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Lecciones de Iraq
La criminal agresión armada que los gobernantes de Estados Unidos vienen llevando a cabo contra la nación iraquí, en complicidad con el silencio de la llamada comunidad internacional, quedará para siempre como uno de los capítulos más bochornosos de la historia contemporánea. Por ninguna parte se ven los movimientos de solidaridad con ese pueblo ahora tan injustamente maltratado, siquiera en alguna medida comparables con los habidos en el pasado respecto a casos como los de España, Portugal, Grecia, o los más recientes de Vietnam y Palestina, y los nuestros acá en el continente americano, cuya lista es larga y conocida.
Lo que aquí me propongo, sin embargo, es poner de relieve más bien ciertos aspectos de la tragedia iraquí que pueden servir a otros pueblos de lecciones para evitarse situaciones semejantes. En efecto, todo pueblo que en el mundo actual pretenda ejercer su plena soberanía y actuar en la arena internacional guiado por sus intereses legítimos, es decir, según las normas del Derecho Internacional, se encuentra de inmediato en una lista negra elaborada en Washington.
Por lo tanto, como la mejor contramedida ante esa realidad, el país amenazado por el imperialismo yanqui tiene que apelar al concepto del mundo multipolar y darle impulso en su política exterior al desarrollo más vigoroso posible, sobre todo en el plano comercial y económico en general, de sus nexos con todas las potencias –grandes y medianas, de todos los continentes- que de algún modo puedan dentro de sus posibilidades servirle como escudo protector.
Lo cual significa, en la práctica, que lo más importante es evitar el aislamiento, para no quedar en una situación como la de Iraq, país cuyo gobierno actuó durante muchos años en una forma estúpida y suicida, al punto de no contar con la amistad de ninguno de sus vecinos y tampoco –lo que ha resultado todavía peor- de nadie en el propio mundo musulmán.
En lo interno el gobierno del país amenazado de agresión debe ser consecuente promotor de una amplia unidad nacional, apelando a todas las iniciativas favorables a los sentimientos patrióticos del conjunto de la población. Es necesario entender que toda forma de divisionismo resulta negativa para las fuerzas progresistas, y en especial cuando se trata de una situación revolucionaria.
Las divisiones por motivos históricos y culturales, aparentemente justificables, como son las basadas en elementos religiosos, étnicos, de diferencias de color de la piel, de lugar de nacimiento, o de sexo mismo, son alentadas desde Washington de manera sistemática, creando organizaciones específicas que contribuyen a fomentar sociedades más heterogéneas, al estilo de la propia sociedad estadounidense, y fácilmente manejables por las cúpulas minoritarias del capital monopolista.
Si el enemigo imperialista cuenta con la existencia de una quinta columna en el interior del país por agredir, como es el caso prácticamente en todo el llamado mundo sub-desarrollado, sus planes de invasión se hacen más factibles de tener éxito. Por ello es aconsejable estimular la salida al exterior de los cabecillas reaccionarios, como lo hizo a tiempo la revolución cubana, y no dejarlos haciendo una labor de zapa en el interior, como sucedió en los países socialistas europeos.
Lo fundamental que se desprende de las lecciones emanadas del caso actual de la invasión de Iraq por fuerzas imperialistas, me parece, es tener en cuenta la importancia de la solidaridad internacional de todas las corrientes democráticas y revolucionarias. En esto, puedo decirlo por experiencias concretas, los partidos comunistas siempre han tenido y mantienen en todo el mundo una posición de vanguardia. Aquí en nuestro país la aportación del PCV en este sentido, para una eficaz defensa de la revolución bolivariana, es realmente extraordinaria e incomparable.
Fuente Original: http://www.tribuna-popular.org