Portada del sitio > El Violín
César Rojo /Zapateando
“Es necesaria una cierta dosis de ternura para comenzar a andar con tanto en contra, para despertar con tanta noche encima. Es necesaria una cierta dosis de ternura para adivinar, en esta oscuridad, un pedacito de luz, para hacer del deber y la vergüenza una orden. Es necesaria una cierta dosis de ternura para quitar de en medio a tanto hijo de puta que anda por ahí. Pero a veces no basta con una cierta dosis de ternura y es necesario agregar...una cierta dosis de plomo”. EZLN, octubre, 1994
Don Plutarco Hidalgo es un anciano que le falta la mano derecha, pero eso no ha sido impedimento en su vida, además de campesino, es violinista de la música tradicional de su tierra. Tiene un hijo, Genaro, y su nieto, Lucio, músicos también.
Luego de haber estado en el pueblo más cercano para ganarse unos pesos tocando en la calle, regresan a su casa, en el monte. Falta poco para llegar cuando escuchan disparos y miran correr por la vereda a sus vecinos.
“¿Qué pasa?” “El Ejército llegó a nuestras casas, las está quemando y detuvo a varios hombres y mujeres”. Entre ellas a la mamá de Lucio. Genaro corre hacia el caserío en busca de su esposa. Agazapado a lo lejos mira cómo el ejército golpea, destruye, insulta, viola.
En la comunidad de don Plutarco mucha gente como él y su familia han planeado levantarse en armas contra el gobierno; razones les sobran; pero el ejército les ha caído de sorpresa.
Las imágenes transcurren en blanco y negro; la narración de la cámara es concisa, elocuente, metafórica, parca, a veces silenciosa y de alguna manera recuerda al modo en que la gente se expresa en las comunidades campesinas.
Los contenidos temáticos están equilibrados a lo largo del relato, no se exagera ni en uno ni en otro caso; encontramos la violencia despiadada del ejército, la organización armada del pueblo, el discurso mítico indígena, la actitud abusiva del cacique, la música, la muerte, y la esperanza, depositada en el pequeño Lucio al final de la historia.
Lo anterior corresponde a la película de Francisco Vargas Quevedo: El Violín (2006), la cual ha obtenido hasta este momento más de treinta premios internacionales. El personaje central es don Plutarco, a él lo secunda el capitán del ejército; a ambos personajes los une la música y el gusto por un instrumento, el violín: cómo se encuentran, qué se platican, qué los separa en el transcurso de sus destinos forjados por la historia, una historia hecha bajo el poder del dominio y la desigualdad social.
El Violín es una película que a través de su lenguaje, no panfletario, sino estético, nos hace recordar (pues siempre se nos olvida) y reflexionar sobre la miseria y la explotación en la que viven los pueblos, que "han sido pisoteados, -dice Francisco Vargas en una entrevista para Proceso- que viven en condiciones de miseria, de olvido y abandono; que no encuentran caminos de organización política que los puedan llevar a una transformación social, y que recurren a la guerrilla como el último camino, aunque no siempre ocurre así" (Proceso, 27, mayo, 2007, 56-59 p.).
La historia de esta película tiene la característica de ser una imagen, una palabra, una forma, un señal que podemos encontrar no sólo en las regiones indígenas y campesinas de nuestro país, sino en toda Latinoamérica, y en otras parte del mundo.
Vargas Quevedo ha dicho que en los países donde se ha proyectado El Violín la gente se ha sentido identificada porque la propuesta de este largometraje va más allá de un asunto de guerrillas, e indica que "aquel que quiera ubicar la película en un espacio y en un tiempo específicos es porque no quiere que el asunto le resulte doloroso, porque es más fácil pensar que los hechos pasaron hace 30 años a cientos de kilómetros de la gran ciudad. Pero, por desgracia, están aquí vigentes. Lo vemos en el hecho más reciente, más doloroso e impune que representa la agresión contra Doña Ernestina Asencio en Zongolica, por no decir más" (Ibid).
Don Plutarco es el personaje que interpreta don Ángel Tavira. Ficción y realidad aquí se mezclan, ambos campesinos y músicos, y en efecto, a don Ángel le fatal la mano derecha, la perdió en un accidente a las 13 años. No es la primera vez que trabaja frente a las cámaras, con el mismo Francisco Vargas participó en el documental "Tierra Caliente…se mueren los que la mueven", el cual trata sobre la labor de Tavira y su esfuerzo por preservar la música tradicional de su terruño, la Tierra Caliente del Estado de Guerrero. Lo chingón de la actuación de don Ángel en El Violín, es que, entre otros reconocimientos, obtuvo el premio al mejor actor en el 59º Festival de Cannes 2006, Francia, y el mismo galardón en el 34º Festival Internacional de Cine Gramado en Brasil, 2006.
Francisco Vargas cuenta que si bien don Ángel Tavira fue clave en la creación de don Plutarco, la influencia principal que tuvo fue la de su bisabuela, una señora que vivió hasta los 115 años, montaba a caballo, le contaba historias y "era una cabrona" en la región de Ixtapaluca, Estado de México. Y precisamente en esta región, en la comunidad de la Lobera, una localidad sin agua potable, drenaje ni electricidad, Vargas Quevedo filmó las principales imágenes de El Violín.
De La Lobera participó y trabajó mucha gente con el cineasta, los lugareños están contentos, pues además de que se vieron retribuidos económicamente con su labor en la filmación, la película ha tenido mucho éxito, a pesar de que en los grandes medios de comunicación no ha tenido difusión.
En un texto sobre El Violín en la página web de Radio Sabotaje, se señala que hasta ahora sólo en la "mugrosa pero suertudota" ciudad de México se ha exhibido esta película, y la autora dice:
"Pero claro, ¿a quién le convendría que en Michoacán, Veracruz, Guerrero y pongamos aquí un largo etcétera, llegara una película que muestra el avance militar sobre comunidades pobres, asesinando y violando, destruyendo campos, caminos y viviendas?"
"Más allá de especulaciones y de los miles de comentarios que se puedan hacer en torno a esta peli, los que la vimos quizá coincidamos en una cosa: es una película hermosa. Cada quién tendrá una postura política, una formación estética y una historia personal que lleva y trae para todos lados, pero sobre todo eso, El violín es un peliculón".
Esperamos que El Violín se llegue a exhibir no sólo en todos los cines del país, sino que además también puedan verla los habitantes de las comunidades rurales -está más cabrón porque ahí desagraciadamente no hay cines, pero habría que ver cómo-, pues, como dice don Ángel Tavira, “va dirigido a la gente pobre. Es un mensaje que no debe humillarse frente al a los ricos. Las revoluciones se han hecho porque la gente no aguanta más” (Ibid).