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Rafael del Pino Siero

Publie le Jueves 10 de abril de 2008 par Open-Publishing
1 comentario

Supe por primera vez que el castrismo había tocado fondo desde el punto de vista moral cuando, después de la invasión de Bahía de Cochinos, el gobierno de Cuba le puso precio a la libertad de cada expedicionario de la Brigada 2506 como si fuesen reses, a tanto por libra. Que ser libres tuviese un valor determinado en pesos y centavos para un montón de amigos de mi juventud, me provocó una vertical repugnancia que iba mucho más allá de convertir la experiencia viva de una degradación del alma humana en concepto abstracto, era el rechazo a priori a una brutalidad sin límites. A un hijo de hombre no se le debe dar jamás un valor material porque tiene un alma. Lo grave es que esta ha sido una constante en la historia de la revolución cubana y ahora se vuelve a repetir, sólo que de un modo más sórdido. Se le pone precio no a la libertad, sino a la vida de los hombres. Y no lo hace el gobierno de Cuba, sino la jueza norteamericana María Espinosa-Dennis, de la Corte de Circuito de Miami-Dade. Ella acaba de sentenciar que el gobierno de Cuba debe pagar 253 millones de dólares a los hijos de Rafael del Pino Siero por homicidio culposo de la revolución cubana. Esta no es una pica en Flandes, antes otros jueces de este país decidieron darle $187.6 millones a los familiares de tres víctimas en el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, la familia de la periodista Bonnie Anderson recibió $47 millones y la familia Weininberg, $24 millones.

Estas recompensas tienen serios cuestionamientos desde el punto de vista político y legal. Jamás un tribunal norteamericano debió recompensar con un solo centavo a ningún luchador por la libertad de Cuba, haya nacido en la isla o en los Estados Unidos.

No era su asunto, no era su jurisdicción, no era su dilema moral. Los cubanos y sólo los cubanos debemos enterrar a nuestros muertos. La sangre de mi primo Jorge Jones, que cayó heroicamente en Bahía de Cochinos con aquella sonrisa de pureza única; las de Virgilio Campanería y Rogelio González Corzo, que cayeron frente al paredón de fusilamiento gritando viva Cuba libre y viva Cristo Rey; la de Perico Sánchez y sus dos hijos en los llanos de Matanzas, negándose a rendirse al enemigo y luchando hasta la última bala, y el resto de la sangre que corrió a raudales de Maisí a San Antonio durante años ni es menos sangre ni es menos roja que la de los mártires que han sido indemnizados.

En primer lugar, si el gobierno norteamericano, sus voceros, sus académicos, sus líderes siempre han acusado al gobierno castrista de mentir cuando han deseado hacer ver que Fidel Castro, la revolución cubana, el gobierno de La Habana y el Estado cubano son una misma cosa, ¿por qué con estos fallos de sus tribunales aprueban y le dan fuente de jurisprudencia a esta descabellada distorsión de la realidad? El dinero congelado de Cuba en bancos de Nueva York pertenece al Estado cubano. Y los ciudadanos norteamericanos que murieron combatiendo al gobierno castrista fueron asesinados por ese gobierno. Desde el 20 de mayo de 1902 ha habido en Cuba un solo Estado e inmutable, y de don Tomás Estrada Palma a la fecha, cerca de 20 gobiernos diferentes. ¿Es posible que jueces graduados de leyes en universidades norteamericanas y con un mínimo de acervo cultural puedan ignorar la diferencia abismal que existe entre Estado y gobierno?

Sal sobre la herida, ¿acaso desde el punto de vista de Washington y de la justicia norteamericana existen dos tipos de sangre con valores materiales diferentes en la lucha por la libertad de Cuba? ¿Hubo diferencias cuando la guerra de independencia entre la sangre de Máximo Gómez, Antonio Maceo, Henry Reeve ’’el Inglesito’’, o el polaco Carlos Roloff?

Trato de ser objetivo en mis análisis. Le tenía aprecio a Rafael del Pino, a cuyos hijos un tribunal norteamericano acaba erróneamente de indemnizar. En sus últimos días estuvimos juntos en la prisión de Guanajay y tenía que sacarle las palabras de la boca cuando lo interrogaba sobre su apasionante historia. Con Fidel Castro participó en el bogotazo, representando ambos en este evento el ala derecha de los estudiantes de la FEU (la izquierda por entonces representada por el ex presidente del ICAIC en Cuba, Alfredo Guevara, y por Enrique Ovares, que murió en este exilio de Miami). Y pasemos de la historia al chisme, fue el compañero de correrías que tenía más cerca el dictador en la época del gangsterismo universitario. ¿Fin rápido de la historia? Del Pino se entrenó en México para desembarcar en el Granma, pero desertó y eso Fidel no se lo perdonó nunca. Cayó prisionero a principios de 1959, en un episodio con todas las características de haber sido un set up del incipiente G2. Y desde entonces fue el preso de Fidel, que con un plan concreto y una disciplina admirable primero lo enloqueció y seguidamente lo llevó al suicidio. Este no fue el más brutal, pero sí el más personal y anunciado de los crímenes de Castro. Porque todos lo sabíamos. Fidel odiaba a Rafael del Pino con todas las fuerzas de su alma.

Mensajes

  • ¿Sugieres que Fidel debió haber entregado los invasores a EEUU con sus disculpas por haberlos derrotados; porque el propio pueblo los rechazó con armas en la mano?

    Cierto que Fidel los humilló: canjeó por medicinas y compotas para niños a los que venían entrenados y armados por la CIA para devolver a Cuba a la condición de "libertad" y de "respeto a los derechos humanos" del tiempo de Batista, a defender sus privilegios. No todos los invasores eran grandes propietarios ni batistianos, no, pero su líder, el niño dorado de la CIA Manuel Artime, en su afán de libertad era socio de negocios con ese otro paladín de la libertad, Tachito Somoza, y los batistianos estaban ahí metidos, contribuyendo y complotando. Por ahí venía la cosa.

    ¿Que no? La CIA buscaba reditar su triunfo de Guatemala, donde había destruido la democracia para instalar a una dictadura militar retrógada que duró décadas, como después haría en Chile. Dime con quién andas y te dire quién eres. Claro, que es posible que veas con ojos buenos la historia de la CIA en Latinoamérica, en cual caso sentirás orgullo por el augusto auspicio de la compañía.

    ¿O piensas que los invasores debieron haber cumplido largas sentencias penitenciarias como cuestión de honor, tanto para ellos como para la revolución? El gobierno de EEUU, patrocinador de la invasión, tomó parte en las negociaciones. ¿Por que no lo culpas a ése de no haber tomado una posición más recta, rechazando todo canje?

    Me parece que al fin y al cabo la roña es porque que perdieron, no por cuestión de moralismos artificiales.