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Caperucita Roja cayó en la trampa del Lobo Feroz por una fatal ingenuidad que la convirtió en la cena de la fiera disfrazada de (la también infeliz y digerida) abuelita.
Los ideólogos de los nuevos disfraces del fascismo no tuvieron realmente necesidad de estudiar la filosofía de Mathamma Ghandi y su pacífica lucha victoriosa por la independencia de la India, todo lo contrario de lo que quieren tales agentes del imperialismo. Perdió su tiempo Gene Sharp al inventar su Albert Eistein Institution para fabricar golpes de estado disfrazados, suaves y disimulados.
Era suficiente repasar el terrible cuento de Caperucita Roja, especialmente por el color de su caperuza, dados como son a ponerles colores a sus conspiraciones internacionales y tomando en consideración la inclinación manifiesta a las ingenuas trampas que usaron en Ucrania, Servia, Lituania y Armenia los agentes de la CIA que cambiaron allí, con disimulo, maña y suavidad, los gobiernos de
esos países: revolución naranja, revolución rosa…, en vez de llamarse golpes de estado, como en efecto fueron.
En Belarús (Bielorrusia) no pudieron en los años 2001 y 2006, y por eso la satanizan internacionalmente, igual que a la Venezuela chavista.
Maña y suavidad, he ahí los atributos novedosos de la tenebrosa CIA para tumbar y cambiar gobiernos no gratos para el autonombrado Emperador del Mundo, diferentes por supuesto al genocidio que comete este detestable asesino desde 2003 en Irak y desde antes en Afganistán.
Desde 2001, la CIA montó su tinglado en Venezuela como sociedad civil casta y pura, ajena a los viejos partidos corruptos de la IV República, con el empresariado antisindical de Fedecámaras en el liderazgo supremo, apechugados con la también patronal CTV, unas siglas vacías de trabajadores, pero llenas de sindicatos fantasmas y clientelares.
Todo un cuento.
Por supuesto que muchos de los antiguos dirigentes corruptos estaban arrimados en la Coordinadora más antidemocrática de la historia, pues nadie la eligió y a nadie presentaba cuentas de su despilfarro publicitario, generosamente financiado por la CIA para promover un siniestro golpe de estado fascista en nombre del desarrollo de la democracia al estilo Pinochet, al gusto del señor
imperial, quien también es fascista.
Un burdo disfraz que ayudó a armar una monstruosa conspiración contra la democracia participativa del pueblo venezolano.
Ese disfraz les sirvió a los conspiradores para asestar el golpe el 11 de abril de 2002. Pero no los salvó de la derrota dos días después, porque cada 11 tiene su 13.
Volvieron a intentarlo en diciembre para destruir la economía con una huelga golpista, y volvieron a fracasar, en este caso perdiendo el potencial que tenían en la Fuerza Armada para un próximo golpe y en PDVSA para financiar ese golpe.
Les volvió a salir el tigre en cada calle, en cada avenida, en cada barrio. El Lobo Feroz se transformó en gallina.
De nada les sirvió el aparato mediático que convocó a la rebelión fascista disfrazada de protesta de la clase media.
No contaban con un pequeño detalle, que no se estudia en un laboratorio conspirativo: la respuesta demoledora del pueblo, el as en la manga de la revolución.
El Presidente Chávez se los dice de frente: Para la serpiente que quiere picarnos tenemos el antídoto: el pueblo en posición de combate.
La tragedia de Caperucita Roja y su indefensa abuelita debe impresionar mucho aún a los niños que todavía lo oyen o leen, sobre todo por la perversión del engaño a la inocencia infantil. La joven revolución venezolana aprendió a diferenciar el cuento de la realidad. La lección aprendida es que hay que estar prevenidos ante los engaños y disfraces.
Astucia y fuerza, fuerza y astucia, he ahí el binomio que rige la conducta de los supremos enemigos de los pueblos. A quien no pueden destruir, lo engañan para hacerlo después a placer.
Pero, como en el perverso cuento infantil, no se trata de simple maldad. Así lo simplifica la propaganda imperialista (la lucha es entre los buenos y los malos), pero no, no se trata de eso, sino de arrebatar, quitar, sustraer, robar, el acto de pillaje más grotesco, a esos pueblos lo que tienen, lo que les pertenece, en este caso, las riquezas nacionales, nada menos que la herencia para las próximas
generaciones.
Mensajes
11 de junio de 2007, 22:32
Qué clase logorrea ese palabreo!!!
20 de junio de 2007, 18:28, por oBSERVADOR
Que clase de fascista debe ser el que escribió ese comentario. En realidad el artículo es muy bueno como comentario acerca del fascismo.-