Portada del sitio > Un país poco serio

Un país poco serio

Publie le Viernes 14 de enero de 2005 par Open-Publishing

Por Gabriel Martin

Los avisos oficiales terminan con el slogan de la campaña 2003, “Kirchner-Scioli: un país en serio”. Pero nada más patente para ver lo surrealista que suele mostrar la televisión, en este caso un aviso marketinero de dos productos del extraño potaje de la política argentina, y la realidad que se ve allí nomás, en la ventana más cerca que da a la calle.

Siempre se habla de las “primaveras” que tienen todos los gobiernos, y es un efecto psicológico natural y casi inevitable. Cualquier mortal, hasta el más recatado, queda expectante a lo que pueda ir desarrollando un gobierno como los lineamientos que traza desde sus comienzos. Salvo la idiotez elevada al cubo compuesta por Fernando de la Rúa y los “sushi boys”, que lapidaron su capital más rápido que los cambios de “identidad” política de Patricia Bullrich, todo gobierno merece la “tregua” de los primeros meses. Inclusive Carlos Menem, en su primer presidencia, si bien desilusionó a todo su electorado de forma inmediata cuando levantando la tradicional jerga peronista entregó la economía al equipo de Bunge & Born, guste o no, entusiasmó a otra parte del electorado, que se vio representado por la auténtica “transversalidad” que construyó para sostener su poder.

No era el país querido por nosotros. Pero guste o no, Menem junto a sus sicarios del patriciado oligarca supo imponer un proyecto extranjerizante y expoliante de país dependiente. Sólo necesitaba un mandato más para lograr que la Argentina sea la estrella número 51 de la Unión.

Las vaquitas son ajenas

Kirchner asumió sin que nadie esperase demasiado, aunque con mucha esperanza bastante injustificada. En todo caso en eso radica el carisma, la atracción irracional. Claro está que estamos hablando no de un carisma como el de Eva Perón que movilizaba y emocionaba masas, sino que este es un caso, como el propio Kirchner dice, de “un ciudadano más con extraordinarias responsabilidades”, en otras palabras, no de un estadista sino de un contador de almacén patagónica que intentó ser líder y falló. El que mediante el enorme aparato del PJ arrase en las próximas elecciones no va a responder a la lógica del éxito kirchnerista sino más bien a una de las máximas de Perón: “No es que seamos buenos, sino que los otros son peores”. Kirchner no tiene enemigos, más allá de internas disputas-roscas con Eduardo Duhalde. En todo caso, el enemigo de Kirchner y la clase política escindida de la realidad popular, es la propia realidad que se les manifiesta.

Kirchner asumió creando un extraño halito que alimentó la esperanza popular. Parecía que los tenues vientos de cambio se transformaban en un huracán latinoamericanista. Y no dudó en alimentar el mito del cambio. Asumió la presidencia rodeado de Hugo Chávez, Fidel Castro y el levemente deteriorado Lula.

Y la gente se volcó a la calle, y no era para menos. Desde 1989 gobernaba la banda menemista continuada por una no menor de la fallida Alianza del “Somos más”. Desde allí abajo, casi cualquier cosa era mejor.

Pero en concreto, ¿qué hizo Kirchner como para que el nivel de esperanza se mantenga? Barrió con la Corte Suprema menemista y nombró una nueva independiente, siendo este el gran avance institucional como recambio positivo. Junto a esto una importante gesticulación sobre los Derechos Humanos violentados durante la Dictadura 1976-1983, donde lo más destacable fue el pedido de perdón en nombre del Estado y luego cierto maquillaje de recambio de parte de la oficialidad de las Fuerzas, algún cuadro descolgado, y final.

Dos ejes se debatían como centrales. Uno, la renegociación de la deuda externa, el otro, la integración sudamericana.

Se van y nunca volverán

En cuanto a la deuda externa, Kirchner “amenazó” a la burocracia del FMI con un llamado a la movilización popular si seguían con su política extorsiva. Parecía que ahora, de una vez por todas, alguien se plantaba y trasladaba el problema, que siempre es del acreedor que tiene que cobrar, no del deudor insolvente.
El “país en serio” iba a tener nuevamente al pueblo como protagonista, con masas defendiendo a un gobierno que iba a estar al servicio del pueblo en una cruzada de proporciones no menores a cualquier historia épica de la antigüedad. Era deber de cualquier argentino defender esta postura, no una chance, una opción más. Y además de defender, de velar por que al menos una vez, la palabra empeñada se vea obligada a ser respetada. Ni una cosa ni la otra.

Mientras Kirchner arenga a las tribunas, aplica las lecciones de la detestable “política pendular” de los cobardes que no terminan de asumir el lugar que la historia más que generosamente otorgó. Lo cierto es que este gobierno lleva pagados más de 32.000 millones de dólares en efectivo, la fuga de capitales al exterior no se detuvo ni por una semana al menos y las AFJP, el robo del siglo, se mantienen en pié dejando vivo y coleando a la oligarquía financiera, y sostiene el dólar a un precio que sólo beneficia a un sector retrógrado de la Patria Vacuna. El pueblo, el idiota invitado de piedra de siempre.

Los Derechos Humanos no son criticables en las medidas o gestos manifestados. Cabe señalar de una vez por todas que son insuficientes. Por año 36.500 niños mueren de hambre o enfermedades relacionadas a la desnutrición. Estos, “los únicos privilegiados”, son víctimas de la política de Estado. Y cuando en alguna provincia gana el caudillo más impresentable, la tilinguería portuaria debería dejar de escandalizarse: podemos reivindicar durante décadas a los luchadores de los ’70 y repudiar el terrorismo de Estado, pero si en una provincia castigada por la indigencia el genocida Emilio Massera llevara un paliativo a esos estómagos, que no extrañe que sea votado. Y ya no sería culpa más que de estos inútiles que buscaron llegar a la administración contable del poder en manos de un grupo concentrado.

¿Y el Latinoamericanismo? Olvidado, archivado y cajoneado. Lula camina en el mismo sentido que Kirchner, con la diferencia que preside a la principal potencia económica de América Latina y esto le da cierta autonomía. Hugo Chávez hace tiempo que lanzó ciertas premisa para avanzar en una verdadera unión de Sudamérica, no dialéctica sino concreta, con la creación de instituciones comunes, cambiando la posición pretoriana de las Fuerzas Armadas por una conjunción prima de la OTAN, llamada OTAS, esto es, una coalición conjunta de las tres Fuerzas de los países del Atlántico Sur. En tal sentido, propone la creación de canales informativos capaces de llevar la voz latinoamericana al mundo, que hoy extrañamente exporta la CNN desde Atlanta con sus conductores hispanoparlantes. Y las más importantes, la creación de una petrolera estatal para explotar este recurso por las empresas nacionales PDVSA (Venezuela), Petrobrás (Brasil) y “Enfarsa” (49% privada comandada en las sombras por el “nacionalista” Oscar Parrilli, soldado kirchnerista en la privatización de YPF). Finalmente la creación de una banca Sudamericana, en la cual las reservas del bloque sean depositadas aquí y dejen de inundar de dinero líquido los sótanos de New York y Fort Knox.

Es altamente probable, que en el epílogo Chávez deba volver a citar a Bolívar: “haré en el mar”.

Ya es claro, como era de preverse, que el sector energético privilegiado es la aportante a la campaña pingüinera Repsol-YPF, que en noviembre celebró un crecimiento anual del 40%. La deuda externa sigue siendo reconocida pese a las reiteradas pruebas de su ilegalidad: el 90% de la deuda que Argentina tiene con el FMI corresponde al Blindaje Financiero de Fernando de la Rúa, que para empezar, viola la propia carta orgánica del buitre organismo de desfinanciamiento mundial: la misma prohíbe al organismo otorgar asistencia financiera a países donde se están fugando capitales al exterior, cuyo Estado debe aplicar la legislación necesaria para normalizar la situación. Durante todo el 2001 el FMI sabía de la fuga de capitales y siguió enviando dinero, es decir, financiando el vaciamiento del Estado para que en su crack, una vez más, se socialice en el pueblo la deuda “que debe ser honrada”. Este fraude, más fresco que el iniciado por Martínez de Hoz, está siendo refrendado por este gobierno, siendo a la vez el primero que en vez de negociar asientos contables en Washington (de eso se trataron todos los préstamos del FMI, BID y BM), exporta capital constantemente en concepto de pago de la deuda, esto es, dinero producto de los impuestos y del trabajo de cada argentino, se empaqueta prolijamente y se carga en aviones que aterrizan en el Kennedy Airport, en New York.

La política exterior no pudo ser más torpe y fue efectivamente protegida por los multimedios acólitos, unos porque se vieron bendecidos por la licuación de sus deudas en dólares, otros que están por mudar sus imprentas al Poder Judicial y reemplazar al Boletín Oficial. Si lo hubiese hecho Menem, hubiese sido crucificado por el “progresismo” de nuestra vernácula izquierda boba, la inteligentzia portuaria de la que hablaba Arturo Jauretche.

Pero esta vez no, los mandatarios de Sudamérica se reunieron en Cuzco y Ayacucho, pero Kirchner alegó problemas de salud y envió una comitiva a España, encabezada por su itinerante esposa Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, para que la realeza bendijera en Madrid el canje de bonos propuesto. Itamaratí, la más avanzada escuela diplomática, se quejó por boca de sus boceros en Brasil por la actitud de Néstor Kirchner en la última asamblea de la ONU: Kirchner fue el único presidente de Sudamérica que no hizo mención alguna a sus países vecinos ni a la región en general. Algunos hablaron de cooperación (Venezuela, Brasil), otros de conflictos (Chile y Bolivia), Kirchner....nadie se acuerda.

Y así se incurre en el peligro de “noventizarse”, esta vez en medio del manoseo de los Derechos Humanos, de los desaparecidos y sobrevivientes.

El país, dicen los contadores, está mejor. Crece a un ritmo del 7% anual, y si un milagro media, manteniendo las tasas internacionales estables, a Estados Unidos con sus ojos en otras regiones y demás variables, puede pensarse siendo optimistas que seguirá creciendo la economía.

Pero ya es sabido que nada importa si la economía crece o se derrumba, sino que lo esencial es el cómo: si se derrumba y el peso cae sobre los hombros de los poderosos, los temores deberían ser mínimos (aunque se sabe, jamás el peso cayó sobre estos), y si crece, lo importante es la distribución de esos beneficios. En el primer lustro menemista la economía creció como pocas veces en la historia. Hoy los beneficiados del crecimiento kirchnerista son los mismos que hace poco más de una década.

¿Para quién es el desarrollo?

De todos modos, los “Jóvenes K” ¿ex? cavallistas como gran parte de la primera línea kirchnerista, siguen defendiendo el modelo e irreverentemente llaman Tío al patagónico, como un superador de Cámpora. Pero, según datos oficiales del INDEC, algo no cuadra: ¿en qué primavera de dos años, la brecha entre ricos y pobre sigue creciendo, la inflación está por arriba de los aumentos salariales por decreto y en lo que se lleva de gestión hay 2.5 millones de pobres nuevos?

Esto, así, seguirá siendo un país poco serio.


Fuente: Equipo de Investigaciones Rodolfo Walsh