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Cuba: El dolor de ya no ser
Publie le Miércoles 8 de abril de 2009 par Open-Publishing2 comentarios
* Fragmento de un trabajo de Daniel Barret que trata sobre la evolución del régimen político cubano desde el 17 de noviembre de 2005 hasta nuestros días. El fragmento intenta situar el papel jugado por Fidel Castro en los últimos meses.
Tratándose como se trata de un régimen político altamente dependiente de su tótem tribal, no tiene nada de extraño que un capítulo fundamental de su deriva gire en torno a la persona de Fidel Castro; “comandante en jefe” por méritos guerrilleros propios y per saecula saeculorum. Fidel pareció estar muerto sin sepultura allá por el 11 de enero de 2009 y pocos se atrevieron a extrañarlo demasiado intensamente de labios para afuera. Para ese entonces, ya había abandonado sus Reflexiones desde un tiempo atrás y tampoco mostraba mayor interés en responder de cuerpo presente ante la visita de mandatarios extranjeros como Rafael Correa de Ecuador y Martín Torrijos de Panamá. Coronando esa situación, ese día, en uno de sus periódicos informes médicos, un emocionado Hugo Chávez dejaba constancia de lo siguiente: “Sabemos que el Fidel aquel que recorría calles y pueblos con su estampa de guerrero, con su uniforme, y abrazando a la gente, no volverá”. Para rematar diciendo: “Quedará en el recuerdo. Porque Fidel va a vivir, como está vivo, y vivirá siempre, más allá de la vida física. Y debe vivir, él lo sabe, años”. Aquello pareció un poético epitafio producto de la proverbial incontinencia de Hugo Chávez, quien quizás no pudo privarse de ofrecerle al mundo una primicia de ese tenor. Pero lo que probablemente Chávez no tuvo en cuenta en ese momento fue la decisión de la conducción política cubana respecto a la inmortalidad de su figura consular y así tuvo que desdecirse casi súbitamente y anunciar entre nuevos redobles que Fidel estaba “vivito y coleando”.
La situación se mantuvo en stand by durante unos días hasta que el snobismo y la novelería de Cristina Fernández de Kirchner puso las cosas en su lugar o fuera de él. Usando y abusando de sus prerrogativas de dama, según las explicaciones oficiales en circulación, insistió en mantener una entrevista con la historia, así fuera con la momia de Tutankhamón: si los visitantes del Museo del Louvre suelen fotografiarse junto a la Victoria de Samotracia, ella no podía dejar de incorporar a su patrimonio de souvenirs una ilustración gráfica de su encuentro con un Fidel Castro redivivo. Fidel,[1] en un majestuoso rapto de galantería, aceptó sin hesitar el rendez-vous que le proponía la extravagante amazona y abandonó su obligado ostracismo interno. Hubo algunas dudas y contradicciones respecto a la duración del encuentro, pero lo cierto es que el mismo ocurrió “oficialmente” y fue sucedido de elogios mutuos, además de hacerlo por una fotografía que dejó mucho que desear en cuanto a su calidad técnica pero en la cual Fidel apareció algo encogido y sin embargo con mayor kilaje y apostura facial que en su anterior comparecencia ante los flashes. Y, como de damas se trataba, si Fidel se había reunido con Cristina Fernández también debía hacerlo con Michelle Bachelet. Las cosas se complicaron algo en este caso puesto que el “redactor en jefe” cometió la inmediata imprudencia de sostener por escrito que ya le había hecho saber a la presidenta chilena de su toma de partido a favor del país altiplánico en el contencioso Chile-Bolivia; algo que, según se dijo a modo de excusa, no sería demasiado importante en boca de quien no ocupa ningún cargo en la estructura del Estado cubano sino que apenas si es el primer secretario y el líder indisputable del único partido político de actuación legal por esos lares. Michelle Bachelet se curó en salud declarando que ya le había hecho saber de su disgusto al presidente real de los cubanos y todo quedó en una tormenta pasajera y sin consecuencias demasiado visibles puesto que los problemas entre Chile y Bolivia ya los resolverían exclusivamente esos dos países por sí mismos mientras que Fidel -para mayor desconsuelo de su vasta grey de adoradores incondicionales y compungidos- no habría de ser invitado a integrar ningún tribunal arbitral que ulteriormente pudiera pronunciarse sobre el diferendo.
Pero la romería de visitantes presidenciales no se detendría allí sino que, acto seguido, haría su aparición en escena el guatemalteco Álvaro Colom, portando en este caso, como impar homenaje al ilustre convaleciente, la máxima distinción otorgada por su país: la Orden del Quetzal en el grado de Gran Collar. El mundo contuvo la respiración, quizás aguardando ahora que el “comandante” en persona, actuando en relación de coherencia con sus antecedentes, le recomendara a Colom que se metiera la Orden en aquellas partes anatómicas normalmente vedadas a los rayos solares. Pero, afortunadamente, nada de eso ocurrió: Fidel se limitó a agradecer la distinción recibida por Raúl en tanto apoderado suyo al tiempo que éste aclaraba que su hermano no podía estar haciendo sociabilidad con cualquiera que se allegara por La Habana y que ese privilegio era una exclusiva prerrogativa de las presidentas.
El problema fue que, en ese preciso momento, a Chávez se le ocurrió asomarse por sorpresa en las tierras de su padre putativo y, en este caso tan especial, para no ser menos ni tampoco igual que las damas, las entrevistas con la historia tuvieron que ser dos en lugar de una. Casi nadie puede saber a ciencia cierta ni dónde se habló, ni cómo se habló ni de qué se habló pero sí era claro que la coartada vigente hasta pocos días antes se desplomaba a vista y paciencia de los innumerables seguidores del culebrón. Y, si ahora Fidel estaba disponible también para los masculinos ocupantes de máximos cargos ejecutivos en los países hermanos, ¿qué nueva razón podría esgrimirse para no aceptar que también mantuvieran amenas pláticas con el longevo guerrillero los presidentes de República Dominicana y de Honduras? Todo pareció caminar a las mil maravillas con Leonel Fernández pero no dejó de plantearse algún módico altercado de coordinación con Manuel Zelaya. Tanto es así que, mientras Fidel afirmaba que no podía inventar tiempo alguno para encontrarse con el hondureño,[2] éste sostenía que el Gran Jefe se había dignado a retratarse ¡nada menos que con su sombrero![3] Sin embargo, todo se arregló con presteza digna de mejor causa y también Zelaya tuvo el honor de verse ensalzado por la siguiente “reflexión” de Fidel, que se encargó de ubicar por las nubes y más allá de ellas su inteligencia, su don de gentes y hasta la ubicuidad de encontrarse en Managua, siendo casi un niño, en el preciso instante en que el Profeta pronunciaba una de sus inigualables homilías. A todo esto, la comedia no podía dejar de mostrar su faceta bíblica y, puesto que nadie habría creído en una nueva multiplicación de los panes y los peces, Hugo Chávez, en tanto inefable locutor de estas historias, nos había presentado antes a Fidel Castro paseando por Jaimanitas; algo de lo cual él, y solamente él, tenía el privilegio y la exclusividad de atesorar en los correspondientes testimonios gráficos que nadie más en el mundo habría de poseer. No obstante, no se privó de calificar el paseo de “milagro” ni de aseverar que la gente “lloraba al verlo”, incluso prescindiendo de ese hecho sumamente menor según el cual el manto sagrado es sustituído en este caso por un equipo deportivo marca Addidas.[4]
Pero el acontecimiento político más importante no sería ninguno de estos anodinos movimientos en el tablero de ajedrez sino que el mismo estaría constituido por el pronunciamiento de Fidel en torno a los cambios ministeriales acontecidos a principios de marzo. La comunicación oficial fue lacónica y poco le faltó para parecerse a un memo gerencial, aunque entre los desplazados se encontraran nada menos que Carlos Lage y Felipe Pérez Roque; dos ex estrellas del firmamento “fidelista” y del más íntimo círculo aúlico del “comandante en jefe” que quizás nunca imaginaron que también a ellos habría de llegarles el turno de la defenestración. Pero la celestial divinidad no podía dejar de poner en la instancia su sello personal y así fue que transformó tales cambios en una lapidación: “La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos.” Unos pocos renglones antes había dejado en claro que los cambios le habían sido consultados y que nadie debía interpretarlos como una sustitución de los “hombres de Fidel” por los “hombres de Raúl”. Y, como quien no quiere la cosa y sin decir “agua va”, dedicó el tramo restante de su “reflexión” al mucho más importante Clásico de Pelota, haciéndose responsable directo de cualquier fracaso eventual en el mismo;[5],[6] fracaso que luego, en uno de sus habituales gestos de magnanimidad, se encargó de distribuir entre el cuerpo técnico, la cúpula directriz del deporte beisbolero y también, si cabe, en una vasta y difusa estructura que ha sido incapaz de incorporar la ciencia materialista del pitcheo de que han hecho gala japoneses y coreanos. Cabe añadir, como elemento novedoso, que este último giro de la “comandancia” produjo un extendido estupor entre los “amigos de Cuba” dispersos por doquier y así fue que en los días subsiguientes pudimos encontrarnos con urgidas señales de humo enviadas a La Habana por articulistas de lealtad irreprochable y sin fisuras como Narciso Isa Conde, Pascual Serrano, Carlo Frabetti o Miguel Urbano Rodrigues.[7] Tal vez hasta los “amigos” más fieles estén intentando decirle a la conducción política cubana que el juego tiene sus límites y que ni ellos mismos saben ya qué comunicarle a sus espacios más próximos de irradiación.
Este culebrón, claro está, es indescifrable; entre otras cosas porque el secreto en Cuba es un deporte de Estado y, además, porque los servicios de inteligencia y contra-inteligencia casi nunca en estos casos dejan de depositar en un lado y en el otro sus propias semillas de confusión y de desconcertante incoherencia. Sin embargo, los elementos externos a estas intrigas palaciegas sí son perfectamente comprensibles. Por lo pronto, es obvio que ni el “secretismo” vocacional ni la Seguridad del Estado pueden hacer absolutamente nada con una economía en ruinas, con el descreimiento de la gente y con la ineficiencia burocrática: frente a estas cosas, el sempiterno formato bélico de plantear los problemas y la paranoia omnipresente no son más que un obstáculo y mal pueden constituirse en clave explicativa y en razonable curso de acción. Y es precisamente ahí donde están los problemas más acuciantes e inmediatamente visibles del régimen político cubano; es precisamente ahí donde el Estado y sus pugnas de poder se han revelado rotundamente inoperantes.
El planteo gubernamental del problema parte de la base de que la resolución del mismo reclama la reincorporación plena de Cuba por lo menos al sistema interestatal americano, la posibilidad de mantener relaciones comerciales normales con el resto del mundo y la generación de atractivos apetecibles para un nuevo brote de inversión extranjera;[8] nada de lo cual es ajeno a un replanteo de las relaciones con los mismísimos Estados Unidos. El espaldarazo más fuerte a estas pretensiones ya había sido logrado en el mes de diciembre de 2008, en el encuentro habido en la brasilera Costa de Sauípe; ocasión en la cual Cuba fue admitida como miembro del Grupo de Río. Ése y no otro es el origen del posterior desfile de visitas presidenciales a Cuba en los primeros meses del 2009: en el código Morse de la diplomacia, si los presidentes de Ecuador, Panamá, Argentina, Chile, Guatemala, Venezuela, Dominicana y Honduras visitan Cuba en ese orden, eso quiere decir que quien habrá de discutir el asunto con los Estados Unidos tiene que ser Brasil; incluso aunque Lula se haya abstenido discretamente de participar en el desfile y nadie, ni siquiera Chávez, haya tenido el privilegio de ver a Fidel fotografiado como porta-estandarte de una scola do samba. Porque, en definitiva, el trasfondo de todo esto no es más que la afirmación de Brasil como global player y como líder regional; un país capaz por sí mismo de asumir la representación de sus “hermanos menores” y de poner en orden los asuntos latinoamericanos sin que los Estados Unidos puedan reclamar prioridad alguna sobre el punto.
Todo marchaba a las mil maravillas en este plano y Cuba pudo anotarse, en el terreno de las relaciones internacionales, algunos logros diplomáticos que eran impensables hasta poco tiempo atrás. El problema adicional, sin embargo, es que el Estado cubano y su Partido Único carecen de otra legitimación que no sea aquella, proveniente de la Sierra Maestra y de su épica fundacional, que procede de la biografía y del destino de su “comandante en jefe”. Dicen los entendidos que Raúl se ha caracterizado por ser un adalid de la institucionalidad como dique de contención de esa historia de ocurrencias, arbitrariedades y caprichos sin frenos que caracterizó a su hermano mayor; pero el drama del régimen político cubano consiste en que ya no hay demasiado tiempo ni ideas disponibles para darle carácter formal y estatutario a un estrepitoso fracaso y tampoco se puede tener a mano, como sucedió durante los últimos 50 años, el carisma opiáceo del interminable conductor. Ante ese callejón sin salida, muy a pesar de los esfuerzos de Brasil puntualmente secundados por el resto de los países latinoamericanos, la conducción histórica ha optado por el ridículo y no se le ocurrió nada mejor que acentuar la militarización de los círculos de poder y llevar hasta el límite su promedio de edad, transformándose además en un gobierno mediúmnico comunicado con el más allá y cuya legitimación adquiere ya un carácter espectral; incluso aunque el espectro, según declaraciones recientes, nade en una piscina privada, se dedique a estudiar a Darwin, salga a caminar por el barrio y se apersone en un kiosko de periódicos a conseguir el Granma nuestro de cada día. Y, claro, mientras dure el sainete, nunca faltarán presidentes latinoamericanos dispuestos a intercambiar dulzuras con Fidel, tomarse fotografías que engalarán los álbumes familiares y, de paso, intentar presentar al interior de sus países una imagen progre que contenga al menos algunos de los flancos de ataque de sus adversarios de izquierda más desprevenidos.[9] Aunque, claro, todo esto no esté produciendo otra cosa que el desgaste de la imperecedera imagen del espectro;[10] ya sea porque sus últimas apariciones constituyen dislates propios ya porque se trata del desvencijado ingenio de los ventrílocuos de turno.
[Para información actualizada sobre Cuba y el anarquismo cubano, en castellano y en inglés, ver el blog "Movimiento Libertario Cubano" http://movimientolibertariocubano.entodaspartes.net. El otro sitio web del MLC es http://www.mlc.acultura.org.ve.]
[1] Existe una alta probabilidad de que al decir “Fidel” estemos nombrando apenas a una entelequia y es poco lo que puede hacerse para saber si en ese caso nos referimos a una persona, a un círculo de poder, a un elenco de dobles cinematográficos o a los taxidermistas del CIMEQ. Sin embargo, por pura comodidad, nos atendremos a la narración que discurre frente a los ojos del mundo y entenderemos por tal al conjunto de entrevistas, fotografías y Reflexiones que se presentan bajo esa denominación.
[2] El 4 de marzo, a las 3.35 p.m. Fidel había sostenido en su “reflexión” lo siguiente: “Lástima que se marche hoy sin saludarlo. Es la segunda vez que visita Cuba. ¿Pero qué hago, de dónde saco tiempo?”; lo cual puede constatarse en la dirección más oficial que pueda concebirse: http://www.cuba.cu/gobierno/reflexiones/2009/esp/f040309e.html.
[3] Las afirmaciones de Zelaya pueden encontrarse en la cobertura realizada por Cuba Encuentro, en la dirección http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/noticias/zelaya-se-reune-con-los-castro-160643.
[4] Un relato de la historia puede encontrarse en http://yohandry.wordpress.com/2009/03/02/fidel-castro-camina-por-la-habana/.
[5] Vid., de Fidel Castro, “Cambios sanos en el Consejo de Ministros” en la dirección http://www.cuba.cu/gobierno/reflexiones/2009/esp/f030309e.html.
[6] Con posterioridad, ha circulado la interpretación del mexicano Jorge Castañeda de que algunas de las referencias beisboleras realizadas en este artículo de Fidel Castro no son más que un mensaje cifrado a Hugo Chávez respecto a su supuesta participación en un complot junto a Lage y Pérez Roque. De todos modos, esa conjetura de Castañeda sólo se aplica a una frase bien específica, por lo cual el resto de las menciones beisboleras de Fidel Castro, tanto en este artículo como en los siguientes, parecen no referirse a otra cosa que al béisbol mismo.
[7] Vid., de Narciso Isa Conde, “El caso Lage-Pérez Roque y los cambios en Cuba en http://www.kaosenlared.net/noticia/caso-lage-perez-roque-cambios-cuba; de Pascual Serrano, “La institucionalidad y la luz” en http://www.kaosenlared.net/noticia/la-institucionalidad-y-la-luz; de Carlo Frabetti, “Política y dignidad” en http://www.kaosenlared.net/noticia/politica-y-dignidad y, finalmente, de Miguel Urbano Rodrigues, “A propósito de las Reflexiones de Fidel” en http://www.lahaine.org/index.php?p=36756.
[8] La inversión extranjera en Cuba no ha seguido una trayectoria lineal sino que ha tenido múltiples bemoles. Luego del alud inversionista de los años 90 -alud principalmente europeo y canadiense- las aguas parecieron volver a su cauce normal e incluso retraerse en tiempos más recientes en virtud de los incumplimientos administrativos del gobierno cubano. Sin embargo, el descubrimiento en los últimos años de importantes yacimientos petrolíferos en aguas territoriales cubanas y la imposibilidad del Estado de explotarlos por sí mismo ha puesto el tema en el tapete, con carácter urgente, una vez más.
[9] Pero el éxito de este lineamiento es más que dudoso, puesto que en esta ronda no han faltado pronunciamientos significativos sobre estos amoríos en falsa escuadra. Vid., a modo de ejemplo, la “Carta al gobierno de Cuba. ¿Quién es Rafael Correa?” del Secretariado por la Unidad de la Izquierda, en http://www.kaosenlared.net/noticia/carta-gobierno-cuba-quien-rafael-correa; la “Carta de los mapuches a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Bolivia” en http://www.kaosenlared.net/noticia/carta-mapuches-gobiernos-cuba-venezuela-bolivia y, por último, de Narciso Isa Conde, “No fue así, comandante Fidel” en http://www.kaosenlared.net/noticia/no-fue-asi-comandante-fidel.
[10] Un listado de las incongruencias y disparates pronunciados por el Venerable a través de sus Reflexiones sería una tarea titánica que la preservación de nuestra salud mental nos impide acometer. Bástenos ahora con señalar dos botones de muestra. Digamos, en primer lugar, que en su “reflexión” del 22 de enero explicó que la reducción de sus escritos obedecía a la decisión de “no interferir ni estorbar a los compañeros del Partido y el Estado”, para despacharse de ahí en más con una frondosa retahíla de artículos. Recordemos, en segundo término, que en su artículo del 12 de marzo utilizó como referencia analítica de la crisis mundial a Joseph Stiglitz, siendo que, por esos días, el economista de marras sostenía que, en América Latina, ningún país se vería más afectado por la misma que Venezuela; y, por simple aplicación de la propiedad transitiva, la propia Cuba.
Mensajes
8 de abril de 2009, 16:36, por Alex Cerbeto
Al leer el artículo del señor Barret me asalta una inquietud, ¿será que muchos anti Fidelistas, en Cuba y fuera de ella, ven con estupor e inimaginada certeza que, la posibilidad real de que Obama y los hermanos Castro hagan las paces de verdad, pasando por encima de millones de "demócratas", "liberales", "defensores de los derechos humanos" "luchadores anticomunistas" "siquitrillados de la época batistiana", y se queden todos estos grupos sin mentores, sin prensa seria donde publicar sus telenovelas anticubanas?????
10 de abril de 2009, 03:12, por Scarface
Vamos a ver, Alex: ¿por qué no dedicas una frase -una sola, sin mucho esfuerzo- a argumentar cuál de las afirmaciones de este artículo es falsa? Otra cosa: tú hablas de "demócratas", "liberales", "defensores de los derechos humanos" "luchadores anticomunistas" y "siquitrillados de la época batistiana" pero resulta que este articulista no es ninguna de estas cosas sino un anarquista. O sea: ¿por qué no discutes frontalmente contra los contenidos del artículo en lugar de dejar volar tu imaginación y tus rencores?