La identidad femenina y los límites del género

¿Está el feminismo actual deshaciendo lo que con tanta paciencia tejió el feminismo de los años setenta? La novelista y ensayista Belinda Cannone nos hace partícipes de sus inquietudes en su último libro. Las recriminaciones, ya sea por desconfianza o por odio, de algunas guerreras del «género» pueden desacreditar la más justa de las causas. Las mujeres pueden hacer más que quejarse, recuerda la autora, no hay mejor defensa que la ilustración. Pero vivimos en una época extraña y en una sociedad no menos extraña que pone la cuestión de la identidad por delante de la del deseo.

Esta noción de identidad ha perdido el sentido. En realidad, lo que somos es resultado de nuestras circunstancias. No hay una manera femenina de ser inteligente, benevolente, o atenta; no más que una manera femenina de ser tonta, negligente o malvada. Belinda Cannone es escéptica, de forma escueta y convincente, con toda esa literatura que gira en torno a la ética del cuidado (la ética del «care», tan próspera en Estados Unidos) que pretende hacernos creer que existe una virtud específicamente femenina (por supuesto ligada a la maternidad) para el cuidado de los demás.

No es que la autora rechace la idea de que pueda haber una manera femenina de vivir y de sentir. Pero esta difícilmente se puede representar fuera del terreno del deseo y el placer. Del hecho de que no nacemos, sino que nos hacemos mujeres (la lección irrefutable de Simone de Beauvoir) no se deriva que el «género» sea totalmente una construcción y, por lo tanto, destinado a la deconstrucción. Pascal decía que hay dos locuras: creer que la naturaleza lo hace todo y creer que no tiene ningún poder. En poco tiempo, hemos pasado de la primera a la segunda. Belinda Cannone nos invita a caminar junto a ella con la idea, simple pero grande, de la «suspensión del género». ¿Interviene la cuestión de género en la conciudadanía, valor republicano por excelencia? La cuestión de género está contaminando el debate intelectual en Occidente. Contra el diferencialismo sexual, la novelista sigue fiel a la idea, cada vez menos frecuente por desgracia, del universalismo de la Ilustración. La diferencia la máscara de la desigualdad. ¡Que se lo digan a las valientes militantes de Ni putas ni sumisas!

Traducción de Sara de Albornoz

L´Humanité en español