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UN PLAN TAN DEPLORABLE COMO POSIBLE
Publie le Miércoles 15 de noviembre de 2006 par Open-Publishing1 comentario
UN PLAN TAN DEPLORABLE COMO POSIBLE
Por Xavier Padilla
Compatriotas bolivarianos, permítanme invitarlos a mirar este vídeo clip y luego a leer más abajo algunos comentarios que he hecho al respecto.
http://www.youtube.com/watch?v=useUw9tT43g&eurl=
Comentarios:
Sin duda habrán podido constatar, al mirar este vídeo, cuán guabinoso y cobarde es en el fondo este señor, Orlando Urdaneta, el cual no se "atreve" a confirmar en esta entrevista que una vez instó públicamente al magnicidio de Hugo Chávez. Pero no es acerca de la lamentable condición ética de este individuo que quisiera llamarles la atención -ella no requiere ni merece mayores comentarios-, sino acerca de otros elementos contenidos en este clip que podrían revestir una importancia estratégica fundamental en el destino de la nación: la muy probable existencia de un plan "guajiro" contra las instituciones democráticas venezolanas en vistas a las próximas elecciones del 3 de diciembre. Una conspiración que pudiéramos inferir a partir del comportamiento del entrevistado a lo largo del vídeo y que podríamos resumir como una actitud evocativa y sostenidamente insinuante, bien que retenida.
Para comprender el origen de nuestras sospechas respecto a la existencia de ese plan tenemos que empezar por agudizar nuestra percepción adaptativa y tratar de entender el término "guajiro" en el único sentido que la idiosincracia de este personaje calamitoso podría darle: “guajiro” como algo violento, implacable, incluso sangriento. La connotación evidentemente siniestra que Urdaneta asimila a este término, hiperclara en boca de quien hacia el final del vídeo la utiliza en tanto que última instancia argumentativa, nos empuja dócilmente por una vía de legítima inferencia especulativa respecto a la realidad de esta conspiración.
¿Estaremos en presencia de una confesión tan involuntaria como torpe por parte de este emblemático propagandista de la oposición? Podría decirse que, a juzgar por la forma en que Urdaneta nos refiere el término "guajiro", en la que vemos con qué premura le acuña a dicho término un carácter tan decisivo, lo que él nos está presentando a través del mismo es algo más que un simple epíteto. La palabra adquiere las dimensiones de todo un concepto, uno cuya presentación proyecta además una falsa vaguedad de propósito, por cuanto decir “guajiro” implica para el país una alusión geográfica no sin importancia. Más adelante, cuando pasa a intentar explicarnos lo guajiro mediante el uso de lacónicos recursos como “fuerza física” y “mucha energía”, nuestras sospechas acerca de la existencia una conspiración violenta tienden a legitimarse. Una conspiración que, si nos aventuramos en su hipótesis, podría estar estructurada más o menos como sigue:
[Washington (CIA)] + [Uribe] = [acción paramilitar] x [
Para poder calibrar el carácter probable de esta hipótesis "guajira", es necesario que empecemos por preguntarnos si los venezolanos estamos realmente conscientes de la enorme rapacidad con que la oligarquía nacional, las compañías transnacionales y la élites hegemónicas del mundo protegen sus intereses, así como de la gran diligencia con que estos actores cernirían sus garras en la piel de nuestra soberanía nacional mediante un nuevo golpe de estado si fuera necesario. Porque sólo en la medida en que comprendamos la verdadera magnitud del valor que representa la presa podremos decidir la probabilidad real de la amenaza.
Lo que puede pasar en diciembre en Venezuela es altamente preocupante debido, justamente, a su alta probabilidad, pues todo parece indicar que no existen muchas alternativas, a parte del uso de la fuerza, a la rapacidad protectora de dichos intereses. Podríamos pasar por ingenuos si a las recientes evocaciones de violencia emitidas por la oposición les atribuyéramos solamente un carácter intimidador, dirigido a hacer que las masas no se presentasen a los centros electorales por temor a posibles actos de violencia, como si una nueva abstención fuese suficiente, a estas alturas, para terminar con el proceso bolivariano. Algunos analistas políticos venezolanos, bien intencionados e identificados con el proceso, han propuesto, de hecho, esta tesis como una explicación suficiente a lo que estaría ocurriendo; pero un análisis de fondo no tarda en revelar en ella rasgos de una inoportuna y anacrónica candidez. La reutilización del recurso abstencionista por parte de la oposición no se presenta hoy en día, por varias razones, como una tesis convincente: su repetición tendría como efecto la ausencia del elemento sorpresa, pasaría por un ardid telegrafiado -lo cual iría más en detrimento de la propia oposición que en su favor. El abstencionismo provocado se ha convertido en un lugar común acerca del cual la opinión mundial mantiene sus reservas. La razón fundamental que profiere a la hipótesis "guajira", en cambio, un alto grado de probabilidad, hela aquí:
Para la oposición, y aún más para el imperio, esta es simplemente la última oportunidad.
La tentación de proferir ahora mismo un golpe letal a revolución bolivariana no tiene nada de menuda: el imperio no puede actualmente -a menos que esté ciego- permitirse ningún tipo de postergaciones, de medidas tenues. La razón: la realidad del proceso bolivariano, su carácter positivo, progresista, socialista y sobre todo sincero comienza a ser demasiado evidente en todas partes, a extenderse de una manera fértil, pulcra y rápida a través del mundo.
El imperio norteamericano ha comprendido que la revolución bolivariana no es sólo un fenómeno que trasciende Venezuela, sino algo que además crece rápidamente, día a día. Esto tiene la particularidad de convertirnos, a sus ojos, en enemigo suyo declarado, estableciéndose para nosotros desafortunadamente una dialéctica en la cual nuestro propio éxito nos coloca cada vez más en peligro. La lógica de sus intereses hegemónicos le dicta al imperio que cuanto más tarde se ocupe de nosotros, tanto más difícil le resultará impedir nuestro avance. Que la oposición y el imperio estarán jugándose el todo por el todo en diciembre, es un hecho; uno que debemos tratar de entender lo más pronto posible.
Aquello que quizás explique mejor, y de manera inequívoca, la certeza de una participación manifiestamente violenta del imperio norteamericano en los próximos comicios, es precisamente que la realidad incontestable del nuevo triunfo de la revolución bolivariana en las próximas elecciones -triunfo por demás cristalino, transparente- es también un hecho, uno cuya significación para el planeta igualmente tenemos que entender pronto, y de forma cabal: la nueva victoria de nuestra filosofía humanista y social constituye el levantamiento mismo del acta de defunción del imperio.
Lo que anunció Rafael Poleo a través de Globovisión el 7 de noviembre, justo 20 días antes de las elecciones, y que fue mediatizado extensamente en el país, y aun en el extranjero, se presenta pues como un evento altamente sospechoso, no un hecho fortuito. Imaginemos por un momento que todo esto haya sido en efecto montado por el servicio de inteligencia estadounidense, la CIA, con un timing además muy preciso, el de una programación profesionalmente calculada de los efectos susceptibles de producirse en la población. Las declaraciones de Rafael Poleo de hecho han puesto en marcha un mecanismo de división y enfrentamiento de masas que parece tener un alto grado de efectividad. Sospechosamente alto. Estas declaraciones han influido de manera catártica en la psicología del sector minoritario -y por tanto débil-, que es el de la oposición. ¿Por qué no se emitieron antes, más temprano, declaraciones de esta misma naturaleza, donde se llamara abiertamente al desconocimiento deliberado de los resultados electorales y al rechazo de éstos por parte de la oposición por todos los medios necesarios, si para el sector opositor los chavistas han sido siempre los mismos fascistas desde el comienzo?
Resulta ahora muy pertinente observar que si algo semejante hubiese sido enunciado con mayor anticipación, el tiempo de reflexión disponible para la masa-pueblo opositora también hubiese sido mayor, y mayores por consiguiente las posibilidades de producirse, en el seno de ésta, una eventual retractación. A su vez, la opción de 20 días exactos antes de las elecciones como fecha para la emisión del llamado a la violencia, aparte de ser una cómoda cifra redonda, parece además constituir un lapso suficiente para la preparación logística de una "rebelión". Un lapso, pues, que se presenta como un margen doblemente apropiado: aparentemente tardío en el llamado a la violencia, pero por lo mismo suficiente para la irreversibilidad de la tendencia. Factores de tensión tales que precipitación, tardanza y perentoriedad son parámetros típicos de regulación en operaciones de control de masas.
Pero la probable existencia de un plan tecnócrata y siniestro puede guardarnos, en su aspecto formal, todavía muchas sorpresas y variantes. Como veremos a continuación, algunos elementos -navegantes en el caldo de su propio misterio- requieren aún de nuestro análisis. Empecemos por preguntarnos: ¿Por qué Rosales? ¿Por qué la oposición escogió finalmente por candidato (y ello con considerable retraso) a un individuo que es (tan, pero tan) muchísimo menos que brillante? ¿No sería porque, al éste valer muy poco desde un punto de vista político real, con él no se estaría perdiendo gran cosa si el plan incluyese... también asesinarlo?!!
Como bien lo sabemos, la CIA no es enemiga de este tipo de procedimientos, habiéndolos ya concertado y ejecutado gran número de veces en el pasado. Pero para profundizar la no pequeña probabilidad de esta versión del complot, es necesario lanzarnos en un intento explicativo del por qué Manuel Rosales se encuentra hoy en la vida política del país en tanto que líder de la oposición.
Podríamos suponer que en principio este personaje habría sido escogido -obviamente sin él mismo saberlo- como peón y señuelo en la arenga electoral por reunir de manera eficiente en su persona elementos favorables a la puesta en marcha de una dinámica de dispersión. Por lo verosímil de su potencialidad para lo anecdótico, por su exigua capacidad verbal, por ser de fácil ridiculización, pero también por el exabrupto casi lúdico de sus propuestas y la tragicómica nulidad de su plan de gobierno este señor tendría, pues, la ventajosa particularidad de poder distraernos durante el período de campaña.
Estas golosinas, como quiera que logren indignarnos por momentos, suelen ser de muy buen disfrutar en Venezuela, terminando a veces por producir en nosotros -aunque realmente no lo necesitemos- un efecto psicológico confortable. En el caso de Rosales, provocan una reafirmación de nuestros principios éticos por contraste, así como una nueva consagración en nuestros corazones de la infinita superioridad de nuestro líder, Hugo Chávez. Un problema puede presentarse, no obstante, si estas golosinas forman parte de un plan desestabilizador, intervencionista, como es muy probable que en efecto lo sean. Habríamos, pues, caído -y desde muy alto- en la trampa.
Manuel Rosales puede ser en realidad una cortina de humo, un elemento temporal, de una importancia estratégica incalculable dentro del plan “guajiro”, el cual como vemos puede presentarse de muchas maneras. En cuanto a distracción y entretenimiento -aspecto frente al cual el venezolano ha sido siempre muy receptivo- hay que notar que también al principio apareció el Conde del Guácharo, incluso antes que Rosales, y que luego de un corto test de lanzamiento fue descartado abruptamente. Cambio = variedad = distracción.
Si esta versión más siniestra del plan “guajiro”, donde eliminan al propio Rosales, llegase a tener lugar, la opinión mundial podría caer en la trampa ella también, acusando a Chávez de monstruo dictador asesino. En medio de los obvios disturbios que se producirían en una situación semejante, los Estados Unidos tendrían todas las excusas que usualmente necesitan para entrar en una fase de intervención. Chávez devendría un nuevo Saddam.
La triste realidad es que el sector opositor venezolano se encuentra en este momento extremadamente convencido de ser la gran mayoría, cosa que no deja de sorprender. No importa que todas las encuestas, de los más variados orígenes, den a Chávez una intensión de voto abrumadoramente superior a la de Rosales: la manipulación mediática por parte de los medios de comunicación privados ha sido tan densa y mórbida estas dos últimas semanas, que el pueblo de la oposición, que los sigue ciegamente (y que por nada del mundo se "atreve" a mirar VTV, Vive, Telesur, etc.), ha desarrollado la triste pero sólida convicción de constituir la inmensa mayoría de los venezolanos!
De una manera misteriosa, pues, todos en la oposición están irreversiblemente seguros de ser incontestablemente la mayoría, así como de que “el fraude” es un hecho igualmente incontestable. En estas circunstancias, a dos semanas de las elecciones, incluso sin que la CIA recurriese a un eventual y deplorable asesinato de Manuel Rosales, numerosos y graves actos de violencia se producirían ineluctablemente durante el mes de diciembre en nuestro país.
Xavier Padilla
París, 15/11/2006
Mensajes
20 de noviembre de 2006, 23:50
Ni Chavez, ni Rosales, amor a Venezuela, nada mas. Reparto de la riqueza petrolera, seguridad en las calles, educacion y sanidad. Nada más, asi de sencillo.