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Lo público o el nuevo ’spaghetti’
Matilde Sosa
felap.info, Buenos Aires
miércoles, 23 de julio de 2008
La “pretendida solvencia” para el manejo del espacio mediático y de sus contenidos, en función de los tiempos desde lo público, envuelve en su gesto –como marca de moda– a aquellos medios y comunicadores quienes, incorporando tal porte distintivo, procuran ser participes de la tendencia, en la comunidad del presente mediático, para elegidos. Pero de tal modo, quizá el rito solo logre, dejar al descubierto en su ofensiva, lo frágil del make up. El cambio de época en lo comunicacional requiere, antes que nada, otra dialéctica como principio que inaugure junto al sujeto la construcción, todavía en deuda, como señal de lo digno opuesto al vaciamiento heredado del neoliberalismo, aun imponiéndonos sus estándares de lo “lindo”; siempre alejados de la esencia, la diversidad provinciana, lo barrial, el gentilicio.
Anclas en piso, productores, comunicadores, y periodistas, repiten la queja como mantra, en alegato para su propia defensa, toda vez, como parte del medio al que exculpan de paso y en el mismo espacio emitido. Lo limitante es excusa y la justificación un estilo, el que sin querer, señala de algún modo, lo que intenta ser la “modernidad comunicacional”. Tan vieja como la trampa y encubridora de lo insuficiente (en el mejor de los casos), cuando no, una excusa para la tendencia súbita y velada de manipulación (in)consciente. Resultante siempre de recetas neoliberales y laboratorios de inteligencia. Contorno del plato “de la buena presencia” que hoy, ya nos comimos.
Lo periodístico o la ficción
Esto de “mostrar” algún producto, subrogado de la realidad, elaborado previamente con falta de rigor ideológico –indolencia de mercado–, en tanto surge apenas de aquello que, limitado por los tiempos seleccionen para la muestra, termina siendo otro producto que no es lo que se anuncia, en el rótulo periodístico. Acaso ficción. Que no es lo mismo.
Pudiera implicar entonces, una ecuación cuyo resultado, implique una figura inversamente proporcional a lo que se aspira –para los medios públicos– cónsones a los cambios geopolíticos, democráticos y sociales y, por qué no, revolucionarios, que desde lo público de la comunicación popular, en su compromiso ético y estético, le competa ajustado a lo veraz y oportuno informativo.
En cambio, temeroso o reformista, lo mediático progresista se resuelve a veces, con tanta virtud de maquillaje y sobrecarga en las funciones a punta de voluntarismo, que lo “tanto” acopla en ajuste, a lo que a su vez deriva de la “tanta falta de ruptura” como señal inequívoca, si, de los cambios epistemológicos, humanos, laborales, sociales, económicos y políticos, piden acuerparse en la praxis, en todos sus sentidos, la del medio como matriz que aloje lo nuevo, la de su comunicador como referente del mismo y la del pueblo también en ejercicio de su derecho, hasta ahora interdicto.
Lo insuficiente. Lo bastante. Lo clonable
La pregunta testigo sería hacerla cada vez, en algo así como ¿ha visto usted al pueblo en su pantalla? ¿Se ha visto usted? ¿Usted, con su estética y su gente? Si esto da bien, lamento avisarle que ya, ese resultado en caso de ser satisfactorio esta escindido, pasemos a considerarlo insuficiente, cuando hasta hoy en el mejor de los casos estaba ofrecido como bastante.
La trampa es que, en el mejor de los casos tal cosa nos alcance, solo con que se nos muestre, nos demos por satisfechos. Nos calme. A los desposeídos. La diferencia mi amigo, es ser ejecutante.
Es decir, que sea esa la gente, quien ejecute lo que muestre. Protagonice lo que informe. Hoy por hoy nada tan lejano incluso al semblante pret a porter con que se aspecta a todo comunicador que “su” pantalla privada o pública nos muestra “en afinidad de targets, comprobemos sino: a zapping sometamos la muestra y dará; algo así todo, como “clonable”.
Para salir de la trampa, lo primero es querer salir, para hacerlo veremos cómo se hace. Ningún cambio se hace sin ruptura y nada de ello se hace con sumatorias de lo viejo, mucho menos repitiendo. Para calmar la angustia acerca lo faltante.
Esta película ya la vimos
Pasa con esta modernidad comunicacional algo así como con el spaghetti-western. El spaghetti es un subgénero cinematográfico de películas del Oeste, generalmente producido por compañías europeas y en su mayoría rodadas en Europa y de bajo presupuesto. Las diferencias más destacadas de este género spaghetti con el western clásico (o norteamericano) son aquellas que deban buscarse (si las hubiere, más allá de los matices) en las técnicas de montaje, los movimientos de cámara, el uso del zoom, la caracterización de los personajes, la música y las temáticas de igual modo.
El spaghetti western se caracteriza por una estética sucia a la vez que estilizada (variables que reemplazaremos en analogía por lo descontracturado o negligé de la modernidad comunicacional), y por unos personajes aparentemente transgresores, haciéndose servir de los clichés clásicos del western americano para crear un estilo propio sirviéndose del mito.
Hasta aquí la caracterización del spaghetti. Debo advertirle que cualquier parecido con la realidad mediática descripta, es pura coincidencia.
Sin posibilidad de autocrítica mediática y cambio, será como seguir viendo la misma película, toda vez que desde los medios públicos no se intente otro modo de espejar fuera de la agenda referida.
Lo cual se da de patadas con esa loca carrera desde piso incluyendo prolija aspectación del ancla o “periodista de referencia” (que si les ha llevado tiempo de producción), carrera digo para correr sin despeinarse tras lo que viene siendo dado por la representación en imagen de TV o sonido de radio. Mira vos, (re-edición de lo “enlatado” ayer) que luego, en “ágil” sucesión de zippeadas en su shock de impacto, salen los comunicadores y te dicen “te preparamos este informe para vos”. ¿Cuál?
Derecho inalienable democrático y popular
La ruptura epistemológica –en su unidad sincrónica de praxis– resulta señal inequívoca, para el cambio real de paradigma, el que (aunque caótico como toda creación iniciática) inaugure la nueva época, regional amanecida. Ya visualizada, ya bienvenida, ¡vamos!, por final ya habida en lo epistemológico, pero faltante en la resolución como parada ética y política – individual y colectiva–, que resulte congruente en su implementación pragmática. Lo comunicacional es un derecho democrático y popular inalienable. Habrá que esforzarse en ejercerlo, y aprender la forma como nosotros queremos hacerlo, ¿o en esto no podemos ser pueblo?
Sin esta ruptura lo comunicacional es continuidad. Logra ratificar el modelo que viene siendo dado, la continuidad de lo que se nos impuso hasta hoy. ¿O te crees acaso, que el neoliberalismo se ha hecho sin vos? O peor, ¿acaso piensas que no eres portador? Aun las mejores intenciones del nuevo proyecto, del mejor en que te inscribas.
En el eje de la comunicación –la pública, por lo menos–, más precisamente en América Latina –es diagnostico necesario saber, que la comunicación es rehén, luego puesta a mercenario del brazo principalísimo y ejecutor de una nueva Guerra sin fusiles –guerra de cuarta Generación. Que te corre y te apura toda vez que en ese “informe que prepares” no incluyas –acabadamente– la voz, de los, hasta ahora, sin voz. Que es también incluir a todos aquellos, pueblos y gobiernos invisibilizados, manipulados y demonizados tras el cerco mediático.
Pistones de un curioso motor
Es momento para reflexionar acerca de lo neoliberal en nuestras cabezas, del voluntarismo que mete parche (y solo habla, a medias, bien de vos), pero también habla de lo heredado inmerso en un amplio espectro del quehacer político, del saber y lo profesional, lo que sin duda desborda ya los rótulos de Ciencias Humanas e incluso de las Sociales adonde inscribir científicamente al quehacer comunicacional luego, detente, piensa, haz investigación real, no te comas la reproducción de los medios, justamente vos. ¡Piensa también acerca de la vocal, el fonema, la palabra, finalmente el concepto tras el rostro ausente en ese espacio que ocupas vos!
Lo borrado-barrado, lo tachado, lo desaparecido tal vez, te anuncio, puedes elegir hacerlo, decirlo. Renunciar a repetir lo silenciado. Por primera vez. “Difunda esta información, sienta la satisfacción moral de un acto de libertad”, exhortaba Rodolfo Walsh.
Entonces, lo busquemos pues. Ya que al modelo de repetición neurótica, ante lo nuevo y –aun más, digamos ante la presión– debieran existir un stop como inicio. La búsqueda de otros modos de transitar lo nuevo, que no sea “repetición” aunque “nueva”. Si estamos en esta apuesta, que no resulte la aburrida repetición unidireccional, como única dirección de salida.
Solo las momias del capitalismo (que aun tienen el poder) piden que repitamos lo que fue. La vida es otra cosa, tal vez luchar hasta vencer. Por cierto, no he visto negritos en la pantalla, ni gordas, ni viejos, ni paralíticos, ¿por qué?
Remontar el barrilete... Entender que ayer no es hoy, que no soy actor de lo que fui, son las estrofas de un emblemático rock and roll del sur, en el que Mollo (su autor) termina diciendo y cantando: “...Pistones de un curioso motor de humanidad... Remontar el barrilete en esta tempestad, sólo hará entender que ayer no es hoy, que hoy es hoy y que no soy actor de lo que fui...”