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La guerra de guerrillas y el arte de la Revolución por Roberto Ginebra
Publie le Jueves 12 de junio de 2008 par Open-Publishing2 comentarios
Te doy una canción como un disparo,
como un libro, una palabra,
una guerrilla…
como doy el amor
Silvio Rodríguez
Entre mis recuerdos imprescindibles, están los del adolescente que buscaba en el camino de los héroes, su propia vocación revolucionaria. Uno de ellos es una carta de Haydee Santamaría al Che, después de que Fidel confirmara su muerte en la Plaza de la Revolución, un 17 de octubre de aires luctuosos. Recientemente fue reproducida en el diario Granma y otra vez me estremeció. Hay mensajes que ni siquiera el tiempo hace languidecer, cuando se es consecuente con su contenido. Mi parte preferida, que debe ser la de muchos, dice así:
“Después, en la velada, este gran pueblo no sabía qué grados te pondría Fidel. Te los puso: artista. Yo pensaba que todos los grados eran pocos, chicos, y Fidel, como siempre, encontró los verdaderos: todo lo que creaste fue perfecto, pero hiciste una creación única, te hiciste a ti mismo, demostraste cómo es posible ese hombre nuevo, [...] porque existe, eres tú.”
Por esas razones, y por otras que están más cerca del sueño del mejoramiento humano que del propio raciocinio, sigo creyendo que las guerrillas no están pasadas de moda y que la lucha armada sigue siendo un método de resistencia tan válido como cualquier otro, en este tiempo y para todos los tiempos, mientras –y en esto coincido con Celia Hart– el imperio no nos dé más alternativas. Antes, en los primeros noventa, tampoco creí en el fin de la historia y mucho menos en el Apocalipsis de las Utopías. Y desde mi criterio respetuoso y personalísimo, considero que hasta los grandes líderes pueden cometer errores de enfoque o ser malinterpretados en sus análisis, porque forman cuerpo de esa humanidad insumisa y robusta que pugna por un mundo otro, mejor y posible, como se repite con toda justicia. Desde esa dimensión, amén de desaciertos, los vemos en su adecuada medida: como hombres, como parte dolorosa de nuestros propios destinos independientes, sean correctos los rumbos de sus lanzas o no.
Hay otras opiniones, sin embargo, que pecan, cuando menos, de irresponsables. Quienes culpan a Cuba, a Fidel Castro, o a un supuesto discurso del Canciller Felipe Pérez Roque de hace varios años, (que no recuerdo y me parece disparatado tal como se comenta) presumiendo con fanfarronería que las declaraciones del Presidente Chávez sobre las guerrillas colombianas conforman una política común prefabricada entre los dos países, y llegan a asumir posturas de videntes modernos para hablar con una superficialidad imperdonable de algo que carece de fundamento, cometen el error gravísimo de irrespetar a Cuba y a Venezuela. Decir a la ligera que es “una gran coincidencia” que el mandatario venezolano siga “la línea cubana que hace muchos años, más de una década, [...] en contra de las FARC, [...] por la reconciliación” y además poner en boca de Fidel Castro, el guerrillero, palabras tan tremendas y condenatorias como “se acabaron las guerrillas” debería causar bochorno al “superrevolucionario” que las sostiene. Fidel Castro ha sido demasiado coherente en sus principios y en su vida para promover amaños cobardes. Abolió desde hace mucho tiempo de su terminología rebelde las palabras “rendición” y “derrota”. Y no sugeriría una canallada de esa índole, que implicara una humillación a las tropas libertarias de Colombia, indigna por demás de su proceder revolucionario.
Ningún criterio encierra una verdad absoluta, porque no existen las verdades absolutas. La palabra, como arma legítima, puede incitar a la sumisión o la resistencia, al sectarismo o la pelea articulada en un solo frente, pero los que poseemos la responsabilidad de defender la Revolución en la trinchera de las ideas, no tenemos el derecho de ignorar el sacrificio de tantos y tantos hombres y mujeres, que se juegan la vida y la sangre a la intemperie, por el sueño de la Gran Patria. Y debemos respetar en ellos, también a sus muertos, defendiendo incondicionalmente su causa, sin consejillos de tinta. Ellos representan para la contemporaneidad a esos “artistas de la lucha guerrillera” como lo fue Ernesto Che Guevara.
A mi también me mueve la pasión cuando escribo: creo en un hombre nuevo y en un mundo nuevo. El día que muera no me interesará ir al Cielo o al Infierno, sino que pregunten ante mi tumba, como hacían en la Grecia Antigua, si tenía pasión, y que mi vida responda. Pero que nada nos ciegue, ni siquiera el apasionamiento. Que las guerrillas pasaron a la historia, es una opinión aventurada y, en mi criterio, falsa. Que la guerrilla colombiana debe rediseñar su estrategia como fuerza beligerante es un juicio totalmente acertado.
Más de medio siglo en la selva sin ser derrotada, pero tampoco vencedora; la pérdida reciente de su Comandante General Manuel Marulanda y el asesinato brutal de Raúl Reyes, su lugarteniente; la nueva escalada de agresiones imperialistas en la región, entre otras, son elementos con peso suficiente para considerar un cambio de estrategia oportuno.
Así interpreto las palabras del Presidente Chávez, sólo de esa manera guevariana puedo entenderlas.
Entregar prisioneros a cambio de nada, sí es una medida revolucionaria. Se empleó en Cuba, en su propia lucha guerrillera, cuando los combatientes de la Sierra y el llano eran torturados, asesinados y desaparecidos por la dictadura batistiana. Nunca el Ejército Rebelde dio por respuesta a la impotencia y a la sed de sangre de los esbirros, con el estímulo al odio o la saña contra su ejército en armas. Es una política que se mantiene hoy, se entregan terroristas o se liberan mercenarios a sueldo “a cambio de nada”.
Coincido en esto con Hugo Chávez, soltar a los prisioneros de guerra y no mantenerlos como moneda de cambio, aunque haya guerrilleros pudriéndose en las cárceles colombianas probaría la voluntad de diálogo de las FARC-EM y sí mostraría, otra vez y cuantas veces haga falta, que la guerrilla hace la diferencia, porque pelea por una causa noble y verdadera.
¿Es ingenuidad? ¿Es romanticismo? ¿Son quijotadas? Tal vez. Pero vislumbren la altura humana de ciertos quijotes:
− Antonio Maceo, el más grande de los generales cubanos del Siglo XIX, protestó hace 130 años en Baraguá contra la entrega de las armas cubanas a España y permaneció en la contienda hasta que la imposibilidad de continuar la lucha por la independencia lo obligó a salir de la Isla… y poco más de una década y media después estaba bregando de nuevo el la manigua para despedazar definitivamente el yugo español en la mayor de las Antillas.
− Fidel Castro exclamó, con doce hombres y siete fusiles, que ahora sí ganaba la guerra, ante la mirada escéptica de nuestro actual Presidente Raúl Castro, quien llegó a pensar que su hermano había perdido el juicio. Y triunfó.
Las quijotadas y los gestos románticos forjaron esta nación. Y pueden ayudar a formar la Patria Grande de Nuestra América.
El Presidente Chávez puede haber equivocado los términos de su llamamiento a la guerrilla colombiana, pero ese fue un error de forma, nunca de fondo. Fidel, uno de los tantos revolucionarios imprescindibles, nos decía en su célebre mensaje de febrero: “desconfío de los caminos [...] de la apologética” y ahora algunos revolucionarios de buena estirpe (y otros de no tan buenos antecedentes) se tambalean por haber desmalezado ese sendero. Martí, recordando los errores de Bolívar, decía en otro pensamiento: “Los hombres no pueden ser más perfectos que el Sol. El Sol quema con la misma luz con que calienta; el Sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.
De lo que se trata no es de atacar a Chávez por haber dicho algo de una manera o de otra, se trata de que la guerra de guerrillas en Colombia está hace tiempo en un punto muerto, estancada y sin evolución visible, y hay que pasar a la ofensiva. Aunque sea otra la maniobra para llegar a la victoria, tiene que llevar dentro de sí el arte de los buenos guerreros. Grandes guerrilleros han caído en combate y nada ha restado fuerza a su concepción de lucha. Nadie les pide a los abnegados soldados de la Revolución continental que se desmovilicen, que rindan sus armas, y nadie tiene tampoco la autoridad para descalificar la opción que elijan, cualquiera que sea, en su intento de conquistar el triunfo final. Tenemos necesidad de ellos para proseguir el combate de todos. Nos hacen mucha falta los mejores combatientes. Si los queremos con nosotros hay que hablar de la luz.
Mensajes
13 de junio de 2008, 00:16, por Hernán Montecinos
Artículo cantinflesco y deplorable, primero porque trata de desvirtuar a aquellos que han criticado a Chávez por sus últimos dichos sobre la guerrilla de las FARC, suponiendo que lo han entendido mal, para enseguida hacer una apología de todo el contenido de las declaraciones de Chávez, señalando entre otras cosas que es correcto lo que el dijo sobre la necesidad de que las FARC ya se terminen, o de que entreguen los rehenes prisioneros sin nada a cambio, etc
Favor, tratar de no defender lo indefendible, porque Chávez hace un par de meses atrás hizo reflexiones en contrario de lo que ahora dijo. Un revolucionario tiene que ser más consistente en sus dichos y hechos, porque seguir por ese camino así, aparte de lograr acarrear una gran confusión en el mundo de la izquierda, puede llegar a ser que ese mismo mundo al poco andar ya no le crea.
13 de junio de 2008, 19:54, por Ajmed Suarez
Me parece que lo deplorable es el comentario. Nadie hace apologia alguna del Presidente Chavez, y han sido comentados sus opiniones por "revolucionarios" , desde la oposicion mas radical hasta el sectarismo mas burdo. No han pasado a la historia las guerrillas, ya esta dicho, pero deben cambiar de forma de lucha (y eso no es rendir su armas, caer en elecciones "democraticas" y exponerse a que Uribe los aniquile militar y moralmente) ¿Por que no se repliegan a Venezuela o Ecuador, y se subordinan a los ejercitos de ambas naciones para cuidar la frontera de Colombia de ataques, por ejemplo? Hay alternativas que no implican la rendición ni la farsa electoral. Seguir peleando de esta manera es un desgaste innecesario que no lleva a nada.
Chaves se equivocó al decirlo, pero sabe la realidad de la guerrilla y está evitando una aniquilación total.