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La izquierda gobierna con la derecha en Latinoamérica

Publie le Martes 8 de febrero de 2005 par Open-Publishing

Por Nancy Escobar Cardoso

El presidente del Brasil, Inacio Lula da Silva, es junto con Néstor Kirchner de Argentina una demostración más de cómo en América Latina se necesita llegar al poder por la izquierda para luego gobernar con la derecha, o al menos así lo analiza para Crónica el especialista en política económica de América Latina, Arturo Sotomayor, del CIDE. “La revolución socialista, la conquista del poder por los sindicatos, la destrucción de la economía de mercado y su sustitución por una economía intervenida por el Estado parece quedar sólo en el recuerdo de una campaña electoral, ambos antes de llegar a poder así lo expresaron”, argumenta el experto.

Y va más allá, “a dos años de Lula en el poder, se puede ver a un hombre consciente de que el camino del desarrollo pasa por los moldes del libre mercado y la promoción de la inversión privada. El gran líder demagógico enfrentado al imperialismo norteamericano, a la globalización, al fondomonetarismo ortodoxo y a las trasnacionales quedará sólo en el mundo de los deseos de quienes creyeron ver en ésta una oportunidad más de resucitar ideas trasnochadas y vías seguras hacia el fracaso”.

No sería éste, por cierto, el primer caso en el cual un líder con ideas de izquierda termina abrazando el credo liberal (aunque muchos liberales creen que se puede ser liberal y ser de izquierda o de derecha sin predilección alguna, dependiendo dónde se ponga el énfasis).

Lula y Kirchner se encaminan a ser no la reedición de Salvador Allende, sino la versión latinoamericana de Felipe González, líder del Partido Socialista Obrero Español, agrupación que cuando lo llevó al poder aún sostenía tesis marxistas y que luego, una vez en el gobierno, llevó a España a la modernidad liberal europea en la que hoy se encuentra, y casualmente de nuevo en manos del mismo partido.

Otra teoría. El sociólogo norteamericano James Petras lo resume en que los dos gobernantes han ganado mucho con poco. En el caso de Kirchner argumenta: “Poco, porque se sigue pagando la deuda, va a pagar a los deudores privados y va a seguir también apoyando a los agro exportadores. En eso es una continuación de la política de statu quo, con algunas modificaciones en el tema de derechos humanos y todavía no ha mejorado en gran escala a muchos sectores de clase media que igual prestan apoyo casi incondicional a su gobierno”.

Petras además vaticina que el año decisivo para Kirchner va a ser el 2005, particularmente si los precios y la relación de precios en el mercado mundial empiezan a caer.

“Su definición es: gobierno simbólicamente progresista, pero de derecha en la práctica. Creo que falla el proyecto de estimular a la llamada burguesía nacional argentina, que tiene 150 mil millones de dólares depositados en el exterior”, recomienda el sociólogo.

En el caso de Lula, Sotomayor concilia señalando que de cualquier modo no se puede asegurar que el presidente brasileño haya experimentado una conversión total, “pero se aprecian ya algunos indicios de que, al menos, la dura realidad del poder parece haber amansado pretensiones sobreideologizadas”.

Recomienda además que quienes en Perú, Venezuela o Uruguay, “donde se abrazan quimeras socialistoides o estatistas miren un poco por dónde va el mundo y sepan distinguir entre los gobiernos que fracasan y los que triunfan”.

Saldos. En enero de 2004, Lula llegó con una popularidad del 66 por ciento al primer año de los cuatro de su mandato. En enero de 2005, la popularidad ya había descendido a menos del 50 por ciento.

Muchas cuentas le ha pasado la gente que lo seguía por su ideología de izquierda. Como presidente de Brasil, convalidó un programa económico que generó recesión económica y enfrentó críticas y presiones para cambiar el rumbo de su gobierno.

También presenció la división de su partido -el Partido de los Trabajadores, PT- respecto a la expulsión de cuatro parlamentarios, que aseguraban que Lula había traicionado a los brasileños.

Decidido a borrar las dudas del establishment -local e internacional- sobre su pasado izquierdista, Lula validó un programa económico más ortodoxo que el de su antecesor, que incluye férreo control fiscal, altas tasas de interés, dólar barato y pago religioso de los intereses de su deuda externa pública de más de 250 mil millones de dólares, que representa el 58% del PIB de Brasil.

¿El resultado?: crecimiento económico cercano a cero, caída del 27 por ciento en el ingreso de los trabajadores, inflación controlada, desempleo de 12 por ciento y malhumor generalizado, que hace que su gobierno sea catalogado como “bueno” por sólo 41 por ciento de los brasileños.

Lula prometió dar comida a los hambrientos, pero su programa “Hambre Cero” se ha visto obstaculizado por diversas fallas organizativas. Prometió asentar a los campesinos sin tierras, pero no ha cumplido sus objetivos mínimos respecto a la reforma agraria.

“Reconocemos la buena voluntad del gobierno, pero todavía no logró articular un proyecto social consistente”, dice Francisco Meneses, director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos.

Desde el punto de vista político se puede decir que el hecho más importante del segundo año del gobierno de Lula fue el fortalecimiento de la oposición, correlato del debilitamiento del gobierno. En tanto en el primer año se esbozó una oposición de izquierda, quien acabó encontrando espacio para afirmarse fue la oposición de derecha. El debilitamiento del gobierno se dio por el fracaso en su capacidad de poner en marcha políticas sociales eficientes, en elevar de forma significativa el salario mínimo, en mantener y ampliar su base de apoyo partidaria, por la proliferación de denuncias de corrupción, por las derrotas electorales -especialmente en San Pablo y Porto Alegre-, además de la incapacidad de avanzar en la reforma agraria, y de los conflictos con los movimientos ecologistas.

Giros. Sin embargo, hay posturas como la de la organización Internacional Socialista (IS) que considera que Latinoamérica está girando “hacia la izquierda”, como lo demuestra el avance de las fuerzas progresistas en varios países, en un proceso que permitirá a la región humanizar la globalización.

El vicepresidente de la IS, Ricardo Núñez, comenta que la asunción de gobiernos progresistas en Argentina, Brasil, Chile y el triunfo electoral del izquierdista Tabaré Vázquez en Uruguay “es muy significativo para los pueblos latinoamericanos”.

“Hay un panorama en América Latina cualitativamente distinto, muy diferente al que habíamos observado tantos años. América Latina está girando hacia la izquierda, de manera responsable y clara”, señaló el senador chileno, del gobernante Partido Socialista (PS).

Explicó que con el triunfo de Vázquez en los comicios uruguayos de octubre pasado se consolidó una tendencia que se inició en Chile en 1990 con la llegada al poder de la Concertación de Partidos por la Democracia, una coalición de centro izquierda.

Núñez indicó que ese camino, iniciado hace 14 años en Chile con la recuperación de la democracia tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), continuó luego en 2003 con el triunfo de Néstor Kirchner en Argentina y de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil.


Fuente: La Crónica de Hoy