Portada del sitio > El Hombre de Quinientos Años.
Por Eduardo Alberto Ortega sulbaran
eduardorebelde168@gmail.com
Oculto entre la maleza llevo siglos, expectante al horror que se burlaba de mi y que sin remordimiento aniquilaba a mi pueblo y a mis tribus hermanas. Allí he permanecidos en tiempo de lunas y soles interminables. Me he visto en la necesidad de confundirme entre la materia verde milenaria como me enseñaron mis antepasados, los abuelos de mi tierra. De mis acompañantes los animales y vegetales he aprendido la difícil técnica del mimetismo, del disfraz oportuno para engañar a la muerte que obedecía sin resistencia a los mandatos de los usurpadores. Desde ese mundo privado he contemplado la llegada maldita de tribus con la piel como el color de las nubes, con caras pobladas con pelos y que sus formas parecían a los remolinos de mis ríos. Hombres de otro mundo con extrañas vasijas en sus cabezas de una materia desconocida para mí, y que brillaba como la luna cuando se veía todo en la espesura de la selva mía y de todos. Con mi mirada verde contemplé y contemplo destrucciones de infinitos pueblos y de lugares que fueron verdes y que ahora desnudos y muertos se presentan al dios sol como un mero espectáculo difunto.
Muchas veces estuve tan cerca de lo que sucedía, que no se como no fui descubierto para sumarme a esa larga historia del asesinato de mis hermanos de bohío, de canoa, de pesca y de fiesta en la comuna. Muchas veces respiro y dudo de estar vivo, toco la materia viva para que me hable y me diga que aún estoy allí, y que no me he ido a la Koima, diosa y tierra de los pueblos que han muerto.
Yo en mi soledad profunda en una noche de desesperación y desconcierto, le grité y le pedí a la Koima que necesitaba ser su hijo excepcional de sus dominios y sus designios, para salvar y combatir a los matadores de mi pueblo sagrado. Le demuestro la necesidad de mantenerme vivo y fuerte para responder con sabiduría a los desórdenes que mis ojos bien abiertos contemplaban. Fueron tantos los malos ejemplos de ese mundo de la oscuridad, que aprendí sin querer las diversas formas como actuaban estas tribus del mal y el egoísmo. Y con ese convenio sobrenatural con la Koima me he mantenido vivo, por la justificación y la voluntad de la diosa de los pueblos de la muerte. Koima junto con el mundo vivo y verde de Achotte me han bendecido con lo mejor y lo peor de cada uno de esos pilares de nuestro universo.
Todo esta extraña forma de vida impuesta por un cúmulo de siglos de despiadado aniquilamiento me han hecho experimentar una metamorfosis en mi pensamiento y en mi cuerpo, que he visto crecer con rasgos culturales de mi naturaleza antigua y las nuevas que iban quedando después de la “construcción destructiva” étnica que transportaban cambios sin pedir permiso de entrada a nuestro mundo dominado por la Achotte y la Koima. Es como si las crueldades y todos esos restantes sentimientos nuevos hubieran influido de forma determinante, en cambiar al detalle todo mi humanidad y todo mi "Mma" o madre tierra: Me ha hecho más fuerte, más ágil, he dejado de caminar con la cabeza hacia abajo, mi mirada que antes era contemplativa se ha transformado en taciturna, como mirada de sabio anciano de mi pueblo antiguo, mi riqueza de la sabiduría con el transcurso de tanto años de experiencias se ha pulido, ahora necesito menos señales para comprender más y de forma mas rápida. Eso de vivir en la espesura y expectante me ha formado como un ser de un mundo inventado entre la Koima y la Achotte o lo que es lo mismo entre la muerte y la vida. La Achotte, un mundo que según mis abuelos era la diosa que habitaba en los cuerpos, en los animales, en las nubes, en el sol, en las piedras, en las montañas, en los ríos, en la luna, en el viento y en todo lo que no dominaba la Koima, porque este era el "Mma" de todo lo vivo. Ahora mi cuerpo de la Koima y la Achotte me han hecho fuerte, generoso, no triste pero sí melancólico, pensador, humilde, pero a la vez orgulloso. Todo quizás por responder de alguna manera a la amenaza existente que poblaba materialmente e invisiblemente mi alrededor.
Con el tiempo, dejé de sentirme como hombre de pocos años para descubrir que me he hecho un hombre de muchos años en un mundo donde la maldad dominaba, dando nacimientos a ríos de sangre que desembocaban en su largo recorrido a un océano rojo como el plumaje de mis pájaros, como si fuera un cementerio líquido que se mostraba como prueba irrefutable de la muerte incontable, sin número, porque la sabiduría de mi pueblo no tiene ni tendrá fin.
No pasó mucho tiempo en que descubro entre la espesura verde la maravillosa sorpresa de que existían otros como yo, hombres indultados por koima y reforzados por la fuerza de Achotte, y que aguardaban en el mundo oculto, el mismo que he habitado por tantos años desde los tiempos antiguos cuando nació el sol y la luna. Allí estaban esperando el momento para actuar en ejércitos, como una medicina comunal o social como dirían ahora, que paralizara las enfermedades de la muerte. Cauto y con ansiedad me acerco, hablo con ellos, y descubrimos con alegría ambas partes, que el lenguaje entre nosotros era el mismo, era el lenguaje de los oprimidos, de los aniquilados, de los aterrorizados, de los ejecutados, de los violados, de los desterrados, de los olvidados, de los excluidos, en fin de los irrespetados. Pronto nos organizamos y empezamos a dar batallas incesantes contra el enemigo sembrador de nuestras miserias. Tales reacciones dio origen a un nuevo pensar y con ellos nacieron líderes por doquier, y sin dudarlo le seguimos por defender a nuestro pueblo y a los pueblos hermanos; sus ideas libertarias nos alimentaban, su valentía nos extirpaba todo miedo, toda duda. Todos en conjunto le gritamos bajo Kolin(promesa) a cielo abierto ante la Achotte y la Koima, elementos de nuestro mundo que hacían posible el equilibrio del "Mma", el mismo que nuestro abuelos caminaron, se alimentaron, cazaron, se alegraron, se cansaron, se amaron, lloraron, se comprometieron, se defendieron y también murieron. Entre los más destacables fueron: Tamanaco, Manaure, Baruta, Naiguatá, Aricabacuto, Chacao Taramaima Caracaipa, Guicaipuro, este último con gran inteligencia llegó a reunirnos en grandes grupos de pueblos antiguos para luchar en conjunto contra los usurpadores en tiempos nuevos y tiempos antiguos. Luego en muchos días de luna y de sol apareció uno entre ellos, el más grande y el más inteligente, llamado el General Simón Bolívar, nombre tan extraño para nosotros los antiguos y nuevos pobladores. Tenía su origen entre las tribus blancas, cosa rara esta, lo cierto es que fue unos de los líderes más feroces que jamás hubiera imaginado los ejércitos del mal, de la miseria y del egoísmo. Era un renegado de la maldad y la injusticia de esos hombres con cara de nubes que no existían en mi tierra, hasta el día y la noche cuando se hicieron las sombras y las luces y mi mundo confundido cambió para siempre, en canoa grande llegaron, parido por la madre agua . Bolívar era un detractor de ese mundo oscuro y gris que lo devoraba todo. Hombre sabio aquel en defensa de los intereses de los pueblos antiguos y otros nuevos que se fueron formando con algo que ellos llamaban el mestizaje. Todos juntos formaban ahora el conjunto de nuestras costumbres. Unas de las primeras cosas importantes que nos dijo fue a través de un comunicado en un extraño y nuevo lenguaje, que estaba formada por muchos dibujos llamadas letras, la cual estaba destinada a despertar a todos los hombres, mujeres y niños que se declaraban en contra del exterminio de mi pueblo y de los de mis hermanos, que decía así:
Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejercito del Norte,
Libertador de Venezuela
A sus conciudadanos Venezolanos:
Un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo.
Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos, y a restablecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas, están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes, ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos.
Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña, y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y, en fin, han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América.
A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, abrirles por la ultima vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de España, y al restablecimiento de la República de Venezuela.
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria y, por consecuencia, será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra, y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela, y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado, serán reputados y tratados como americanos.
Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguera e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida, que ninguna razón, causa, o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis pare excitar nuestra animadversión.
Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
SIMÓN BOLÍVAR.
No fue sino hasta pasado un tiempo que los hombres antiguos nos vimos en la obligación de aprender este mar de dibujos extraños, y que parecía muy importante para nosotros “los hombres de muchos años” dentro de la espesura verde. Pronto, más que tarde, descubrimos su significado, era por así decirlo un decreto de guerra a muerte a todas aquellas tribus que tanta maldad y crimen habían sembrado en nuestro pueblo, no obstante ese hombre renegado de las tribus blancas y otras, llamado el General Bolívar, no solo era capaz y justo, sino que también “generoso entre los generosos”, porque le ofrecía una oportunidad para sumarse al proceso libertario a todos aquellos hombres y mujeres que integraban las fuerzas enemigas, aunque hayan sido culpables de algunos crímenes contra nosotros los pobladores de lo que el denominaba americanos. Fue allí cuando caímos en cuenta que con el transcurrir del tiempo nuestro nombre de pueblo había cambiado, y por fin descubrimos con asombro el nombre de los usurpadores llamado por el general, los españoles. Cada palabra que emanaba por la boca del general Bolívar era un grito de justicia, un restablecimiento del orden natural del hombre y de las cosas, era así como la llegada de la lluvia luego de la larga temporada del sol. Sin embargo a pesar de su generosidad, su infinita bondad y su inquebrantable compromiso con la justicia de los pueblos americanos, no fue suficiente para evitar que los tambores de la guerra se esparcieran. La confrontación estaba servida por doquier, perdíamos en unas, ganábamos en otras. Era un toma y dame, pero lo que sí era indudable era el poder que los siglos le habían otorgado a nuestros enemigos en su vida de constante guerra y muerte. Fueron largos tiempos de choques de lanzas, machetes y cañonazos, grandes y pequeñas batallas dejaban a la madre tierra sin hijos por todas partes, pueblos enteros de nuevos y de viejos habitantes seguían desapareciendo y formando parte del mundo de la Koima. Sin embargo se lograron independencias y soberanías por todas partes después de tantas luchas que se hermanaban con las alegrías, las tristezas y la muerte siempre presente, haciendo posible lo que era imposible. Los gritos de libertad y justicia que se oían en los espacios que los ojos míos y de mi pueblo sólo podían ver con algo a lo que llamaban los nuevos pueblos, la imaginación, era como tener ojos en un mundo desconocido dentro de nuestras cabezas.
La gesta libertadora del general Bolívar nos trajo de nuevo la propiedad antigua que nos devolvió la tierra, los ríos, las nubes y el mundo de la espesura verde.
La nueva tribu y su mundo empezó construirse con amor y respeto, lo que antes era barbarie se hizo vida, lo que fue un territorio usurpado, ahora era ocupado por los nuevos y los viejos hijos de Achotte.
Con el tiempo no tan lejano en lunas y soles apareció del mundo oscuro, la traición, el crimen, el egoísmo, la avaricia, la codicia, haciéndose presente en los hijos del naciente pueblo americano. No tardó en el ocultarse el sol en las mentes allegadas al general Bolívar, con ello vino la división de nuestro gran pueblo. El egoísmo y la ignorancia cegaban y aniquilaban el gran sueño del libertador Bolívar de unir a todos nuestros pueblos en uno solo. En pocas estaciones de lluvia y sequía se fueron desmembrando nuestras tribus. El general Bolívar presa de tanta desunión y traición enfermó y se hizo hijo de Koima, con su muerte se fue nuestra suerte, la oscuridad se aposentó otra vez en nuestros pueblos. Nosotros de nuevo nos hicimos comer por la espesura de nuestro mundo verde, esperando estamos a una nueva y necesitada rebelión. Nuestros cuerpos se hicieron verde y se hermanaron con el entorno atentos a cualquier novedad libertaria.
Los tiempos antiguos se hicieron jóvenes. Y fue así como poco a poco, a medida que trascurrían los años y seguíamos viendo el triste espectáculo de la llegada de nuevas tribus de otros mundos, pero con los mismos modos de proceder de sus pueblos antiguos. Sólo se diferenciaban en su vestimenta, ahora no usaban vasijas luminosas, sino cascos y vestimenta que también dominaban el mimetismo, pero sus movimientos “no naturales” los delataban entre la espesura verde, no se movían como el jaguar, ni como los pájaros de mi selva y la selva de todos, era un mimetismo absurdo que solo engañaba a ellos mismos.
El llanto y la sangre de los pueblos seguían viajando por nuestras tierras sin rumbo y remedio. No fue sino hasta pasado en lo que llamaban siglos, que aparecieron los hijos de Bolívar con su ejército de ideas renovadas y con la firme convicción de rescatar a nuestros pueblos del olvido, la oscuridad, la miseria y la muerte. Los llantos se convirtieron en anhelos de libertad y justicia, el frenesí y el amor popular se hicieron presente para no desaparecer jamás. Pronto los hombres de las espesura verdes se unieron al ejército libertario, sin descanso luchamos por lo que hoy llaman patria, que no es más que el lugar donde las lunas y los soles nacen y mueren todos los días.
Grandes victorias y pequeñas batallas perdidas, traiciones de aliados, grandes jefes vendidos al enemigo, medios nuevos de esparcir rumores y avisos, privaciones de alimentos al pueblo y otros comportamientos del color de la noche, han y siguen siendo parte de esta historia de nuestros lunas y soles jóvenes.
Hoy después de muchos siglos la forma de la guerra ha cambiado, tanto como el tamaño del cielo. Son novedosas las formas de guerrear para ganar o perder batallas, siendo a través de lo que denominan democracia, donde se cuentan las voluntades a favor y en contra del jefe de cada ejército, gana el que más voluntades tenga a su favor. Es como una competencia donde las armas son las ideas o pensamientos de los grandes jefes.
Hemos ganado en la mayoría de las batallas de las voluntades, pero el enemigo acecha y ha cambiado su forma de guerrear aparentando ser pueblo y engañando algunos habitantes de la tierra de los viejos y los nuevos pueblos.
Seguimos atentos, aún nuestra libertad sigue siendo saludable, pero sin librarnos definitivamente del peligro.
Hoy los generales , los comandantes y el pueblo, somos los hijos de Bolívar y del universo de Achotte y Koima. Hoy seguimos luchando porque nos negamos a que nuestro destino sea la muerte, la pobreza, la miseria y la esclavitud.
Ilustración de http://neurosinergia.blogspot.com/2008/07/yanomanis-venezolanos.html