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CUBA: LOS SUSTOS DEL POST-FIDELISMO

Publie le Martes 12 de febrero de 2008 par Open-Publishing

Últimamente nos llegan noticias de cambio en Cuba.
En todos los casos hablan del movimiento de la sociedad cubana en la era post-fidelista.
Pero sobre todo habla de las tendencias del cambio y de los intentos de la elite para mediatizarlos y garantizar su propio proyecto de poder

Por un lado, desde el incendiario Youtube llega un video que muestra una discusión entre un grupo de dirigentes políticos jóvenes y adolescentes y uno de los políticos cubanos más inteligente y oportunista de la actual generación, el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón.

Aunque Alarcón es ducho en el uso de la palabra, no sabe debatir (nadie lo sabe en una clase política acostumbrada al monólogo) y por eso se va descomponiendo entre balbuceos de tonterías –mayores y menores- aderezadas con vulgares mentiras.

Ninguna de las dos cualidades le sirve al veterano político para capear el temporal. Es sacudido por cuestionamientos claves sobre la falta de democracia y representatividad de las elecciones, la sobreexplotación de los trabajadores (que deben trabajar dos días para comprar un cepillo de dientes), los privilegios de la élite y la pobreza del resto, así como sobre la represión y carencia de libertades. Aunque Alarcón es ducho en el uso de la palabra, no sabe debatir (nadie lo sabe en una clase política acostumbrada al monólogo) y por eso se va descomponiendo entre balbuceos de tonterías –mayores y menores- aderezadas con vulgares mentiras. La otra noticia habla del destape de algunos personajes de la élite a favor de algunas reformas como es por ejemplo el derecho de los cubanos a viajar fuera del país, salir y entrar en su propia patria, sin necesidad de un permiso oficial. Se trata de altos funcionarios recién nombrados, artistas enriquecidos, viejos funcionarios no menos enriquecidos pero proclives a ciertos amarres liberales, etc. Entre una y otra posición hay una misma motivación, el cambio, pero direcciones diferentes. Los jóvenes se inclinan hacia un cambio sustancial, ciertamente difuso, pero que abarca esferas muy diversas, y aun cuando se cuidan de no atentar verbalmente contra pivotes claves –por ejemplo el partido único- evidentemente están pidiendo desmontar todo el escenario en que el Partido Comunista ejerce su monopolio del poder. Y hacerlo, lo cual es muy curioso, reclamando una perspectiva socialista que quita el aliento al abrumado Alarcón. Los "chicos buenos" del sistema, en cambio, solo piden cambiar algunas cosas, aquellas que son terriblemente obsoletas y criticables, que hay que cambiar si se quiere realizar las reformas imprescindibles para consolidar el poder de una élite emergente que paulatinamente deberá restaurar el capitalismo en el país negociando cada paso con los empresarios norteamericanos y cubano-americanos. Precisamente el sentido que animaba al ultra conservador Juan Pablo II cuando pedía a Cuba y al mundo que se abrieran mutuamente. Ciertamente, una distinción que los izquierdistas fidelistas –todos con más cicatrices que muescas en sus revólveres y siempre tras las defensas onanistas de revoluciones ajenas- no toman en cuenta cuando se afanan en aplaudir lo que no entienden. Mientras, el general Raúl Castro ha dado al mundo pruebas de una pusilanimidad suicida argumentando que los cambios tomarán tiempo, sin explicar cuales cambios y cuanto tiempo, a una población atenazada por lo que uno de los jóvenes "duelistas" llamaba la falta de "proyecto". Evidentemente, el general no las tiene todas consigo, y está enfrentando una fuerte oposición de los "dinosaurios" atrincherados en el Partido Comunista y de los sectores "fidelistas", aupados por el deteriorado Comandante en Jefe y que tienen su principal asidero político en los subsidios de Hugo Chávez. Pero en lugar de saltar hacia adelante y al menos lograr que la economía funcione medianamente, al parecer el general se acomoda a la idea –como decía Prevert- de que nunca es tarde para no hacer nada. Y con ello anota al débito de la revolución cubana otra oportunidad perdida para hacer las cosas diferentes, probablemente mejores. Y las oportunidades, según los chinos, son como las flechas y las palabras: nunca regresan.