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Revolución en Bolivia: ¡todo el poder a las asambleas revolucionarias!

Publie le Sábado 11 de junio de 2005 par Open-Publishing

Por Alan Woods

La revolución en Bolivia, que es una inspiración para los trabajadores y jóvenes de todo el mundo, ha entrado en los últimos días a una etapa decisiva. Las masas se han levantado. Los trabajadores y los campesinos han ocupado las calles y las plazas centrales de La Paz y El Alto. Los mineros marchan con dinamita en sus puños. Miles de campesinos marchan hacia la capital. El ejército y la policía son ineficaces para controlar la situación. El odiado presidente Carlos Mesa se ha visto obligado a dimitir. El parlamento está suspendido en el aire. El poder ha pasado a las calles.


Enfrentada con el poderoso movimiento de las masas, la clase
dominante boliviana está paralizada e impotente. Su desesperación e
impotencia se pudieron ver en el hecho de que sectores de la oligarquía
están intentando dividir el país, separar las ricas provincias
orientales alrededor de Santa Cruz de las provincias occidentales más
revolucionarias que rodean La Paz y El Alto. Con sólo este hecho, la
degenerada oligarquía admite la derrota incluso antes de haber
comenzado la batalla. Sabe muy bien que no puede infligir una derrota
decisiva a las masas en un enfrentamiento directo.


El hecho de que sectores de la clase dominante quieran
separarse de Bolivia demuestra su total bancarrota. En un intento
desesperado de defender su poder y privilegios, estos parásitos
reaccionarios estarían dispuestos a destruir Bolivia. Ese es el
verdadero contenido de su supuesto “patriotismo”. Como cada una de las
oligarquías de América Latina, son vampiros y agentes del imperialismo
que han engordando chupando la sangre de su país.


La crisis de Bolivia es responsabilidad exclusivamente de la
oligarquía y el imperialismo. Refleja el total callejón sin salida del
capitalismo en Bolivia, su incapacidad para resolver las necesidades
más elementales de la población. Los terratenientes y los capitalistas
han arruinado Bolivia y reducido un país potencialmente próspero a la
mendicidad. No es posible ningún progreso mientras la riqueza de la
nación permanezca en manos de estos bandidos.


Esta crisis no es sólo una crisis política episódica. No se
puede resolver con un cambio de gobierno, un nuevo presidente, un
cambio de ministros, ni siquiera con nuevas elecciones y una asamblea
constituyente. Es una crisis del sistema que sólo puede resolverse con
un cambio fundamental en la sociedad. Por eso los trabajadores y los
campesinos bolivianos han inscrito en su bandera las reivindicaciones
del derrocamiento del parlamentarismo burgués corrupto y su sustitución
por el poder popular y de los trabajadores.


La principal fuerza de la revolución boliviana es la clase
obrera y sus aliados naturales, el campesinado y las masas empobrecidas
de las ciudades. Durante un período de más de dos años de lucha (desde
febrero de 2003) las masas bolivianas han demostrado un tremendo
espíritu de lucha, coraje y conciencia de clase. ¡Aquí está la
respuesta final a todos los poco entusiastas, cobardes escépticos y
cínicos que cuestionaban la capacidad de la clase obrera para cambiar
la sociedad! ¡Aquí está la respuesta final para aquellos que decían que
la revolución socialista ya no estaba en el orden del día en el siglo
XXI!


La huelga general plantea la cuestión del poder


La clase obrera se ha movido a través de sus organizaciones
tradicionales de masas, los sindicatos, la COB, que han organizado una
huelga general. La huelga general es el instrumento que ha puesto a las
masas en pie, movilizado a millones, les ha dado un punto focal,
concentrando sus fuerzas e infundiéndolas con la inspiración y el valor
necesarios, mientras que al mismo tiempo, desorganiza a la clase
dominante y paraliza los órganos de represión estatal.


El éxito de la huelga general, que se extiende cada día a
nuevas zonas y capas de la clase, es el elemento más importante en la
ecuación revolucionaria. Demuestra a los trabajadores el tremendo poder
que tienen en sus manos. Demuestra que sin la clase obrera no se
enciende ni una bombilla de luz, no se mueve ni una rueda ni suena un
teléfono. Demuestra que la sociedad no puede funcionar sin la clase
obrera, y que la sociedad puede funcionar perfectamente bien sin los
parásitos que hasta ahora han la han gobernado y dirigido hacia un
abismo sin fondo.


Sí, la huelga general es la palanca más poderosa para la
movilización de la clase obrera, despertando a capas anteriormente
inertes e inactivas a la actividad revolucionaria y la conciencia de
clase. Pero en y por sí misma la huelga general puede no resolver nada.
Plantea la cuestión del poder pero no puede responder a la gran
pregunta, que se presenta de una forma simple: ¿QUIÉN GOBIERNA LA
SOCIEDAD? ¿QUIÉN DOMINA LA SITUACIÓN? Estas preguntas deben ser
respondidas sin ninguna vacilación o ambigüedad.


Ninguna sociedad puede existir indefinidamente en un estado de
fermento e inestabilidad. Se pide orden. En un cierto sentido tienen
razón. La sociedad se ha visto reducida a una situación de caos por el
gobierno de una camarilla corrupta e irresponsable de banqueros,
capitalistas y terratenientes y sus sirvientes políticos venales.


El movimiento revolucionario de las masas no es la causa del
caos, sino un intento de eliminar el caos e instituir un nuevo orden en
la sociedad. Es evidente que el nuevo orden social exigido por las
masas sólo se puede conseguir a través de una ruptura radical y
completa con el viejo régimen. Para llevar adelante esta ruptura es
necesario traspasar los límites de la huelga general. Es necesario que la huelga general se transforme en una insurrección.


Para llevar adelante esta tarea, la clase obrera debe estar
organizada. Debe implicar a cada capa de la clase, no sólo al
proletariado industrial, los mineros y los trabajadores del petróleo,
sino también a los trabajadores de cuello blanco, los profesores, los
empleados de bancos, los funcionarios. No debe restringir su
llamamiento a los sectores organizados tradicionales, debe sacar a la
lucha a las capas hasta ahora no organizadas, los desocupados, los
pobres urbanos, las amas de casa, los vendedores callejeros, los
estudiantes, los pequeños comerciantes y los campesinos.


Para esta tarea titánica las estructuras tradicionales de la
COB son insuficientes. Es necesario crear nuevas formas organizativas -comités de acción y cabildos revolucionarios- que sean lo
suficientemente amplios y flexibles para atraer a las más amplias masas
al movimiento revolucionario. Los trabajadores insurgentes han
comenzado a organizarse en formas diferentes -asambleas
revolucionarias, comités de huelga, cabildos abiertos, etc.,-. ¡Eso es
lo que se debe hacer! El nuevo orden social sólo se puede construir
desde abajo. Su primera tarea es luchar contra el poder existente,
enfrentarse a él luchando, derrotarlo y desarmarlo. Ese es el objetivo
central, la tarea actual.


Los comités y los cabildos deben organizarse y unirse a nivel
local, regional, de distrito y nacional. Su función inicial será la de
órganos de lucha de las masas. Sus tareas más apremiantes estarán
determinadas por las reivindicaciones inmediatas del movimiento:
organizar y centralizar la lucha de las masas, huelgas,
manifestaciones, bloqueos de carreteras, boicots, etc. Deben organizar
unidades de autodefensa para mantener el orden y proteger las
manifestaciones y piquetes de trabajadores frente a las agresiones
fascistas. Deben organizar la distribución de suministros a la
población e impedir la especulación y el lucro. Deben controlar los
precios y garantizar el funcionamiento de todos los servicios públicos.



En la medida que las organizaciones obreras consigan cumplir
con estas tareas, asumirán de manera natural el papel de poder
alternativo, un gobierno de los trabajadores. Desafiarán a las
viejas autoridades y las irán sustituyendo. Los viejos funcionarios y
burócratas corruptos serán echados a un lado cuando las masas empiecen
a administrar la sociedad con sus manos.


Elementos de doble poder



En realidad, los elementos de doble poder ya existen en
Bolivia, como se puede ver en los informes que hemos recibido de
testigos presenciales. Las decisiones adoptadas por la primera reunión
ampliada de la Asamblea Popular Nacional demuestran el infalible
instinto revolucionario de las masas.


Por decisión de esta reunión, El Alto, el centro neurálgico de
la revolución boliviana, ha sido declarada cuartel general de la
revolución. Esto significa que los elementos proletarios más
determinados han decidido ponerse a la cabeza de la nación,
proporcionando la dirección necesaria a las masas populares. Estas
últimas mirarán hacia el proletariado en busca de una dirección firme.
La historia de El Alto durante el último período de feroz lucha de
clases nos convence de que no defraudará.


En segundo lugar, han decidido crear una dirección unificada de
la Asamblea Popular Nacional específicamente como un órgano
(“instrumento”) de PODER, situándose al frente de la Federación de
Juntas Vecinales, unido a la COB, el sindicato minero y otros
sindicatos de trabajadores y campesinos de todo el país.


Es absolutamente necesario establecer una dirección
revolucionaria centralizada. Sin esto, será imposible derrotar al poder
centralizado del estado burgués. El nuevo poder además se ha puesto al
frente de las tareas de abastecimiento, autodefensa, control de prensa
(otra tarea esencial del movimiento revolucionario) y también de las
cuestiones políticas.


El último punto es muy significativo. El movimiento ya ha ido
más allá de los límites de una lucha sindical “normal”. Los objetivos
iniciales limitados del movimiento son historia. Incluso la
reivindicación de la nacionalización del petróleo y el gas -aunque
sigue siendo correcta y necesaria- ya no es suficiente.


No es una cuestión de nacionalizar este o ese sector, sino de quién dirige la sociedad.
La lucha por una única cuestión (el control de los recursos naturales
de Bolivia) se ha transformado en una cuestión de poder. Quién no
entienda esto, quién intente hacer retroceder al movimiento hacia
canales más “seguros”, como la reforma constitucional, la asamblea
constituyente, etc., en realidad, está jugando un papel
contrarrevolucionario.


La Asamblea Popular Nacional inscribe en su bandera la
nacionalización del gas y el petróleo. Eso sigue siendo correcto. Pero
la primera cuestión es: ¿quién llevará adelante esto? Es posible que la
burguesía, enfrentada con la posibilidad de perderlo todo, ofrezca
alguna forma de “nacionalización” para calmar el movimiento. Ya están
jugando con la oferta de nuevas elecciones y una asamblea constituyente
(en algún momento futuro). Todo esto es un engaño, un intento de
confundir a las masas y desmovilizarlas.


Pero los trabajadores están vigilantes y no permitirán que los
engañen tan fácilmente. Ya han tenido la experiencia de 2003, cuando el
movimiento revolucionario consiguió derrocar a Lozada, cuando los
estafaron con una maniobra parlamentaria por arriba que simplemente
sustituyó a Lozada por Mesa. En esencia no cambió nada. Las masas saben
esto muy bien y no están dispuestas a que se las engañe dos veces de la
misma forma.


La reunión realizada en El Alto “rechaza todas las maniobras de
la clase dominante de llevar a cabo una sucesión constitucional o
elecciones por estos mismos ‘politiqueros’ y en su lugar defiende la
creación de asambleas populares a nivel departamental bajo el control
de la COB y elección de delegados en asambleas y cabildos”.


La cuestión del partido



El papel de la COB en todo esto es absolutamente central. Es la
organización de masas tradicional de los trabajadores bolivianos. Ha
jugado un papel destacado en la organización y extensión de la huelga
general. Pero debemos poner una nota de cautela. Los dirigentes de la
COB no deben limitarse a discursos radicales. Deben pasar de los
discursos a la acción.


Los dirigentes de la COB han dicho que la COB cometió un error
en octubre de 2003 cuando no tomó el poder. ¡Y tienen razón! La COB
pudo y debería haber tomado el poder en aquel momento. Esto era
perfectamente posible. Pero los dirigentes de la COB vacilaron,
perdieron tiempo y al final permitieron que Carlos Mesa llegara al
poder. La “naturaleza aborrece el vacío” y eso también se aplica a la
política. Por supuesto que cometer errores es humano. Pero sería
criminal repetir dos veces el mismo error.


Los dirigentes de la COB también han dicho que la razón de que
no tomaran el poder fue la ausencia de un partido revolucionario. ¡Es
una confesión extraordinaria! Es verdad que la razón del triunfo de la
Revolución de Octubre en Rusia fue la existencia del Partido
Bolchevique bajo la dirección de Lenin y Trotsky. Pero también es
verdad que en febrero el Partido Bolchevique era una pequeña minoría en
la clase obrera y los soviets. En Bolivia no hay un Partido
Bolchevique, aunque existe una fuerte tradición bolchevique
(trotskista) entre los trabajadores y miles de activistas que se han
educado en esta tradición, expresada en las Tesis de Pulacayo aprobadas
en 1946 por la federación de mineros y más tarde adoptadas por la COB.


Si existiera en Bolivia un partido bolchevique la tarea de
tomar el poder sería inmensamente más fácil. Pero la tarea está
planteada y no se puede posponer. La clase obrera no es una tapa que se
cierra o se abre según los deseos y conveniencias del partido
revolucionario, la COB o cualquier otra organización. Los trabajadores
y los campesinos de Bolivia están exigiendo que el poder pase ahora a
sus manos. Las condiciones objetivas son las más favorables para esto.
En realidad, es imposible concebir unas circunstancias más favorables.
Si se permite que esta oportunidad se escape de nuestras manos, podrían
pasar años antes de tener otra oportunidad similar.


En esta situación negarse a tomar el poder porque “no tenemos
un partido revolucionario” no es una excusa suficiente. Ha habido
circunstancias en la historia en que los trabajadores han tomado el
poder sin la ayuda de un partido revolucionario. Basta citar a este
respecto el caso de la Comuna de París. Marx dijo que los trabajadores
parisinos tomaron “el cielo por asalto”. Derrocaron el viejo estado
burgués y crearon un nuevo tipo de poder estatal, o más correctamente,
un semiestado, como lo llamó Engels, un poder organizado en líneas
extremadamente democráticas, representando a la mayoría de la sociedad
frente a la minoría de explotadores.


Lenin mencionó en muchas ocasiones las cuatro condiciones
básicas de la Comuna de París que sirvieron como base para el poder
soviético en Rusia:


1. Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación de todos los funcionarios.

2. Ningún funcionario puede recibir un salario más elevado que el de un trabajador.

3. No al ejército permanente sino el pueblo en armas.

4. Gradualmente todas las tareas de dirección de la sociedad
deberían ser realizadas por todos de manera rotatoria (“cuando todos
son burócratas nadie es un burócrata”).


Este programa simple puede ser la base de un estado obrero en
Bolivia. Aquí no hay un gran misterio, ni una dificultad particular.
Cada trabajador y campesino boliviano puede entender fácilmente los
principios del poder soviético, los principios de la Comuna de París.
El trabajador y el campesino boliviano puede no comprender exactamente
que quiere, pero sí comprende perfectamente que es lo que no quiere. No
quiere a Mesa ni a ningún otro de los candidatos burgueses
alternativos. No quiere el gobierno de los banqueros, terratenientes y
capitalistas bolivianos. No quiere que su país esté subordinado a los
imperialistas. No quiere un falso parlamento burgués o una falsa
“asamblea constituyente”. Quiere tomar el poder.


En febrero de 1917 los trabajadores y soldados rusos se
organizaron en los soviets, derrocaron los mil años de régimen zarista.
Como en el caso de la Comuna de París, no había un partido que los
dirigiera. Eso no los detuvo, pero si supuso que no pudieran llevar la
revolución hasta el final. Llevó al aborto del “doble poder”. Al final
Lenin y Trotsky consiguieron ganar el apoyo de la mayoría de los
trabajadores en los soviets mediante una combinación de firmeza en los
principios y flexibilidad táctica.


La consigna principal de los bolcheviques después de febrero
era: “todo el poder a los soviets” (no ¨a la asamblea constituyente¨
como imaginan algunos llamados trotskistas en América Latina). Tampoco
se debe olvidar que en ese momento los soviets rusos estaban bajo la
dirección, no de los bolcheviques (que eran una pequeña minoría) sino
de los reformistas de izquierdas y centristas (mencheviques y
social-revolucionarios). Cuando Lenin planteó la consigna de “todo el
poder a los soviets” él estaba diciendo a los dirigentes de los
soviets: “Tomen el poder. Tienen el apoyo de la mayoría. Si toman el
poder, los bolcheviques los apoyaremos y entonces la lucha por el poder
se reducirá a un debate pacífico dentro de los soviets”.


Lenin hizo discursos en esta línea en innumerables ocasiones
después de febrero. Pidió reiteradamente a los dirigentes de los
soviets que tomaran el poder y aplicaran una política en interés de los
trabajadores y campesinos. Los marxistas bolivianos deberían hacer lo
mismo. Aquellos que están a la cabeza de la COB y las asambleas
populares tienen el deber de llevar hacia delante el movimiento. Si
dices “A” también debes decir “B”, “C” y “D”. Con sus acciones los
dirigentes capitalistas han hundido a la sociedad burguesa en una
crisis profunda. Han llevado el movimiento tan lejos que ahora es
imposible dar marcha atrás. Es necesario tomar el toro por los astas y
avanzar hacia la toma del poder.


En principio, sería posible que los trabajadores de Bolivia
tomaran el poder a través de sus órganos democráticos -asambleas
populares, comités de huelga, cabildos revolucionarios y juntas
vecinales- y después proceder a la construcción del partido, o más
correctamente partidos, ya que todas las tendencias pueden acomodarse
excepto las de la contrarrevolución. La cuestión es tomar el poder mientras existen las condiciones y no esperar.


Reformismo y la cuestión del poder



Llegados a este punto los reformistas de todo tipo entrarán en
estado de pánico. Presentarán todo tipo de dificultades, problemas y
peligros. Intentarán atemorizar a los trabajadores con el espectro del
poder. Los reformistas nunca escatiman argumentos contra la idea de que
los trabajadores tomen el poder. El principal argumento siempre es el
mismo: el riesgo de la guerra civil, de un terrible baño de sangre y
violencia. Por supuesto que si este argumento fuera correcto nunca se
habría producido ni una sola revolución en toda la historia de la
humanidad, y la humanidad todavía languidecería bajo condiciones de
esclavitud. Pero toda la historia demuestra que esto no es correcto.


En los papeles la clase dominante en Bolivia posee un poder
armado considerable. Tiene un ejército y una fuerza policial. En
teoría, esto es más que suficiente para mantener el “orden” (es decir,
mantener para siempre a las masas en condiciones de servidumbre). Pero
desgraciadamente para la clase dominante, el ejército y la policía
están formados por hombres y mujeres, hombres y mujeres que se ven
afectados por el ambiente general de la sociedad. La base del ejército
y la policía en lo principal simpatizan naturalmente con los
trabajadores y campesinos, aunque puedan habitualmente ser mantenidos
bajo control por los hábitos de la disciplina y el temor a los
oficiales. Pero en una crisis tan profunda como la de Bolivia aparecen
fisuras incluso en las filas superiores del ejército. La disciplina se
dilata hasta un punto de ruptura y la más mínima presión puede
destruirlo todo.


Un sector significativo de los oficiales del ejército en
Bolivia está descontento con la situación. Ven la podredumbre y la
corrupción de la oligarquía. Su sentido de orgullo nacional está herido
por el espectáculo de las grandes empresas extranjeras saqueando la
riqueza natural del país. Y sobre todo, por los intentos de una parte
de la oligarquía reaccionaria de separarse de Bolivia, un paso que, si
se llevara adelante, significaría la destrucción de la nación, y que ha
provocado indignación y furia en las filas de los cuerpos de oficiales.


Se han abierto divisiones tanto en el ejército como en la
policía, revelando que estamos presenciando no una crisis normal sino
una crisis del régimen. El parlamento pende de un hilo muy endeble.
Todos los dirigentes y partidos políticos burgueses están
desacreditados. Las instituciones de poder burgués carecen de autoridad
real. El viejo poder estatal está resquebrajado como un bloque frágil
de hormigón que ha recibido el golpe de un mazo pesado. Haría falta un
buen golpe para que toda la estructura insana se resquebrajara.


Algunos dirigentes de la COB desgraciadamente han sacado
conclusiones equivocadas de la existencia de tendencias radicales
dentro del ejército. Parece que Solares tiene algunas ilusiones en el
posible surgimiento de un oficial de izquierda en el ejército para que
dirija el movimiento. Probablemente esté pensando en una analogía con
Venezuela. Pero no existe tal analogía. En Venezuela el movimiento
alrededor de Hugo Chávez surgió de la insurrección derrotada en febrero
de 1989 (el caracazo). Sin duda fue un acontecimiento progresista.
Permitió a las masas reagruparse después de un golpe terrible, avanzar
primero en el plano electoral-parlamentario y posteriormente a través
de la acción de masas directa que ha puesto firmemente en el orden del
día de Venezuela la perspectiva de una revolución socialista.


La situación de Bolivia hoy, no sólo no es similar a la de
Venezuela en 1989-90. Es exactamente la contraria. La clase obrera no
ha sido derrotada. Todo lo contrario, está a la ofensiva y está
arrastrando todo a su paso. Está creando órganos de poder y desafiando
directamente al régimen burgués. Es mucho más avanzada que el tipo de
insurrección espontánea de masas que vimos en el caracazo. La
conciencia de los trabajadores bolivianos está también más avanzada.
Refleja las tradiciones revolucionarias de 1952, cuando los
trabajadores bolivianos se levantaron y destrozaron las fuerzas del
estado burgués. También es el resultado de décadas de actividad y
propaganda con un carácter bolchevique (trotskista) que ha dejado un
profundo sello en el pensamiento de por lo menos la capa más avanzada.


Es una proposición elemental que la emancipación de la clase
obrera es tarea de los propios trabajadores. Es totalmente indigno de
revolucionarios entregar esta tarea a nadie más. No podemos confiar
nuestro destino a los representantes de otras clases, no importa los
sinceros y progresista que parezcan ser. Nuestro consejo a los
trabajadores es el siguiente: confiemos sólo en nosotros mismos, en
nuestras fuerzas, en nuestra organización y conciencia
. No debemos
buscar salvadores arriba, debemos movernos para tomar el funcionamiento
de la sociedad en nuestras manos. En palabras de La Internacional.


“No hay un salvador encima nestro,

ni juez, ni emperador ni Dios.

Los trabajadores sabemos cómo nos tratan,

Sólo nosotros queremos nuestro bien”.



La consigna de la asamblea constituyente



En el momento actual existen todas las condiciones para una
transferencia pacífica del poder a la clase obrera en Bolivia. Sólo
falta la dirección. Tarde o temprano, sobre la base de su experiencia
colectiva, las masas, comenzando por la vanguardia proletaria, sacarán
las conclusiones necesarias y tomarán el poder. Pero si se pierde
demasiado tiempo, si la dirección vacila y pierde oportunidades, si los
dirigentes no pasan de los discursos a las acciones, la oportunidad se
puede perder, como se perdió en octubre de 2003.


La clase dominante ha sufrido una serie de golpes duros en
Bolivia. Pero todavía no está derrotada. Puede volver a la lucha e
incluso ganar. Pero su principal arma no será la fuerza (sólo porque no
tiene fuerzas suficientes en las que poder basarse) sino en la astucia.
No es lo suficientemente fuerte para aplastar en sangre la revolución,
al menos por el momento. No puede utilizar el puño porque eso supondría
hundir el país en una guerra civil, que no está claro que pudieran
ganar y que es probable perdieran. En su lugar, deben basarse en
tácticas dilatorias, galanteando a las masas con falsas sonrisas y
promesas hipócritas.


La burguesía intentará ganar tiempo consciente de su debilidad.
Intentará mantener el poder planteando todo tipo de alternativas y
trucos legales “inteligentes”. Entre estos, el truco principal es
ofrecer a las masas una asamblea constituyente, una consigna que,
lamentablemente, han adoptado de manera obsesiva algunos grupos de
izquierda en América Latina. Hablaremos claro sobre esta cuestión (y no
es la primera vez). La consigna de la asamblea constituyente, en
las condiciones concretas de la revolución boliviana no es otra cosa
que un engaño y una trampa
.


En una situación donde las masas están en abierta rebelión
contra el orden burgués, donde la política parlamentaria burguesa es
vista por la aplastante mayoría con una mezcla de desprecio y sospecha,
donde la clase obrera, en alianza con los pobres urbanos y campesinos,
está construyendo órganos de poder revolucionario en oposición al
parlamento burgués, en esta situación, la consigna de la asamblea
constituyente tiene un contenido contrarrevolucionario. Es la consigna de la contrarrevolución burguesa con una máscara democrática.


En lugar de soldados con ametralladoras y bayonetas, enviarán a
su segunda línea de defensa: los políticos profesionales “democráticos”
y de “izquierda”, los abogados inteligentes y los expertos
constitucionales. Prometerán el sol, la luna y las estrellas, en algún
momento futuro, después de que los trabajadores y campesinos hayan
desconvocado sus luchas y se hayan ido a casa a esperar la decisión de
losdebates constitucionesque están teniendo lugar detrás de las
puertas cerradas. “Esperen a la constitución”, “esperen las
elecciones”, “esperen por esto y aquello”. Y cuando los trabajadores
hayan caído en la inactividad, los viejos explotadores pueden reanudar
rápidamente el control sobre el estado y la sociedad.


Si la clase obrera no toma el poder, probablemente Evo Morales
llegará al poder, y será el equivalente boliviano al gobierno de
Kerensky. Pero mientras en Rusia el gobierno de Kerensky duró sólo unos
meses, este necesariamente no será el caso de Bolivia. La razón de la
breve duración del kerenskismo ruso fue la existencia de dos poderosas
alternativas: el bolchevismo y el fascismo. Ese no es el caso de
Bolivia, al menos no actualmente. Dada la debilidad de la clase
dominante en este momento, un golpe de estado de derecha sangriento
está prácticamente descartado. La burguesía tendrá que basarse en otras
fuerzas. Tendrá que basarse en su bota izquierda. Bolivia pasará a
través de una etapa de parlamentarismo burgués, que será muy inestable
y estará sometido a crisis continuas, pero que teóricamente puede durar
un tiempo.


El as en la manga de la clase dominante y sus estrategas
(probablemente su única carta) es la consigna de la asamblea
constituyente. Se aferrarán a esta consigna ante la población como un
pescador habilidoso pone un cebo gordo antes de pescar cuando desea
cenar. Aún así algunos en la izquierda continúan apoyando esta
reivindicación y no se toman la molestia de preguntarse por qué es
apoyada por la burguesía. Para encubrir su embarazo ante esta
contradicción evidente, algunos de ellos recurren a sofismas como:
“Apoyamos la consigna de la asamblea constituyente depende de quién la
convoque”.


Esta sofistería “inteligente” no nos lleva muy lejos. No
elimina la contradicción central. Si la clase obrera es suficientemente
fuerte para convocar la asamblea constituyente, también lo es para
tomar el poder en sus manos. Esa es la situación real de Bolivia,
cualquier otra perspectiva es simplemente un desvío reaccionario.
Nuestra consigna no es la asamblea constituyente sino Todo el poder a las asambleas populares. Debemos concentrar a las masas, y en particular a la clase obrera y su vanguardia, en la cuestión del poder.



¡La clase obrera debe tomar el poder!



Como siempre ocurre en cada revolución, los acontecimientos se
suceden con extraordinaria rapidez. El lunes pasado medio millón de
personas se manifestaron en las calles de La Paz. El mismo día el
presidente Mesa anunciaba su dimisión. Ejércitos de trabajadores,
campesinos y mineros están en marcha. La conciencia revolucionaria de
las masas también está dando gigantescos pasos adelante. Ayer, los
representantes de los obreros y campesinos votaron en El Alto por un
programa que significa el poder obrero. Ese mensaje debe extenderse a
cada ciudad, pueblo y aldea de Bolivia, incluso extender la huelga
general a cada ciudad, pueblo y aldea.


Lenin explicó hace mucho tiempo las condiciones para una
situación revolucionaria: la clase dominante debe estar en crisis,
dividida e incapaz de actuar. La clase media debe vacilar entre la
revolución y la lealtad al viejo orden. La clase obrera debe estar
despierta y dispuesta a hacer los mayores sacrificios y esfuerzos para
cambiar la sociedad. Por último, pero no menos importante, debe haber
un partido y una dirección revolucionaria. Todas estas condiciones
están ahora presentes en Bolivia, con una excepción importante, el
partido revolucionario.


Los trabajadores han demostrado su voluntad de lucha y su
determinación de hierro. En la medida que los trabajadores emprendan
una acción decisiva atraerán a su lado a la masa de la pequeña
burguesía, que siempre está buscando una salida a la crisis que se ha
vuelto intolerable para el conjunto de la sociedad. Lenin escribió que
para el triunfo de la revolución era necesario que la clase media
vacilara entre la clase dominante y la clase obrera. Pero en Bolivia
ese no es el caso. Al menos en La Paz, la masa de la clase media
 probablemente los sectores decisivos- apoya el movimiento
revolucionario.


En cuanto al ejército y la policía, no han mostrado signos de
moverse decisivamente para aplastar la revolución. Según algunas
informaciones mujeres campesinas, a la cabeza de las manifestaciones,
han apelado exitosamente a la policía para que no actuara contra los
manifestantes. El resultado es que por ahora no se han dado casos de
represión seria. Dada la situación, y las divisiones dentro del
ejército y la policía, cualquier incidente bastaría para romper en
pedazos el ejército.


El viejo aparato del estado está resquebrajándose ante nuestros
propios ojos. El ambiente de las masas no es buscar acomodo con el
viejo poder sino barrerlo a un lado, aplastarlo completamente y
construir una nueva sociedad. No es sólo Mesa el que está
desacreditado, sino todo el orden político y social. Por eso las masas
gritan: “¡Abajo el parlamento burgués!” Pero hay que poner las cosas en
su sitio: eso es algo que sólo lo puede hacer un gobierno de
trabajadores y campesinos basado en las asambleas populares.


El elemento decisivo es el movimiento de la clase obrera, que
está emprendiendo la acción directa desde abajo. Los trabajadores están
ocupando fábricas. Según algunos informes que hemos recibido, el
sindicato de trabajadores del petróleo ha votado que cada camión
cisterna cargado con gas que abandone Senkata irá acompañado por un
representante de los trabajadores y uno de las juntas vecinales que
garantizarán que el camión no es desviado para fines especulativos o
enviado a los barrios de los ricos. Ese es un ejemplo concreto del
control obrero desde abajo.


La tarea más urgente es unir a los elementos más conscientes de
la vanguardia obrera a un programa revolucionario. Ha pasado el tiempo
de hacer discursos revolucionarios. Es necesario pasar de las palabras
a los hechos. La actual coyuntura favorable no durará indefinidamente.
El tiempo no corre a nuestro favor. Lo que hace falta es una acción
decisiva. La clase dominante boliviana se ha revelado débil, corrupta,
degenerada y reaccionaria. Debe ser derrocada y sustituida por un
gobierno de trabajadores.


En el pasado ha habido muchos movimientos revolucionarios en
Bolivia. Algunos han tenido éxito, otros han fracasado. Pero ninguna ha
provocado un cambio fundamental de la sociedad y por lo tanto ninguna
ha resuelto ninguno de los problemas fundamentales. Pero en esta
ocasión hay una gran diferencia. Una oleada revolucionaria está
recorriendo América Latina. Las fuerzas reaccionarias en todas partes
están a la defensiva. En todas partes los trabajadores y los campesinos
están comenzando a ponerse de pie. Sólo una victoria decisiva de la
clase obrera en algún país de América Latina puede alterar
dramáticamente toda la situación.


El movimiento revolucionario en Venezuela es una fuente de
inspiración para millones de trabajadores y campesinos pobres. Los
recientes levantamientos en Ecuador (que de ninguna manera han
terminado) son una expresión de la inestabilidad general que tiene
implicaciones revolucionarias. Ahora Bolivia ha puesto la revolución
socialista en el orden del día. Los trabajadores y los jóvenes de toda
América Latina -y de todo el mundo- darán la bienvenida a la revolución
boliviana con el mayor entusiasmo y la apoyarán con todos los medios a
su disposición.


No hace mucho que los escépticos y los cínicos estaban hablando
en términos desdeñosos sobre la supuesta muerte del socialismo y la
imposibilidad de la revolución en ninguna parte del planeta. Deseaban
contener el optimismo natural de los jóvenes bajo un sudario espeso de
pesimismo corrosivo y duda. Los inspiradores acontecimientos que
estamos presenciando en Venezuela y Bolivia han segado la hierba bajo
los pies de estas damas y caballeros. Ahora podemos arrojar esas
palabras a sus caras y decir: ¡Qué maravilloso período de la
historia humana estamos viendo nacer! ¡Qué inspiradoras son las luchas
de la clase obrera! ¡Y que maravillosas posibilidades están comenzando
a abrirse para la raza humana!



Londres 9 de junio de 2005


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