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La voz de la caverna

Publie le Lunes 15 de octubre de 2007 par Open-Publishing

Ramiro Valdés salió a la palestra pública esta semana. El comandante de la revolución- título atribuido a su condición de “histórico”, tuvo a su cargo el discurso principal para conmemorar el 40 aniversario de la muerte de otro “histórico”: el guerrillero argentino Ernesto Guevara.
Por primera vez en muchos años, el discurso de Ramiro fue publicado esta vez en las páginas de Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba: El texto íntegro; a diferencia del silencio con que fue recibida aquella referencia que hace unos meses, Ramiro, hizo del general Raúl Castro, exhortándole a mantenerse como “firme cancerbero de la revolución”.

El discurso de Ramiro podría calificarse como la voz de la caverna política de la dictadura castrista. Intransigente y dogmático. Curiosa paradoja en medio de un proceso de discusión política al que llamó hace algunas semanas el interino Raúl, para llevar a cabo las reformas estructurales que sean necesarias, con el fin, de que al fin, esa sociedad produzca al menos las viandas y los frijoles que necesita la población.

Un llamado para cambiar lo mínimo, pero que inquieta a quienes consideran que cualquier brecha que se abra en el muro de la represa castrista puede provocar una incontenible avalancha de libertades. No hay dudas de que dentro de esas inquietas figuras sin futuro del postcastrismo, Ramiro Valdés es el más genuino representante.

Contrario a lo que he leído y escuchado en algunos medios internacionales de prensa, creo que el discurso de Ramiro representa la alarma de la caverna, ante los cambios que pudiera desatar el general Castro.

El general Castro, carece del carisma de su hermano y necesita del apoyo y la confianza popular. No puede gobernar ni en la forma ni en el estilo de Fidel. En esa circunstancia quizás no está del todo mal mostrar con claridad a los cubanos, quienes apoyan los cambios que reclama la población y quienes los rechazan o miran con cautela.

Ramiro Valdés es de estos últimos. Recogió el guante en ese discurso. Aquí van algunas de sus frases:

“Todo el país en estos días es un hervidero de ideas”

“Hay una agenda revolucionaria, pero seríamos ingenuos si no viéramos que el enemigo trata desesperadamente de introducir su propia agenda en esta discusión y en general en todo el tema cubano”.

“Hay quienes de modo consciente o inconsciente estimulan el desaliento, promueven teorías peregrinas para la solución de complejos problemas económicos y, peor aún, crean la ilusión de que el conflicto histórico entre Cuba y Estados Unidos pueda resolverse por la vía de las concesiones unilaterales o la espera de favores”.

“No es esta la hora de derrotismos, ni de oportunismos ni de esperar a que venga alguien a perdonarnos la vida.”

“Si somos los revolucionarios cubanos que somos, los que hemos resistido rodilla en tierra a doce administraciones yankis, los que rechazamos y derrotamos a los ejércitos del Apartheid, nuestro único deber es luchar, trabajar con inteligencia y tesón para vencer las dificultades y seguir adelante”.

“Revolución socialista o caricatura de revolución, dijo el Che en uno de sus trabajos, y señaló de ese modo que en nuestra época, frente al poder del imperio, no hay otra alternativa posible… No darle al imperialismo ni un tantito así, es otra de sus más conocidas advertencias.

Por supuesto que esas afirmaciones inflexibles estuvieron acompañadas de obligadas referencias al Comandante en Jefe y de apoyo al interino de turno, el general Castro. Incluso llegaban envueltas dentro de un cierto ropaje de unidad y comprensión del llamado al debate y la discusión para, como se encargó de subrayar Ramiro:

“Esa claridad política, esa intransigencia, es lo primero que todos debiéramos recordar cada día, aunque lo cortés no quita lo valiente ni renunciemos por eso a la posibilidad del diálogo, si un día aparecen en ese país gobernantes más realistas”.

Y mientras Ramiro desgranaba su discurso, el general Castro presidió la ceremonia, sentado en primera fila, sin pronunciar palabra.

Un escenario perfecto, que podría resumirse con aquella frase del poeta argentino, Jorge Luis Borges: “No nos une el amor, sino el espanto”.