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CUBA: INCONSISTENCIA PERMANENTE

Publie le Viernes 5 de octubre de 2007 par Open-Publishing

La planificación sigue siendo centralizada, sin considerar los criterios de los trabajadores, e incluso de los directores de empresas sin control sobre los recursos necesarios, imposibilitados de tomar decisiones tales como firmar un contrato o disponer de fondos propios para enfrentar situaciones imprevistas y con un proceso inversionista totalmente subordinado a los niveles superiores. Todo enmarcado en un clima burocrático que ahoga la creatividad. No por gusto, Cuba no tiene prácticamente ningún bien que exportar, la industria azucarera ha sido destruida, el país se descapitaliza paulatinamente y los alimentos para la población deben comprarse en un 84,0% en el exterior.

“Es más fácil descubrir el misterio del Triángulo de las Bermudas que encontrar el fijador que mantenga la calidad y el entusiasmo de los primeros días en algunas de las iniciativas que emprendemos”.

Con estas palabras comienza una serie de dos artículos que con el título Se busca un fijador apareció en el diario Juventud Rebelde los días 9 y 16 de septiembre.

Abordan la falta de continuidad de la economía cubana desde hace años, así como tratan de encontrar los orígenes de un fenómeno que nada tiene que ver con las características y tradiciones de los cubanos, personas mayoritariamente persistentes en la búsqueda de la prosperidad en otras épocas.

Este problema se generó con los cambios acaecidos después de 1959, en un proceso que creó muchas ilusiones, pero que en la práctica se distorsionó, pudiéndose caracterizar, como lo hiciera en su momento el cineasta Tomás Gutiérrez Alea (Titón), como “un guión de gran calidad, pero de muy mala puesta en escena”.

Las primeras intervenciones de propiedades privadas, apoyadas abrumadoramente por la población, el tiempo se encargó de demostrar que constituyeron simples confiscaciones a favor del estado y del grupo dominante. Consistieron en decisiones ajenas al concepto de propiedad social, donde los trabajadores tuvieran vías para expresar criterios y ser tomados en cuenta. Resultaron mera copia del fenómeno acaecido en la Unión Soviética y otros países de Europa, donde fue establecida una gestión estatal altamente centralizada, basada en la toma de decisiones al margen de los intereses del pueblo, envueltas en una retórica supuestamente socialista para hacer creer por muchos años que el poder estaba en manos de las grandes mayorías.

En Cuba esto se agravó mucho más, pues las confiscaciones no sólo alcanzaron las grandes propiedades, sino más tarde también a los pequeños propietarios. Los pequeños comercios, talleres, barberías, reparadoras de calzado y otros, así como la propiedad agraria en gran medida, quedaron en manos estatales. Esta política radical nunca había sido expuesta en los programas de los marxistas cubanos, que únicamente habían considerado la socialización de los medios fundamentales de producción.

De forma abrupta se estatizó en una medida incluso superior al resto de los países de economías centralizadas del este de Europa. Sólo quedó propiedad individual en un pequeño sector agrario, pero con las limitaciones existentes hasta hoy, que mantiene a esos campesinos sujetos a un fortísimo control burocrático. Ese mecanismo, falsamente calificado como socialista, no fue más que la conversión de la economía a un rígido e ineficiente capitalismo de estado, donde jamás la voz de los trabajadores se ha escuchado, y sin representación real, sino con sindicatos oficiales utilizados como correas transmisoras de las decisiones de los niveles superiores del partido y el gobierno.

Todo resultó en un infuncional sistema y una falsa planificación desde arriba, que sin tomar en consideración los intereses y opiniones del pueblo han establecido objetivos muchas veces kafkianos, que han conducido inmensos desastres.

Con la pérdida de las subvenciones del bloque soviéticos en 1989, las cosas se ven mucho más claras. La economía es incapaz de recuperarse y tiene que descansar nuevamente en las subvenciones, ahora venezolanas. Si los proyectos fracasan, como acontece en la inmensa mayoría de los casos, es porque los trabajadores no tienen ningún estímulo para trabajar y por un bloqueo a las fuerzas productivas inhibidor del desarrollo. Los salarios, como reconoció el General Raúl Castro en julio pasado, son insuficientes. Según estudios realizados por economistas oficiales, el salario promedio mensual en términos reales no sobrepasa el 24,0 % de los niveles de 1989. Los trabajadores ahora tienen conciencia de que la propiedad social es una falsedad, incluso reconocida por destacados pensadores marxistas, como el Dr. Hans Dietrich, politólogo alemán residente en México.

Asimismo, el pueblo comprende que fue un enorme error la confiscación de miles de pequeños negocios, imposible de dirigir centralmente, lo cual ha sido fuente de pésimos servicios, ineficiencia y corrupción. Todo debido al deseo de controlar a la población económicamente para poder manipularla mejor políticamente.

La planificación sigue siendo centralizada, sin considerar los criterios de los trabajadores, e incluso de los directores de empresas sin control sobre los recursos necesarios, imposibilitados de tomar decisiones tales como firmar un contrato o disponer de fondos propios para enfrentar situaciones imprevistas y con un proceso inversionista totalmente subordinado a los niveles superiores. Todo enmarcado en un clima burocrático que ahoga la creatividad. No por gusto, Cuba no tiene prácticamente ningún bien que exportar, la industria azucarera ha sido destruida, el país se descapitaliza paulatinamente y los alimentos para la población deben comprarse en un 84,0% en el exterior.

A esto se añade un alto grado de descontrol sobre la economía, con un 60,0% de las empresas con contabilidad poco confiable, situación complicada por una doble circulación monetaria y una increíble variedad de precios para un mismo producto, lo cual crea un paraíso para la ilegalidad y el desvío de recursos, en un país donde la venta racionada está implantada desde hace 45 años.

Asimismo, la política de asignación de los cuadros en las distintas empresas ha descansado en el clientelismo y la inestabilidad. Por lo regular nunca se busca la mejor persona para un cargo, sino el más fiel a las directrices del estado-partido, bajo un falso concepto de revolucionario. Escenario altamente ventajoso para oportunistas.

Paradójicamente, además de los daños sociales, también es perjudicado el Partido Comunista, a cuyas filas han acudido muchos farsantes en busca del carné para favorecerse de esas condiciones y poder ascender en busca de un mejor nivel de vida; basándose en la doble moral y una conducta de engaños y mentiras.

En este escenario es normal que casi todo fracase. Lo que empieza mal, termina mal. Es tiempo de cambios. No comprenderlo puede ser fatal para el destino nacional.