Portada del sitio > CUBA: EL CAMBIO QUE NO LLEGA
..."Los más pesimistas piensan que Raúl Castro y su equipo seguirán ganando tiempo gracias al petróleo venezolano y a unas pocas reformas (...) Los optimistas, en cambio, confían en que la propia dinámica de los cambios en la cúpula llevará a una democratización paulatina de las instituciones. Mientras, los cubanos siguen huyendo ilegalmente de la isla a un ritmo que no se había visto desde la crisis de los balseros de 1994, cuando 32.000 personas se echaron al mar para ir a Estados Unidos". ¿Ha cambiado realmente algo en Cuba desde que Fidel Castro entregara interinamente la dirección del Estado a su hermano Raúl, hace ahora 18 meses? ¿Ha ocurrido algo significativo, más allá de la presentación en la televisión nacional de la película “Fresa y Chocolate”, la autorización de montar una obra de teatro de Antón Arrufat o las declaraciones del ministro de Cultura, Abel Prieto, a favor de la legalización del matrimonio homosexual? Estas pequeñas incidencias, entre muchas otras, han sido infladas por la prensa internacional, pero el cubano de a pie no ha visto ningún cambio en su vida perra y sigue privado de todas las libertades básicas, tanto políticas como económicas. La semana pasada fue pletórica en supuestas señales de cambio. El cantautor Silvio Rodríguez, de 61 años, se descolgó con una declaración en contra de las restricciones que limitan el derecho de los cubanos de viajar fuera de la isla y alojarse en los hoteles nacionales reservados para los turistas. El artista, que nunca tuvo problemas para recorrer el mundo, se sube ahora al barco del cambio propiciado por el propio Raúl Castro, que había señalado, en diciembre pasado, el “exceso de prohibiciones y medidas legales, que hacen más daño que beneficio”. Simultáneamente, empezó a circular en la isla un vídeo donde varios estudiantes se quejan de las múltiples prohibiciones y piden cambios de fondo. La filmación, organizada por la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), no habría suscitado tanto interés si no hubiera sido por la presencia en la reunión de uno de los más altos dirigentes de la revolución, Ricardo Alarcón, que sale muy mal parado por su incapacidad de aportar respuestas coherentes a las preguntas del público. Los estudiantes de la UCI, creada en 2002 por Fidel Castro y mimada por él, no son ningunos contrarrevolucionarios y tampoco son disidentes, sino todo lo contrario. En sus peticiones para poder viajar al extranjero, hablan de ir a Bolivia donde “cayó el Che, para homenajearle”. Y cuando piden el derecho de entrar libremente en Internet, Google o Yahoo, es porque quieren tener acceso al conocimiento universal y mejorar así su contribución a la revolución. Tenían también preguntas más políticas sobre las listas únicas de diputados, impuestas desde arriba para las elecciones legislativas del pasado 20 de enero, y sobre el sistema aberrante de las dos monedas que circulan en Cuba, una muy débil para pagar los salarios, y otra, inaccesible para la mayoría de la población, para hacer las compras de la canasta básica. Esas inquietudes, presentadas en tono muy respetuoso por los estudiantes, recibieron respuestas evasivas de Alarcón, que se escaqueó al declarar que él era “un perfecto ignorante” en varios de los temas tratados y que, además, no sabía todavía cuál iba a ser la nueva “línea” desde arriba. Este incidente lleva a varias reflexiones. Revela, primero, que los propios dirigentes de la revolución no saben muy bien qué hacer y están a la defensiva. Segundo, los estudiantes revolucionarios, los únicos que pueden expresarse, empiezan a desconfiar de sus líderes y quieren cambios concretos para que Cuba salga del agujero. Y, tercer punto, Raúl Castro podría haber dado una señal de su intención de prescindir de algunos miembros de la cúpula, empezando por Ricardo Alarcón, que preside la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) y pertenece al Buró Político del Partido Comunista. Se sospecha que la difusión del vídeo no se debe a una filtración incontrolada, sino a una orden desde arriba, con el doble objetivo de presentar a la comunidad internacional una prueba de la existencia de un debate democrático y, de paso, quemar a Alarcón, cuyas cuyas intromisiones en el proceso de transición molestan a Raúl Castro desde hace tiempo. Los cambios no han empezado, pero se acercan las purgas, en previsión de la designación, por la Asamblea Nacional, de los máximos dirigentes del país, lo que ocurrirá el próximo 24 de febrero. Ese día se sabrá si Fidel Castro, de 81 años y en el poder desde 1959, quiere ser reelecto presidente o si está dispuesto a dejar los puestos de dirección a las nuevas generaciones. Cualquiera que sea su decisión, habrá todavía mucho trabajo para los “castrólogos”, que se dan a la tarea de interpretar los datos, declaraciones y gestos más nimios de la cúpula política y de los intelectuales orgánicos, como lo hicieron durante décadas los kremlinólogos con la antigua URSS. Los más pesimistas piensan que Raúl Castro y su equipo seguirán ganando tiempo gracias al petróleo venezolano y a unas pocas reformas, algunas cosméticas y, quizá, otras más concretas en el sector agrícola para mejorar la alimentación. Los optimistas, en cambio, confían en que la propia dinámica de los cambios en la cúpula llevará a una democratización paulatina de las instituciones. Mientras, los cubanos siguen huyendo ilegalmente de la isla a un ritmo que no se había visto desde la crisis de los balseros de 1994, cuando 32.000 personas se echaron al mar para ir a Estados Unidos.