, Ileana Ross-Lehtinen, apenas se recuerda.

En cuanto a Posada, liberado por el peculiar aparato judicial de George W. Bush, espera un hipotético juicio ante una corte tejana cuya jueza, Kathleen Cardone, ya lo calificó de luchador anticomunista.

De esto, en la Casa Blanca nadie se estremece, ni el Presidente Obama, ni su Secretario de Justicia, Eric Holder que acaba de decretar la creación de un mecanismo de investigación de los torturadores de la CIA.

Que casualidad: Posada también era de la CIA. Y también torturó.