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El campo de concentración de Malta

Publie le Jueves 30 de marzo de 2006 par Open-Publishing

Por Laura Eduati, 27 de marzo 2006

Fuente : http://claudiofava.netfirms.com/art...

Traducido por Gorka Larrabeiti para Rebelión y Tlaxcala, la red de
traductores por la diversidad lingüística www.tlaxcala.es. Esta traducción es copyleft.

El centro de detención de Safi Barracks en Malta es una gigantesca jaula
donde los emigrantes viven como bestias. Cuando los militares malteses
abren el candado, decenas de africanos nos acogen gritando Freedom!,
Liberté!... Se acercan con ojos ansiosos, es un coro ininterrumpido de
“ayudadnos, aquí dentro no podemos vivir, sufrimos demasiado”. En las
vallas metálicas han colgado una sábana: “ Dios juzgará a Malta por lo
que hace a los emigrantes”.

El olor de sus cuerpos, lavados con una sola jaboneta al mes en baños
horrorosos, es insoportable. En los barracones duermen sobre colchones
asquerosos; los más afortunados disponen de sábanas que ya amarillean de
suciedad; viven aquí desde hace meses sin saber por qué, sin haber
visto ni a médicos, ni abogados ni voluntarios de oenegés. Una hora de
aire libre al día, y a veces ni siquiera eso “si no se portan bien”.
Sin libros ni periódicos que leer, sin bolígrafos para escribir; hay una
televisión al fondo de la nave, pero ni un banco para sentarse a ver el
único canal en maltés. “Nos vamos a volver locos”. Algunos ya lo están.
No podían aguantar más la espera, 18 meses de cárcel porque eres ilegal
y con la única esperanza de obtener asilo político en Malta. No podían
más: han perdido el juicio y los militares les han obligado a firmar un
folio y después se los han llevado. ¿Adónde?

Mohamed muestra un balde con la colada: dentro hay restos de arroz
blanco y de cachos de patatas hervidas. “Mira qué nos dan de comer.
Todos los días lo mismo: macarrones y arroz, nunca carne ni verdura,
sólo alguna manzana”. Después se mete un puño en la boca. “No tenemos
tenedores ni platos”. Sólo un vaso de aluminio para el Lipton, como
llaman al té. Un sudanés se toca el pecho, tiene asma pero le han dado
una medicina caducada el mes pasado. Se trata de una muestra gratuita,
italiana. Durante la visita numerosos emigrantes nos han enseñado
pastillas, jarabes y aspirinas: todos caducados. Los enfermos graves
están en cama: no consiguen sumarse al desahogo: uno sufre de bocio,
otro es diabético, otro tiene un bulto en el ojo: “Me han dado una
pomada pero no se me ha curado”.

El Convenio de Ginebra sobre refugiados establece que los enfermos son
“vulnerables” y tienen preferencia. No deberían estar en la cárcel. Sin
embargo, el gobierno conservador de La Valletta asegura, a través del
teniente coronel Brian Gatt, un hombre de dos metros, que el Safi en
realidad es el centro más decente, porque los otros centros de Malta son
aún peores: tras las rejas terminan durante meses y más meses incluso
niños y mujeres embarazadas. En el centro de Tà Kandja justo el día de
la visita de la Comisión de Derechos Civiles, Justicia y Asuntos
internos del Parlamento Europeo, un grupo de emigrantes se rebeló y en
la lucha un soldado casi perdió un dedo. Esa misma tarde, en el preciso
momento en que la delegación de Bruselas salía del señorial palacio del
Ministerio de Justicia y del Interior, noventa africanos se escaparon
del centro La Floriana desencadenando una caza al hombre por las calles
del elegante centro histórico.

Desde hace meses, los emigrantes están en agitación permanente, se han
organizado y provocan tumultos y hacen huelgas de hambre. Basta poco
para entender que, desde 2004, cuando la Comisión por los Derechos
Humanos de Estrasburgo escribió un informe severo sobre las condiciones
de quienes solicitaban asilo en Malta, las cosas no han cambiado en
absoluto. Es más: los malteses se han vuelto intolerantes. A los
prisioneros que escapan de las garras de la policía les gritan: “Habría
que quemarlos en la plaza” o “Dad gracias a nuestra hospitalidad”. El
racismo se ha convertido un problema político y tiene un partido
alternativo a los conservadores y a los laboristas que se está abriendo
camino a base de eslóganes xenófobos. El gobierno de la isla no esconde
la crisis causada por los emigrantes. Crisis que se ha agudizado desde
2004, año del ingreso en la Unión Europea, transformado así esta tierra
en la puerta principal entre el África mediterránea y el viejo
continente.

El ministro de Justicia e Interior, Tonio Borg, desgrana dato tras dato
y explica que Malta no es capaz de gestionar a los emigrantes. El
corolario no tarda en llegar: “La Unión Europea debe ayudarnos, no
podemos hacerlo todo solos”.

Hoy, todo estado miembro puede comportarse como mejor crea y la
legislación maltesa es durísima a este respecto: a todos los emigrantes
ilegales les esperan 18 meses de cárcel. Además, no tienen la
posibilidad, una vez en tierra, de pedir un permiso de residencia para
trabajar: al parecer, el gobierno no contempla mínimamente la
posibilidad. Muchos piden también asilo político, pero es en balde: la
comisión por los refugiados malteses es la oficina peor dotada y las
gestiones son demasiado lentas. Visto todo esto, los miembros de la
delegación del Parlamento Europeo se han quedado impresionados y
disgustados: “Bruselas no puede seguir tolerando estos campos de
concentración, hace falta armonizar las leyes sobre inmigración de la
Unión Europea”. Tanto desde la derecha como desde la izquierda, el
comentario es unánime.