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NO SE PUEDE HACER SOCIALISMO SIN EL DESARROLLO DE LA CONCIENCIA REVOLUCIONARIA (1)
Publie le Martes 10 de julio de 2007 par Open-PublishingEn la serie de entrevistas, que junto al Instituto Bolívar-Marx estamos haciendo en Tribuna Popular, entregamos a nuestros lectores, la entrevista donde presentamos a Danielle Bleitrach, profesora de sociología en la Universidad de Provence (Francia).
Danielle, ha dirigido numerosas investigaciones sobre la planificación y urbanización del territorio. Ha escrito una quincena de obras, entre las cuales tres clásicos de la sociología: La fábrica y la vida (1980), Clase obrera y socialdemocracia (1981) y La exclusión y la derrota obrera (1998).
Miembro del Comité Central del Partido Comunista de Francia (PCF) de 1981 a 1996. Dimite del Comité Nacional del PCF en 1996 en oposición a la nueva línea del PCF. Ha sido redactora en jefe del semanario “Révolution”, órgano de los intelectuales comunistas franceses.
Tribuna Popular (TP): ¿Qué función cumplen las universidades y la derecha académica en los países capitalistas?
Danielle Bleitrach (DB): La universidad tiene múltiples disciplinas; hablaré de las ciencias humanas y sobre todo de la sociología. Por un lado, asistimos a un repliegue; no hay en sociología el equivalente a un Bourdieu (*), quien sin ser marxista ha jugado un papel muy progresista interviniendo para apoyar luchas y movimientos sociales, y sobre todo en el plano teórico se ha opuesto a la influencia dominante de la economía llamada ortodoxa o neoliberal, que apunta hacia el dominio del mercado. Se puede decir también que los ideólogos de la burguesía que aparecen en los estudios de televisión y monopolizan las columnas de los diarios, y cuyo ejemplo es Bernard Henry Levy, son más bien fenómenos editoriales ligados a redes de poder mediático. Son el resultado de un sistema caracterizado por la concentración de la prensa, de las editoriales, de los medios en general, en manos de las multinacionales y de los anunciantes publicitarios más poderosos. Esos ideólogos producen el discurso del imperialismo, y éste les asegura la promoción de sus “obras”. Tienen en general cada vez menos lazos con la universidad, están más próximos al periodismo y a la industria editorial.
– En la universidad, una de las cuestiones básicas tiene que ver con la formación. ¿Se va a formar profesionales que corresponden a los intereses inmediatos de la patronal, o se forma a profesionales con una conciencia ciudadana, una cultura?
– Existe una proliferación de una sociología ligada a la patronal, o sea a los intereses de las grandes compañías. Francia tiene en este terreno tradiciones históricas de servicio público que el gobierno actual intenta destruir, y a veces se producen alianzas interesantes. Digamos por tanto que si no hay actualmente en Francia nadie de la talla de un Bourdieu, la universidad tiene aún algunos bastiones de resistencia y el postmodernismo no es el amo absoluto.
TP: -¿Cómo definirías la teoría del post modernismo?
DB: Para simplificar, digamos que el postmodernismo se caracteriza por dos elementos fundamentales. El primero es el fin de todo sentido de la historia, una especie de nihilismo; el segundo aspecto tiene que ver con el primero puesto que decreta la desaparición de todo actor histórico susceptible efectivamente de actuar en el sentido de una transformación consciente. Es una cuestión general de la disciplina, en relación con el triunfo de la ortodoxia económica neoliberal: el actor se ha convertido más o menos en el “consumidor”, y el lugar atribuido a las estructuras, a lo colectivo, se mantiene importante o decrece según el grado de resistencia al neoliberalismo. Así, según Pierre Bourdieu hay un agente que actúa; en el otro extremo, según Raymond Boudon, es el “átomo” de lo social; en el centro (Crozier y Touraine), se convierte en estrategia de un juego institucional. Las clases sociales han desaparecido. Como respuesta, los unos (Toni Negri) buscan la “multitud” y los otros (Michel Maffesoli) reconstituyen las “tribus” que se recomponen en torno a “valores” comunes, que son de hecho modos de consumo. El post-moderno es un pensamiento amorfo expresado por un vocabulario confuso cuya finalidad última es negar la existencia de lo real para reemplazarlo por palabras cuya eficacia para entender los hechos no ha sido nunca probada. El mundo se convierte así en algo fragmentado, incoherente, y la propuesta “sabia” es apenas un juego verbal, un esnobismo de sofista.
TP: ¿Crees que el post-modernismo puede ayudar en la construcción del socialismo?
DB: Puede contribuir sobre todo a confundir las ideas y a aumentar la confusión en los espíritus, lo que sólo puede ayudar al enemigo. Estudios recientes han mostrado cómo en Europa, tras la liberación y la victoria contra el nazismo, la CIA intervino para organizar la lucha contra la influencia del marxismo y del comunismo. En el plano ideológico apoyaron activamente no sólo a toda oposición al marxismo sino también a todo el que fuese apolítico o que se presentase como tal. La CIA ha financiado generosamente laboratorios, revistas, conferencias, ha entregado cantidades importantes para favorecer a las corrientes que se presentaban como productos de la izquierda. Se sabe ahora que gentes como Arthur Koestler, Hannah Arendt y Orwell han luchado de manera organizada y han reclutado adeptos más o menos conscientes. Me extrañaría que en Venezuela y en América Latina la CIA no actúe en el mismo sentido, no oponiéndose frontalmente [a las fuerzas progresistas] sino apoyando formas de apoliticismo. El postmodernismo tal como lo acabo de definir me parece un medio bastante bueno para la empresa de llevar a los intelectuales a un pantano, preparando su adhesión a la contrarrevolución.
TP: ¿Crees tú que es posible fabricar una teoría social revolucionaria al margen del marxismo?
DB: El marxismo es inevitable si se quiere avanzar hacia una comprensión cada vez más consciente de la transformación, pero creo también que desconocemos mucho en el terreno de la comprensión de las sociedades y de los seres humanos en general. El marxismo tiene necesidad de enriquecerse de las experiencias y éxitos, pero también de los fracasos que se han producido desde Karl Marx y otros grandes teóricos. Marx es el único que ha pensado una teoría no sólo de lo que existe hoy sino de lo que debe venir, atribuyendo un lugar a la conciencia de los actores que hacen este porvenir, lo que le ha evitado caer en la utopía y concebir el socialismo como un modelo “llave en mano”. Es el resultado de haber rechazado la cobardía de la burguesía alemana incapaz de hacer la revolución. Ha favorecido una actitud que actúa en la realidad para producir efectos reales y duraderos. Es por eso que el dogmatismo es incompatible con Marx y Engels, que son teóricos y militantes políticos. Dogmatizar el marxismo, esterilizarlo, es también marginalizarlo, vaciarlo de su contenido revolucionario. Y es por eso y no porque sea una teoría sagrada, intocable, que el marxismo es indispensable en toda teoría y acción revolucionaria. Es una dialéctica aparentemente compleja que tiene su fuente en lo que dice Marx a Feuerbach: no se trata sólo de comprender sino de transformar el mundo.
TP: La socióloga Martha Harnecker piensa que la clase obrera hoy no es el sujeto histórico del cambio ¿Qué opinión tienes de esta teoría?
DB: Necesitaría mucho diálogo y comprensión del pensamiento real de Martha Harnecker, y bastante más conocimiento del que tengo de la sociedad venezolana, antes de responder a esta pregunta. Me interesaría mucho trabajar en esta cuestión, por cierto. Pero debo decir por el momento que no me convencen ni Toni Negri y su multitud, ni alguien a quien aprecio mucho como Mike Davis, el sociólogo norteamericano que a partir de un análisis de las grandes conurbaciones, las grandes zonas de ranchos, llega más o menos a cuestionar el rol histórico de la clase obrera. Estamos más que nunca antes en el mundo de la mercancía, producida en una escala inédita en condiciones de explotación que se renuevan pero que no mejoran. Me parece que en un país como Venezuela, la renta petrolera ha producido una situación de compra en el extranjero, de abandono de la producción nacional, de proliferación de lo informal e incluso ilícito, pero es contra esta situación que lucha el gobierno revolucionario. Por tanto hay que distinguir entre la situación inicial que es la de una clase obrera aún desorganizada y rodeada de un proletariado de lo informal, y otra situación que hay que crear para resolver los problemas del país; no sólo desarrollar la producción nacional y por tanto una clase obrera en sentido amplio, sino apoyar su organización revolucionaria. Pero repito que no puedo criticar a alguien tan comprometida y conocedora como Martha Harnecker, estoy muy interesada en dialogar y comprender su visión.
´La entrevista origiunal se publica en: http:www.tribuna-popular.org