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La tarea ideológica más urgente de Venezuela (I)

Publie le Miércoles 13 de julio de 2005 par Open-Publishing

Por Heinz Dieterich

El proceso bolivariano venezolano ha sido un torbellino ideológico para el movimiento y la población. En apenas seis años han debido asimilar dos paradigmas revolucionarios: el de la Revolución Bolivariana y el del Socialismo del Siglo XXI. Podría parecer que esa marcha forzada del pensamiento político resultara de la presión del Presidente Hugo Chávez, pero sería una opinión equivocada, por subjetivista.

1. Tiempo y conciencia revolucionaria

Einstein había demostrado científicamente la relatividad del tiempo. Lenin sabía que esa verdad se extendía al campo de la praxis política. En tiempos revolucionarios, la historia realiza en un año tareas que normalmente haría en diez, solía decir. A esa compresión del tiempo histórico en los procesos revolucionarios o, lo que es lo mismo, la vertiginosa aceleración de sus acontecimientos, debe atribuirse el huracán ideológico venezolano que ha dejado muchas cabezas “bailando”.

Es de sentido común que muy poca gente puede “digerir” dos complejos modelos de transformación social en un lustro. Salvo una pequeña vanguardia, los cuadros medios y las mayorías tendrán dificultades de comprender adecuadamente cuáles son los potenciales y limitaciones de desarrollo de ambos modelos.

Entender adecuadamente una teoría o un paradigma revolucionario significa: a) comprender en plenitud los conceptos (el léxico) que emplea; b) asimilar la lógica interna de la teoría, es decir, las relaciones causa-efecto o de asociación dependiente, que existen entre sus variables principales; c) entender el grado de aplicabilidad de la teoría a la realidad concreta, donde el sujeto transformador actúa; se trata del complejo campo de las mediaciones o interfases (necesarias para que la teoría se convierta en realidad), donde nace el sectarismo y revisionismo, y d) ser parte o, al menos, tener algún tipo de vínculo real con las luchas de los movimientos sociales.

Asimilar un paradigma revolucionario es, por lo tanto, una tarea de aprendizaje sumamente compleja, cuyo éxito depende de los tiempos disponibles, del nivel de conocimiento del educando, de la existencia de materiales y espacios físicos didácticos y, más que nada, de la calidad de los maestros. Cuando Hugo Chávez llegó a la Presidencia en Venezuela, todas esas condiciones fueron negativas: tuvo que actuar en un país económicamente destruido, políticamente corrupto, educativamente descuidado y con los potenciales maestros de la nueva realidad, la intelligentsia académica, aferrada al status quo, haciendo labores de proselitismo y subversión para la oligarquía y la Casa Blanca; mientras que gran parte de la intelligentsia política simpatizante estaba vinculada a los esquemas maniqueos del pasado.

Mientras el motor teórico bolivariano, Hugo Chávez, revolucionaba a alta velocidad ---medible no en revoluciones por minuto (rpm), sino en paradigmas por años (rpa)--- la transmisión hacia las ruedas que mueven el carro (de la historia) no ha podido desarrollar la misma capacidad. En tal situación, que es prácticamente inevitable en los procesos revolucionarios, aparece el peligro de que el carro de la historia se pare. Se le puede empujar, entonces, por la vía de la violencia del Estado que es la que usó Stalin; pero es un método éticamente inaceptable, evolutivamente autodestructivo y políticamente inviable en el siglo XXI latinoamericano. Venezuela, y América Latina requieren, por lo tanto, otra salida del problema. ¿Cuál es esa vía necesaria para triunfar en los peligros que amenazan el futuro de la Revolución Bolivariana?

2. Conciencia revolucionaria y complejidad política

En términos científicos, el problema de la conciencia política revolucionaria en Venezuela puede definirse como una desproporción entre la cantidad de información política ---los dos paradigmas progresistas, la propaganda burguesa y la experiencia cotidiana--- que llega al ciudadano, y su capacidad de procesarla adecuadamente. Esa sobrecarga informativa o information overload se genera también por datos contradictorios, una baja relación señal-ruido (signal-to-noise ratio) o la falta de metodología para comparar y procesar adecuadamente diferentes tipos de datos.

Cuando esto sucede en sistemas neuronales o en redes computacionales, el exceso de información o su carácter contradictorio frente a la capacidad de los procesadores distorsiona lo que podríamos llamar el protocolo de razonamiento. En consecuencia, se vuelve difícil identificar los datos que son relevantes para mantenerse informado sobre el fenómeno o para concluir sobre él. Decisiones equivocadas o incluso el colapso del sistema son la consecuencia. Se genera, en términos políticos, una confusión ideológica. Y esto, en una situación revolucionaria, puede ser fatal.

Se trata de un problema de escala que se resuelve en lo cuantitativo con la teoría de la complejidad. La teoría de la complejidad se refiere en la informática al número de pasos discretos que se requieren para realizar determinados cálculos. Cuando el número de pasos necesarios sobrepasa la capacidad del sistema de procesamiento, se debe reducir la complejidad para resolver el problema. El arte está en que esta reducción no se haga de manera arbitraria o histérica, tal como sucede bajo el stress de la sobrecarga informativa, ni por la imposición política de una aristocracia revolucionaria estatal o partidista, sino en forma pertinente. Pero, ¿cómo se hace esto en la práctica?

3. Los Grados de Libertad de la Revolución Bolivariana

Si modificamos un concepto que se utiliza en la mecánica y en la estadística nos puede ilustrar por vía de la analogía la solución del problema. Este concepto es “grados de libertad” y se refiere en la mecánica a las posibilidades de movimiento de un cuerpo. En un espacio euclidiano o newtoniano (tridimensional) las posibilidades de movimiento de un cuerpo son virtualmente infinitas, lo que hace su conceptualización extremadamente compleja. Sin embargo, esta complejidad se puede reducir pertinentemente a seis grados de libertad, a saber: a) el desplazamiento del cuerpo sobre sus ejes, x, y, z; y b) su rotación sobre estos ejes. Toda la inmensa variedad de movimientos empíricos posibles del cuerpo no son más que variantes o combinaciones de los seis movimientos básicos mencionados, es decir, de sus seis grados de libertad. Buscar o discutir movimientos posibles del cuerpo fuera de esas seis posibilidades sería un ejercicio quimérico y una perdida de tiempo.

Utilizar esta metodología en Venezuela significa emprender un proceso de clarificación nacional del status quo de la Revolución Bolivariana y sus posibilidades de evolución. Se trata de determinar los grados de libertad que tiene el proceso. Tal procedimiento reducirá la infinidad de definiciones, conjeturas y utopías acerca de lo que son la “Revolución Bolivariana” y el Socialismo del Siglo XXI y lo que pueden ser en el siglo XXI latinoamericano, al debate sobre los únicos escenarios reales de evolución que tiene el proceso venezolano: a) el regreso al neoliberalismo imperial burgués; b) la consolidación del desarrollismo democrático regional y, c) sobre la consolidación del desarrollismo democrático regional la evolución hacia el socialismo del Siglo XXI.

Determinar en lo concreto esos grados de libertad del proceso es la tarea teórica más apremiante de Venezuela y de la revolución latinoamericana.


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