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Cuba combate con el gonfalón de la cultura, Por Winston Orrillo
Publie le Jueves 3 de abril de 2008 par Open-PublishingLos buenos amigos, que no faltan en la Patria de Martí, nos tienen informados, día a día, de los pormenores del Congreso de la querida UNEAC.
Hemos seguido sus vicisitudes hasta la instalación del evento, que ha contado –es un país en Revolución- con la presencia de las más altas autoridades del pueblo y del Estado –que allá son lo mismo.
Ahora presidía Raúl, pero la atmósfera, toda, estaba impregnada del aura del Comandante en Jefe, que no pudo estar ausente y –gran escritor él mismo- envío una carta a Miguelito Barnet, presidente del Congreso, en el que, como siempre, maestro y compañero, pone sobre el tapete numerosos temas que -hic et nunc- deben ser tratados por los creadores cubanos, como el desafío –plural y ahíto de contrabandos- de las llamadas nuevas tecnologías, y su carga de diversionismo ideológico. No se trata de no utilizarlas, qué va, sino de estar debidamente premunidos con los antídotos correspondientes para no caer en la obsecuencia frente a ellas, ni, menos, creer que ellas, en una suerte de autonomía enteléquica, pueden mover la historia.
Es, exactamente, como lo que dijo nuestro encausado dictador japonés-peruano, Fujimori, cuando expresaba que el mercado era el que decidía; era el que tenía la última palabra (falacia que, mutatis mutandis, también repitiera nuestro expresidente “Felipillo” Toledo, el cholo que emporcó sus raíces, en los deletéreos baños de Harvard y Stanford).
En fin, la cultura es, en Cuba, un elemento sine qua non; una forma de vida, un aliciente para instilar, cotidianamente, en un juego de ida y vuelta, con esa maravillosa Revolución que iniciara José Martí y llevara adelante el Héroe del Moncada y de Playa Girón; y que, igualmente, fulgiera en las enseñanzas del Che Universal, cuyo concepto de la cultura a mí me parece tan mariateguista, pues el autor de los 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, escribió, en su libro, El Artista y la Epoca: “La revolución será, para los pobres, no solo la conquista del pan, sino la conquista del arte, de la ciencia, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu” (citado de memoria).
En los varios despachos que diariamente me manda mi corresponsal cubana, la infatigable escritora R.Báez, puedo apreciar los vericuetos de un conglomerado que suma más de 8 mil miembros, lo que amerita, más temprano que tarde, una depuración perentoria, porque en esta ladera, como en cualesquiera de las otras, no importa, tanto, la cantidad, como la calidad de una membresía que, además, es una de las preseas que, orgullosa, muestra Cuba al mundo.
El que esto escribe, por edad, tuvo la oportunidad de estar en Cuba, y de investigar (para una tesis doctoral sobre el autor de “Nuestra América”, en paralelo con José Carlos Mariátegui) El destino me premió con una época en la que le fue posible cruzar palabras y recibir orientaciones de Juan Marinello, Raúl Roa, Osvaldo Dorticós, Mirta Aguirre, José Antonio Portuondo, Félix Pita Rodríguez, Eliseo Diego, Nicolás –el gran Nicolás; al lado de entrañable escritores, más jóvenes, en relación a ellos, como Luis Suardíaz, Fayad Jamís, Fernández Retamar, Rodríguez Rivera, Nogueras, Nancy Morejón, y por allí ya asomaban Pablito y Silvio; y, por supuesto, el mismísimo Miguelito Barnet, a quien hemos saludado allá y acullá. Y Abelito Prieto, cada vez más joven desde cuando lo encontré por primera vez., y no era aún ministro pero sí, ya, había ingresado a las filas de las jóvenes promesas.
Algo, pues, nos blasonamos de conocer la cultura cubana, sus mareas procelosas, y su papel, permanentemente, a la vanguardia de un proceso que, desde el Primer Territorio Libre en América, ha sido foco de controversias, piedra de toque de un mundo cada vez más voraginoso.
El Congreso actual, en palabras de Fidel, debe estar muy diáfano en su conciencia crítica y en el permanente proceso de inmersión en un pueblo y su destino que, hoy por hoy, son en Nuestra América, el punto de partida de la Segunda y Definitiva Independencia.
¿Alguien, por ventura, puede concebir al huracán Chávez, al enhiesto Evo Morales, al zahorí Correa, al cauteloso Daniel, a la aherrojada Cristina, al pragmático Lula, y aun a la imprevisible Bachelet ( y al que se viene en Paraguay ), sin el ejemplo impertérrito de la Revolución Cubana?
Revolución donde, sus mejores combatientes, desde el autor de los Versos sencillos hasta el de La Historia me absolverá, han sabido escribir con una sangre que no ha dejado de combatir hasta llegar a la hora actual, en la que nadie pone en duda que “otro mundo es posible”.
En Cuba, pues, el Arte y la Revolución deben, haciendo uso de un término caro a nuestro Amauta José Carlos Mariátegui, deben seguir unimismadas.
Calera, Lima, abril 2 de 2008