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El Partido de la Dignidad
Por: Absalón Méndez Cegarra
“No es un producto aluvional, fruto de la improvisación o de una mescolanza doctrinaria”
La política venezolana se ha degradado considerablemente en los últimos tiempos. Se ha convertido en la escuela de dictadores y caudillos de nuevo cuño. La ideología, doctrina, formación teórica, el debate civilizado, la crítica y autocrítica que deben caracterizar a las organizaciones políticas partidistas una organización, han cedido lugar a un pragmatismo pernicioso que lleva en sus entrañas el germen del individualismo, interés personal, el insulto y la agresión como argumentación.
De esta mediocridad intelectual y cívica es necesario excluir el insigne Partido Comunista de Venezuela (PCV). Esta organización política es la más antigua y de mayor duración en el país. Ha constituido históricamente el mejor centro de formación de cuadros, de activistas y militantes políticos, formados en una doctrina elaborada mediante el estudio, el pensar teórico y la confrontación con la realidad.
El Partido Comunista en Venezuela es único en la historia del país. Cuenta con amigos y simpatizantes en todas partes, inclusive, en los bandos contrarios, debido a la seriedad en su actuar, solidez y contundencia de sus posiciones y argumentos. Cuenta con errores como es común en toda obra humana; pero, tiene innumerables virtudes, entre las que sobresale el seguimiento a doctrinas, a tesis doctrinarias, no a personas.
El culto a la personalidad es uno de los temas más analizados y cuestionados en la organización. Los venezolanos, durante los últimos años, no logramos comprender como los hombres y mujeres de este Partido, curtidos en política, se mostrasen afectos a un liderazgo unipersonal, ligado a seudos líderes de un proceso de transformación nacional sin norte definido y sin concierto o control. El Partido a diferencia de otras organizaciones políticas nacionales de reciente creación, dispone de un proyecto nacional.
El PCV goza de gran respeto. Sus fundadores fueron venezolanos y venezolanas de valía nacional e internacional, comprometidos con la lucha social en defensa del progreso y bienestar de la humanidad. Muchos de ellos rindieron sus vidas y las de su familia a esa causa redentora. Se distinguieron por su dedicación y entrega a una causa justa, al estudio del socialismo como modelo de formación socio-económica, a la lucha y defensa de la clase obrera, del proletariado en general, de las mejores condiciones de trabajo, de la seguridad y salud de los trabajadores, en fin, del respeto a los derechos humanos, el mejoramiento de la calidad de vida y el bienestar de todos sin discriminación alguna.
A las generaciones que les sucedieron y sucederán en el tiempo, dejaron una herencia de dignidad, honestidad y cultura política, herencia esta que debe perdurar sin mácula alguna. Los amigos del PCV y su área de influencia y, quienes en el pasado tuvimos el gran honor de representarlo en algunas instancias, las universitarias, por ejemplo, hemos sentido alegría y complacencia, en el actuar reciente de sus dirigentes actuales, los ilustres y distinguidos camaradas Jerónimo Carrera y Oscar Figuera, quienes cansados de tanto irrespeto inmerecido, desconocimiento de sus aportes y contribuciones a la lucha por la transformación socio-económica, socio-político, y cultural de la sociedad venezolana, han dicho basta y comenzado a actuar, en aras del rescate de la identidad nunca perdida, de la solidez teórica, política e ideológica de su militancia, de la hoja de servicio y de la trayectoria histórica de la organización. Ningún recién llegado a la política venezolana, proveniente del campo que sea, tiene autoridad y formación para darle al PCV clases de revolución, de lucha y compromiso social y de trabajo político-clasista, de internacionalismo, solidaridad e igualdad de los pueblos del mundo.
El Partido ha guardado posición, ha exigido respeto, una cosa es acompañamiento y, otra, muy distinta obediencia ciega, subordinación o dependencia. El Partido no es un producto aluvional, fruto de la improvisación o de una mezcolanza doctrinaria; por el contrario, es el resultado del pensar reflexivo y cuidadoso, del estudio y de la investigación científica y, sobre todo, del actuar de la clase obrera nacional e internacional, razón más que suficiente para que su dirigencia grite al mundo, con la más absoluta libertad, que al PCV, el partido de la dignidad nacional, no lo destruye nadie.
Fuente: (tomado de “La Razón”, Domingo 02-11-2008, página de Opinión)