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¡Acaso no es ella una mujer! Eulogia para una mujer extraordinaria
Publie le Jueves 12 de marzo de 2009 par Open-PublishingPatricia Jennings-Welch. Caray. ¡Acaso no es ella una mujer! Cuando por primera vez me aprendí las líneas del famoso discurso de Sojourner Truth, todo en lo que podía pensar era en mi mamá. “Ese hombre de allá dice que las mujeres necesitan de ayuda para subir a los coches, y que necesitan que se les cargue por encima de las zanjas, y también tener el mejor lugar en cualquier parte. ¡Nunca me ha ayudado nadie a subir a los carros, o a pasar lodazales o me ha cedido el mejor lugar! ¿Y acaso no soy una mujer? ¡Véanme! ¡Vean mi brazo! He arado y sembrado, he acarreado bultos al granero ¡y ningún hombre me ha aventajado! ¿Y acaso no soy una mujer? Podía trabajar tanto y comer tanto como un hombre – cuando se podía – ¡y aguantar el látigo también! y ¿acaso no soy una mujer? He dado a luz a trece hijos, y he visto cómo a la mayoría los vendían como esclavos, y cuando clamé con mi dolor de madre, ¡nadie a excepción de Jesús me escuchó! Y ¿acaso no soy una mujer?
Todo lo que aprendí sobre respeto y dignidad, sobre luchar y no dejar que la gente sea humillada, todo proviene de esta mujer sorprendentemente complicada, fuerte y asombrosamente decidida a quien le decimos adiós hoy. Esta mujer que me enseñó a respetar la fortaleza y la compasión por igual – La Mujer; así simplemente, quien me enseñó a ser un hombre. Esta mujer que enseñó tanto a tantos, y que desde su ejemplo aprendí que no hay nada por debajo de nosotros – que destapar retretes va de la mano con el aprendizaje y la enseñanza de la lectura, o de algún idioma extranjero. Que la vida sin lucha es una vida inútil – pero también que luchar por uno mismo sin elevar a otros es tan inútil como moralmente reprobable.
Fui increíblemente bendecido al tener tal relación verdaderamente especial con esta mujer: mi madre, mi amiga, mi confidente, mi mentora. Pero ella influyó en tantas vidas, y disfrutó intensamente la vida que pasó con todos sus hijos, desde los retiros y viajes a San Antonio y Austin, hasta cada una de las reuniones de natación, misas, juegos de pelota, cumpleaños y celebraciones a las que pudo asistir, como fuera que pudiera estar allí, y por tanto tiempo como el que pudiera quedarse.
Y más allá de su propia familia cercana, la gente sentía como si una parte de ella le perteneciera. Podría haber sido todo eso para mí, pero Mima era de alguna manera propiedad del estado. Uno de los muchos pésames que recibimos señalaba esta cualidad adicional a su enorme intelecto, su voracidad y sed de conocimiento, y su increíble capacidad de enseñanza. La cualidad que mi amigo Volker de Alemania compartió, es que hacía que todos se sintieran como si también fuera su madre: “Ella fue la mejor madre que podías haber tenido. Como sabes, me encantaba que me tratara justo como si fuera otro de sus hijos solamente por esto: todos podían haber querido a esa mujer – como madre, fundadora escolar – como una Guía. Aún cuando es triste que haya partido, vivirá ahora más que muchos de los que están de hecho vivos – en nuestro recuerdo”.
Esto es por lo que dejamos limpio el tapete de flores: ellas representan todas las semillas que sembró, todas las flores que cultivó, toda la gente a la que impulsó a iniciar sus vidas, sus sueños, a quien empujó, pungió, hizo fructificar, salvó o simplemente enriqueció con haberla conocido.
A lo largo de estas líneas no podría dejar de mencionar a mi esposa Julia, quien es ahora mi compañera en lo profundo de mi dolor, tal y como ha sido en todo lo demás. Ha estado a mi lado por años, ayudándome a cuidar a mi mamá, quien como muchos de ustedes saben estuvo enferma por años. Desde ayudarla a bañarse y vestirse para nuestra boda, hasta los últimos momentos de la vida de esta gran mujer; el amor y apoyo de Julia por mí, por mi mamá, por los sueños que compartimos—nosotros los tres Dragones del Zodiaco Chino, o el equipo PD&J, como nos dijo en su lecho de muerte, el amor mutuo que sentimos por cada uno era tangible e indispensable.
Y aunque en momentos pudo haber sido exigente, debemos de pensar ahora que fue producto de su amor el hecho de que siempre exigiera lo mejor. Una estrofa de la canción que cantamos anteriormente es especialmente conmovedora – Nací en el valle/donde el sol se negaba a brillar/ pero estoy ahora subiendo hacia las montañas/ y ¡haré mía esa montaña!
Y por supuesto que exigía lo mismo de todos los demás – ya fuera que lo supieras o no. Es la mejor cualidad en un maestro, y quizás también en una madre. Y a veces era paradójicamente dura con la gente cuando decían que no podían- y especialmente con aquellos de los que otros decían que no podían. Como ves, el enigma que era Pat Welch, quien siempre apuntaba alto (porque algunas veces lo logras) también tenía un intenso lado pragmático: no era que la autocompasión fuese inmoral – sino que se interponía demasiado.
Cuántas veces en la semana pasada hemos oído gente que nos llega con historias como aquella madre que nos dijo a Julia y a mí “cuando traje a mi hijo a la escuela, le dije a tu mamá ‘No tengo manera de venirlo a recoger’, me dijo ‘Solo tráelo a la escuela; ya veremos la manera de hacer que esto funcione’.” ¡Haré mía esa montaña! Pero de nuevo jamás sin elevar también a aquellos que te rodean.
Un(a) de mis primos(as) escribió que todos obtuvimos mucha inspiración de la Tía Pat. Tenía un asombroso sentido del optimismo, y no había nada demasiado difícil que no pudiera hacerse una vez que ella lo decidía. Y creo que era capaz de convencer a mucha gente de que podían hacer cosas que quizás de otro modo no lo hubieran intentado. De hecho esta reputación de hacer su voluntad contra cualquier impedimento, llevó a una interesante confusión en el amanecer de su fallecimiento. Sin querer escribí una fecha incorrecta cuando envié un borrador de su obituario. Envié entonces una corrección bajo el título de “error tipográfico”. Su prima me escribió de inmediato diciendo que esperaba que todo fuera un “error tipográfico”, Patsy que decía que todo era un error tipográfico, y que ¡ella no se iba a ninguna parte!”
Unas cuantas semanas antes de morir me dijo “querido, quiero que me pongas en coma; entonces que me despiertes en unos cinco o diez años cuando hayan encontrado una cura para todo lo que me aqueja”. Otra amiga ofreció que ya que iba a la tienda le podría traer cualquier cosa. “No a menos que puedas traerme un juego de pulmones”, guiñó con ese destello en sus ojos azules que nos hacía pensar que estaba bromeando…
está bromeando…¿no es así? En realidad nunca estabas seguro…
Tenía un poema favorito que le escribió su padre, mi abuelo. Lo recitábamos juntos en sus últimas semanas, y parecía consolarla.
Patsy
Hoy mi hija, estás vestida de blanco
Simbolizando el alma de Dios
Para marchar con Él hacia todo lo que está correcto
Por el camino que Cristo anduvo
Tus pensamientos son puros, tu paso firme
Tus sueños están llenos con una agradable esperanza
Para darte la energía de seguir adelante
Del camino de la vida y afrontar sus cargas
Un verdadero soldado en el rebaño de Dios
Tu batalla ahora es una con la vida
Y quizás estás inscrita en el cielo
Cuando hayas marchado más allá del feudo de la Tierra.
Él había escrito otro poema, indudablemente pensando en sí mismo y en su madre. Últimamente he pensado mucho en él, en relación conmigo y mi madre. Cuando salimos en uno de nuestros últimos paseos, y que insistió en ver todo lo nuevo: la Y, la reconstrucción de Davenport, y finalmente el cementerio, creo en retrospectiva que nos estaba tratando de decir que sabía lo que iba a suceder.
Fe
Una cínica puede desdeñar conforme se arrodilla con su cruz
Y sostiene las cuentas entre los dedos
Pero se ha cansado de los aguijonazos de la vida
Y sabe solamente que ya está vieja
Está cansada de la vida y tiene miedo a la muerte
Y estas cuentas que sostiene entre sus dedos son su esperanza
De que algo más allá de su último aliento de vida
De algo que no se puede ver y que está fuera de nuestro alcance de comprensión
Y la cínica puede desdeñar conforme besa esa cruz
Y se arrodilla con la cabeza inclinada
Que está en paz con su dios, mientras que el está en una pérdida
Y cansado de las cosas que no puede saber
Y ahora quiero decir algo, aunque brevemente, a la comunidad hispana, la que sentía tanto amor por mi mama-diciéndole simplemente siempre `la Doña.´ Y todos sabían de quién estábamos hablando, sin tener que decir nada mas. Tal como a muchos otros, la Doña ayudó bastante a la gente de esta comunidad, con quien tenía una conexión especial. Me llamó una colega anterior desde Santo Domingo para darnos sus condolencias, explicando cuánto la ayudó esta mujer, la Doña, una mujer de tanta fuerza, inteligencia y amor, y también cuánto ayudó a sus hijos y a su familia-diciendo como tantos otros que sentía de corazón que la doña se haya ido, a cualquier parte, ella también era su mamá. Me recordó también, aunque no necesitaba que me lo recordara, de la broma que yo siempre le hacía a mi mamá, imitando su pronunciación en español. Zan-a-jor-i-a. Me regañaron, por supuesto, por imitar a una mujer con tanta dignidad, y sobre todo que trataba de dominar el idioma español con toda su fuerza. Otra Montaña que quería subir. Pero supongo que todos saben, que la Doña, entendió que todo esto fue por amor.
Le ofrezco una disculpa al Padre Sheridan y a aquellos aquí presentes por lo que me he extendido. Supongo que es parte de querer hablar para siempre de ésta dama especial, como otra parte de la canción que entonamos: sepulturero, por favor conduce despacio. Pero por supuesto, cuando llega el momento, es el momento, y no tenemos control sobre el reloj o el calendario. Perdónenme. Y ahora por ésta gran dama que siempre quiso ser la última en salir de la fiesta, es momento de dejarla descansar. Ella luchó contra el destino, contra la enfermedad, contra el tiempo en sí hasta el último momento. Me incliné y susurré a su oído en su lecho de muerte, aún cuando no estoy seguro de si aún podía escucharme; que estaba bien, que ahora podía descansar y no sentirse tan agotada. Hubo dos fechas en las últimas semanas que ayudan a explicar esta contradicción final. El 20 de enero fue la fecha de su última consulta con el oncólogo, y fue de alguna manera desde ese momento que sentimos que comenzaba a irse. Y esa noche, mientras Julia y yo dormíamos en un colchón en el piso de su habitación, haciéndole compañía mientras que luchaba con las noticias más sombrías, le dije a Julia con preocupación “No está comiendo”. “No está leyendo”, a lo que Julia respondió. “Para Pat Welch esa es aún la peor señal”.
Pero ahora recuerdo que el 20 de enero también fue el día de la inauguración, el día que había esperado tanto por ocho largos años. Recuerdo claramente su llanto en 2004; cuando le pregunté porqué lo tomaba tan a pecho, ella replicó, “¡pues quizás ahora no pueda vivir para ver que Bush se haya ido! Así que quizás el 20 de enero era importante para ella más allá de lo que creíamos. La otra historia extraña de la fecha, la acabo de descubrir ayer. Fuimos a CVS, donde fuimos tantas y tantas veces a recoger la receta que le ayudaba a mantenerse viva, y no pude estacionarme sin llorar. Me acerqué a un lugar para discapacitados y saqué la placa de discapacidad de mi mamá como una especie de reflejo.
Cuando me dí cuenta de lo que hacía, sonreí, imaginándome que ni ella ni la ley se atreverían a regañarme por esta última transgresión. Pero conforme veía la placa colgando por el retrovisor, noté que la fecha de vencimiento era el 24 de febrero del 2009, la misma noche en que tuvimos que llevarla de emergencia a Brigham, y que fue la última vez que viajó en nuestro rechoncho carrito. En un shock me recargué y reflexioné. Es tiempo finalmente de dejar descansar a esta mujer. Te amamos y siempre te amaremos, siempre vivirás entre nosotros. “Que el camino se eleve para darte la bienvenida, el viento siempre esté a tu espalda, el sol caliente tu rostro, la lluvia caiga suave sobre tus campos—y hasta que nos reencontremos que Dios te sostenga en la palma de Su mano”. Te amo Ma, Adiós.
Traducido de Rosa Elena