Portada del sitio > La magia de tu vida

La magia de tu vida

Publie le Miércoles 3 de mayo de 2006 par Open-Publishing
1 comentario

Por Rosana Lecay (1)

A Santiago Minor Lecay: al hombre que va naciendo, al niño
que vamos despidiendo...

Ahora te miro hacia arriba. Casi me veo a mí misma.
¡Nos parecemos tanto!
Antes me daba miedo que te parecieras a mí. Temía que heredaras mi
inseguridad, mi inestabilidad y sobre todo, esa incapacidad de disfrutar, esa
insatisfacción constante, esa tristeza perenne.
Hoy te veo largo, desparramado en tu cama mientras estás dormido; intento
acomodarte como hace algunos años, no muchos, pero ya no puedo.
Y me da gusto saberte parecido a mí. No, mucho mejor que yo. Y me sonrío
satisfecha. Me gusta pensar que, en parte, sos mi obra, el fruto de lo que día a
día fui depositando en vos. Incluso con todos esos miedos.
Tu responsabilidad en las tareas escolares, tu seguridad en el estudio, tu
impecable historial académico, me provocan gran satisfacción. Dejame pensar
que algo tengo que ver en eso.
Pero más aún me enorgullece cómo fuiste madurando para enfrentar
problemas cotidianos con gran naturalidad. Me gusta cuando calmás mi histeria
ante insignificantes inconvenientes y movés tu cabeza diciendo: "Ay mamá,
esto se hace así".
Me gusta tu sentido de justicia y empatía social, y no olvidaré jamás como se
escaparon lágrimas de emoción cuando compramos yogurt y galletas para los
niños que cuidaban coches en el centro comercial. Dejame pensar que esa
semilla la sembré yo.
Y aunque estoy segura que nada tengo que ver con tu amor incondicional a los
animales, recuerdo con ternura el día que se cayó el gato de la vecina por la
ventana y, mientras lo dejábamos en una caja en su puerta me increpaste: "¡Es
que no piensas llevar al gato al veterinario!" La verdad, esa nunca fue mi
intención.
Algún crédito deberé darle a tu papá, quien sin duda generó en vos la
sensibilidad política para organizar en tu grupo de la escuela el juego de las
Naciones Unidas, en el que cada aspirante a la presidencia de la organización
realizaba su campaña con propuestas; y tu actual y definido posicionamiento a
favor o en contra de determinados presidenciables.
Me alegra tu compromiso, no se puede ir por la vida sin opinión.
Te he visto impartiendo clases de inglés y paseando perros durante el verano
para ganar un poco de dinero. Demostraste un profesionalismo y
responsabilidad ausente en muchos adultos. Este compromiso con el trabajo, el
empeño y la seriedad con los que encaraste tu empresa de servicios serán,
seguramente, herencia del abuelo Alberto, quien hoy te diría, como lo hago yo,
que la constancia y seriedad son garantía de éxito futuro.
Hoy te veo hacia arriba, guapo, fuerte, inteligente. Más cerca del hombre y
alejándote del niño. Te veo en circunstancias que me hacen sonreír con cierta
nostalgia y que también son nuevas para mí, y me hacen sentir un poco más
vieja.
Abro mi mano para que camines solo. Y te veo manejando mi coche,
aconsejando a tu hermano, saludando a una jovencita que se sonroja al verte.
Y me doy cuenta que huelo a suegra, también me sonrojo y me alejo para no
avergonzarte.
Mi niño-hombre. La vida es tuya.
No puedo asegurarte que no haya decepciones ni dolor en el camino. Sólo
puedo asegurarte que mis brazos estarán siempre listos para consolar algún
fracaso. Y para empujarte a seguir adelante.

(1) Investigadora de la Fundación para la Cultura del Maestro A.C. (rlecay@prodigy.net.mx ; rlecay1@hotmail.com)

Mensajes

  • Los hijos....una obra que caminará sola por la vida. Dejarlos ir, con la satisfacción de que le hemos dado las armas para que se defiendan solos, es nuestro premio.
    Felicidades.
    Ignacio Luna R.