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Otra vez sobre religión y Estado
Entre los rasgos más característicos de la vida social en nuestro país, al menos durante los casi dos siglos transcurridos después de romper con la corona española, se tiene indudablemente que mencionar el clima de amplia tolerancia en materia tan delicada como es siempre la relacionada con las creencias religiosas.
Afortunadamente, los venezolanos hemos sabido evitar los escollos de esta índole que tantas tragedias han causado a otros pueblos en muchas partes del mundo. La tradición laica originada por nuestra revolución de independencia, ideológicamente influenciada por lo más avanzado del pensamiento revolucionario de aquella época, ha sido el factor que nos ha permitido vivir en una invalorable paz religiosa hasta hoy. Y digo que hasta hoy, porque han comenzado a aparecer amenazantes nubarrones en nuestro horizonte inmediato, ante los cuales deberíamos tomar unas medidas de precaución que eliminen todo peligro en ese sentido.
Me refiero, en primer término, a los continuos choques verbales que protagonizan representantes de los dos grandes sectores actuantes en la vida política nacional. Choques que últimamente ocurren cada vez más en terrenos relacionados con asuntos de religión. Lo curioso, es que los voceros de ambos sectores se proclaman católicos, algo que indica que no se trata propiamente de una pugna por motivos realmente religiosos, ni mucho menos de una lucha entre religiones antagónicas, con raíces históricas muy diferenciadas.
En verdad, aquí estamos viendo la utilización del factor religioso como instrumento para la lucha política, en una disputa por el poder, que en el fondo nada tiene que ver con la religión misma. Sencillamente, se busca desacreditar a los adversarios, ante las masas populares católicas, y se piensa que eso se puede lograr presentándolos como malos católicos, en ciertos casos, o como... unos ateos marxistas, en otros.
Debo hacer constar que los marxistas-leninistas –o sea los comunistas y no simplemente “socialistas” o “social-demócratas”, quienes constituyen en general el ala reformista y no revolucionaria del marxismo- hemos sido y seguimos siendo decididos partidarios del laicismo, pues creemos que la separación de los asuntos religiosos respecto al manejo estatal es fundamental para la buena marcha de todas las sociedades modernas.
Además, hemos tenido experiencias muy lamentables cuando camaradas nuestros en algunos países europeos se han apartado de tal principio. Como sucedió en Polonia y en Hungría, países donde los gobernantes se dejaron arrastrar a estúpidas confrontaciones con ciertos jerarcas de la iglesia católica, los cardenales Wyszynski y Mindszenty, respectivamente, y así arruinaron entonces su posibilidad de construir el socialismo.
Ahora mismo, vemos acá en Venezuela que altos funcionarios de la revolución bolivariana mantienen un continuo intercambio de las más virulentas acusaciones con encumbrados dirigentes de esa misma iglesia. Me parece todo esto un juego muy peligroso, y también absurdo en extremo, ya que puedo afirmar que aquí no ha habido en toda nuestra historia un gobierno –para decirlo en lenguaje criollo- más curero que el actual.
Esto que digo acaba de comprobarse con un insólito aviso oficial, con la firma del ministro Pedro Carreño, de relaciones interiores, donde “por instrucciones del ciudadano Presidente de la República” se decretan tres (3) días de Fiesta Nacional con motivo de la beatificación de una monja venezolana, y se exhorta a todo el pueblo para que asista a los actos (El Nacional, 9-7-07, pág. 11).
Con toda razón nos advirtió el filósofo marxista Georgy Lukács, en una entrevista publicada post-mortem, en 1973, que “la desaparición del Estado y la de la religión, pertenecen a un porvenir igualmente lejano....”. Así que no olvidemos, los revolucionarios, aquello tan sabio, del Quijote: con la Iglesia hemos topado...