Revolución Bolivariana: fundamentos para la victoria siempre (parte II)

La eficiencia

La eficiencia es el gran talón de Aquiles, no sólo de la Revolución Bolivariana, sino de todas las acontecidas en la historia de la humanidad. A pesar del gran esfuerzo y exigencia llevado acabo por el presidente Hugo Chávez en la de aplicar los máximos grados de eficiencia dentro del proceso revolucionario, no deja de ser preocupante e inquietante el grado de ineficiencia institucional actual que existe hoy en la Venezuela bolivariana, es decir la falta de capacidad de gestión gubernamental que cristalice a buen término y oportunamente la mayoría de los problemas que nos aquejan en lo cotidiano y en lo complejo de nuestra sociedad. La ineficiencia se podría considerar entre otras cosas como un atentado contra el bienestar del pueblo, ser ineficiente en cualquier cargo de responsabilidad gubernamental revolucionaria, es la vez ganarse el titulo de “sepulturero de sueños populares patrios”, es convertirse en un peón inconsciente de la contrarrevolución, es ser “un contrarrevolucionario a larga distancia”, es construir una quinta columna invisible contra los intereses del pueblo y de la patria, al no cumplir con los deberes para con el soberano, porque con su actitud plena de irresponsabilidades y en muchos casos de incapacidades, golpea como un mazo, tirando negligentemente el edificio de la igualdad y la justicia revolucionaria, la cual pretendemos con mucha ilusión y entusiasmo vivir todos como buenos y solidarios hermanos, camaradas unidos en una gran familia nacional. Es por ello que les pedimos a nuestros gestores de la maquinaria gubernamental que no se olviden nunca, ni por un instante, que son muchas las esperanzas depositadas por el pueblo, es decir todos nosotros, en este proyecto de grandes cambios revolucionarios, la cual apostamos fuerte y confiados en que se nos resuelvan nuestros problemas que no son pocos, producto de esa ¡herencia maldita arrastrada por siglos de colonización, caudillismo apátrida, gobiernos sin ninguna vocación nacional, gestiones gubernamentales bananeras y un sin fin de desgracias y abismos políticos cuarto-republicanos que hemos tenido que soportar como pueblo y la patria en su conjunto!. El pensamiento y el cuerpo del pueblo está herido de tanta ineficiencia que posterga el bienestar de su vida al cual tiene derecho. Han sido y siguen siendo muchos los funcionarios de diversos rangos a lo largo de la historia que han construido esa herencia devastadores de los pueblos, y se ha convertido su ineficiente, nefasta e irresponsable gestión, en una maquina demoledora del progreso y el bienestar del pueblo, porque ser ineficiente, tolerante y complaciente con el mal funcionamiento institucional de los organismos públicos, es a su vez, ser indigno del titulo de revolucionario y menos aún ser hijo legítimo de Bolívar. Cada frustración que padezca una persona o un conjunto de personas por una mala gestión gubernamental en los puestos de mayor y menor rango de la maquinaria de gestión gubernamental: ministerios, gobernaciones, alcaldías, secretarías, etcétera, la respuesta social a la ineficiencia podría convertirse a la postre y con motivo en una decepción popular aplastante del gran sueño revolucionario, la cual todos y cada uno de nosotros apostamos hasta nuestra alma en convertir a la patria en una digna cuna de Simón Bolívar. No hagamos que cada frustración del pueblo producto de nuestra ineficiencia se convierta al mismo tiempo en un bastión y una excusa para padecer de las patologías sociales que imperan en diversos pueblos a escala global, haciendo que la misma produzca la indiferencia, la indolencia, el pesimismo, la dejadez, la pobreza, etcétera, que con el tiempo serviría a los intereses contrarrevolucionarios, haciendo aparentar a los procesos revolucionarios como un movimiento social inocuo, sin efectos tangibles y beneficiosos para nuestro pueblo bravo, leal e incondicional a este proceso libertario en el cual vivimos en Venezuela. Por ejemplo, cada vez que un consejo comunal se harta de esperar unos recursos importantísimos para su comunidad, producto de la ineficiencia de un funcionario o de una institución pública, es en sí, una acción burocrática contrarrevolucionaria para con el pueblo. Esa ineficiencia gubernamental por falta de una gestión clara, de ausencia de velocidad revolucionaria, de convicción y madurez política, por lo general infectada y preñada de incapacidades formando una “bomba molotov” en el alma misma del movimiento revolucionario. La ineficiencia crea esto y mucho más, crea frustración, decepción, desesperanza, angustia, desolación y incredulidad en la revolución, en su gobierno, en sus instituciones. Tales efectos en el soberano es un monstruo que va destruyendo todo futuro de transformación social que se digne llamarse revolucionaria. No podemos seguir consintiendo la incapacidad de gestión gubernamental a todos los niveles, desde el funcionario de mínimas responsabilidades hasta los más altos cargos de la gestión pública. Todos y cada uno de ellos han de tomar conciencia que el gran jefe de todo esto, es el pueblo, los demás son sus gestores, sus administradores y sus empleados de su patrimonio nacional, cuyo propietario legítimo es y seguirá siendo el pueblo y nada, ni nadie más. Asumamos este estado de conciencia en hacer de la ineficiencia una enemiga de gran calado para que este maravilloso, único e irrepetible proceso en que vivimos se haga realidad con más alcance en beneficios para nuestras poblaciones, barrios, etc. Es ahora o nunca, no sigamos perpetuando el error de no hacer las cosas bien hechas y a tiempo. No hay mejor camino para la construcción revolucionaria permanente que la eficiencia a todos los niveles de la maquinaria que comanda y gestiona el proceso de transformación social, la cual como deber patrio han de tener como horizonte prioritario el satisfacer a tiempo y oportunamente las necesidades del pueblo para lograr su bienestar total y absoluto.

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