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Variaciones sobre un tema de Oriana Fallaci
Publie le Sábado 15 de marzo de 2008 par Open-Publishing1 comentario
Réquiem para una atea.
Hace 18 meses que se fue Dª Oriana. Autodenominada atea cristiana, afirmaba que “me siento menos sola cuando leo los escritos de Ratzinger.” Consiguió que Benedicto XVI la recibiera en agosto de 2005, bajo la condición de que el contacto no se hiciera público. Se hizo, aunque el contenido de aquella reunión quedó entre el Santo Padre y la escritora.
Durante su larga vida periodística, cubre las guerras del Líbano y Vietnam; se enfrenta a la dictadura griega; en el México de 1968, herida y dada por muerta, la rescatan entre un montón de cadáveres durante la asonada de Tlateloco. Sus antológicas entrevistas a decenas de famosos la llevan a trifulcas con ejemplares como Cao Ky, Arafat, Jomeini, Kissinger, Castro, Habash, Gaddafi. A veces, tacañamente reparte elogios −al portugués Soares, al español Carrillo, al brasileño Câmara, a la israelí Meir, a su amado el griego Alekos Panagulis. Y, en el ínterin, sus conmovedores relatos, Un hombre, o Carta a un niño que nunca nació...
La Trilogía
Pasados los ´80 y muerto Panagulis, escribe Inshallah (1992), su última novela. Tras nueve años de silencio, y mortalmente herida por El Otro −como llama al cáncer que finalmente la derriba− regresa con La rabia y el orgullo (2001), redactada al calor del 11-S, madre de La fuerza de la razón (2004); y de Oriana Fallaci se entrevista a sí misma – El Apocalipsis (2005). Los tres, best sellers aún después de su muerte, son una ácida diatriba contra las leyendas que rodean al Islam, su parca contribución al saber humano, los políticos que permiten la invasión de Europa (a la que llama Eurabia, capital, Londonistan) por elementos mahometanos, y la maldad del Islam a lo largo de su historia.
La trilogía no debe ser del agrado de calambucos, talibanes, palestinos, israelíes, estadounidenses y europeos, o, para el caso, liberales. Con o sin razón, es fácil tacharlos de superficiales y poco objetivos −al referirse a La rabia y el orgullo, el semanario inglés The Economist sentencia que “Mussolini estaría orgulloso de esta octavilla extremista y potencialmente peligrosa.” Y, sin apuntar a nadie, en su obra El Islam, el teólogo Hans Küng fustiga a los terribles simplificateurs que “tendenciosamente juzgan al Islam y silencian aspectos positivos… [porque] poseen un caudal de conocimientos islámicos propio de la Edad Media.”
Pero, lo cierto es que la Fallaci enfureció al Islam y su aliada la Izquierda Europea, devenida, según ella, “neoinquisidora, tercermundista, antiamericana, y antisionista.” Izquierda que, al perder sus puntos de referencia después de la caída del Muro de Berlín, se ha aferrado al Islam como otra de sus tablas de salvación, Izquierda que, curiosamente, condena la ejecución de Sadam, pero no los asesinatos de Theo van Gogh, el cineasta holandés, y de Hrank Dink, el periodista turco (ambos a manos de militantes islámicos); ni tampoco las amenazas de muerte a Sir Salman Rushdie, el autor de Los versos satánicos, a Ayaan Irsi Ali, la corajuda ex-parlamentaria holandesa de origen somalí, o a los daneses cuyas inocentes caricaturas de Mahoma originan cruentas protestas en Europa y el mundo islámico.
De hecho, la animadversión contra Mahoma, su gente y su religión se remontan prácticamente a 622. Cronistas judíos de la época lo tachaban de loco y poseso: en sus Viajes, Marco Polo arremete contra los mahometanos de Bagdad; Dante, Erasmo, Torquemada, Lutero, Voltaire, Rousseau, los Enciclopedistas, y otros han soplado sus cerbatanas contra El Profeta.
Dirigida al gran público −que, antes del 11-S poco sabía de esto− la trilogía de Dª Oriana propaga o se hace eco de un nuevo volkskultur anti-islámico, manifiesto en el voto del miedo, que mantiene en la Casa Blanca a un consumado inepto, y catapulta a La Moncloa a otro ídem (nada cambia su reelección), o que congela la Constitución Europea después que franceses y holandeses la derrotan en sendos referendos. Pero, al menos en Europa, existe un temor hacia la expansión del Islam en su propio quintal: es evidente que el fanatismo musulmán —mejor dicho, de algunos musulmanes— hacia cristianos, judíos y agnósticos no es un cimiento sobre que construir diálogos o entendimientos
Aunque en los dos primeros libros de la trilogía Dª Oriana no toca el lógico tema de Cómo-lo-arreglamos, en el último confiesa que no se le ocurre una solución. En The Wisdom of Insecurity, Alan Watts, el filósofo anglo-californiano, propone que “la pregunta, ‘¿qué haremos sobre esto?’ sólo la hacen los que no entienden el problema. Si un problema puede resolverse del todo, entenderlo y resolverlo son lo mismo.” Mucho peor es querer resolver sin entender, oblicuo camino que ha tomado la Izquierda con sus multiculturalismos y alianzas de civilizaciones, algunos liberales con sus apaciguamientos, y el Presidente Bush con su guerra en Iraq.
El Multiculturalismo.
Entre una multitud de interpretaciones, muchas contradictorias entre sí, tal vez la más clara y sucinta es que “el multiculturalismo es una ideología que mantiene que la sociedad debería consistir de grupos culturales distintos… todos con un status de igualdad.”
Muy al contrario, en Estados Unidos se produce la asimilación de los miembros de esa sociedad en un gigantesco crisol −melting pot− del que acuñan su lema nacional, E pluribus unum (De muchos, uno), base del American Way of Life. Siglos después, y cocido en las ollas del laborismo británico, aparece el multiculturalismo: sabe a curry, tandoor o a carnaval de Notting Hill. Los chistosos le endilgan el lema de E uno pluris, (De uno, muchos), que, al pretender reconocer las diferencias de los ciudadanos, de hecho crea fronteras según sus orígenes nacionales, etnias, o religiones. Todos son iguales, pero el multiculturalismo los incentiva a permanecer diferentes. No hay crisol en que amalgamarse.
El terror del 7-J apaga las calderas de los políticos: los autores no son extranjeros sino nativos británicos de ancestro medio-oriental, todos islámicos, angloparlantes como cualquier nacional. Y, en 2005-6, las encuestas celebradas entre este segmento de la población arrojan que, mayoritariamente, se sienten islámicos o sikhs primero, pakistaníes o lo que sea después, y finalmente, británicos. Al menos en el Reino Unido, el multiculturalismo es un fracaso, tanto que todo el país ha condenado duramente a Rowan Williams, Arzobispo de Cantorbery y primado de la Iglesia de Inglaterra por su reciente y desafortunado comentario que “la adopción de partes de la shari´ah dentro del derecho inglés es inevitable.”
Vale la pena hacer algunas reflexiones,
Una reciente investigación (Septiembre de 2007) del londinense The Times revela que, al menos la mitad de las mezquitas de Gran Bretaña están bajo control de facciones islámicas extremistas, cuyos líderes llaman a los musulmanes a la yihad.
En Inglaterra, durante la semana, puede verse cómo las señoras musulmanas llevan a sus hijos a la escuela, o hacen la compra cubiertas de pies a cabeza con sus negras batas que permiten sólo una apertura para sus ojos. Y los domingos por la tarde aparecen en Hyde Park con el mismo atuendo. Aunque no hay estadísticas, parecería que sus maridos son albañiles, camareros, oficinistas, etc. que trabajan dentro de la amplia gama del proletariado inglés. O sea, que Inglaterra y el resto de la Europa occidental generalmente consiguen atraer este tipo de mano de obra barata y poco cualificada.
Esto contrasta con un reciente estudio de JWT, una de las mayores agencias publicitarias del mundo: en los Estados Unidos, los aproximadamente seis millones de musulmanes son más ricos y mejor educados que el común de la población. En el 66% de los hogares musulmanes, se registran entradas de más de US$ 50,000 al año, y un 25% gana más de US$ 100,000 (US$ 42,000 es la media nacional). Y el 66% de los musulmanes estadounidenses son graduados universitarios, contra el 47% de la población en general. O sea, que donde el crisol funciona, Al-Qaeda y sus hermanas tienen pocas posibilidades.
En los países islámicos − salvo los productores de petróleo, que acusan notables diferencias de riqueza entre los que tienen y los que no− el resto son pobres, poco desarrollados, corruptos, y con problemas de deuda externa que aparentemente no interesan a sus hermanos ricos.
Alianza de Civilizaciones
En 1998, ante el pleno de la ONU, el entonces presidente iraní Muhammad Jatami propuso su Diálogo de Civilizaciones, que prontamente los imams del patio desautorizaron (eventualmente, le costó el retiro de la política en 2005). En 2004, con su peculiar capacidad de copiar las ideas ajenas, el presidente español Rodríguez Zapatero introdujo su Alianza de Civilizaciones ante, también, la Asamblea General de la ONU, en la que presenta una no bien definida alianza entre Occidente y el mundo musulmán, para combatir el terrorismo islámico por la vía del diálogo pacífico.
Esa es la Alianza que pasa por alto la Declaración de los Derechos Humanos en el Islam (El Cairo, Agosto de 1990), cuyo Artículo 10 dice: “El Islam es la religión de la naturaleza incorrupta. Está prohibido ejercer cualquier forma de coacción sobre las personas o aprovechar su pobreza o ignorancia para empujarlas a convertirse a otra religión o al ateísmo.” Esto contradice meridianamente a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Nueva York, Diciembre de 1948), Artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.” Así pues, el Sr. Rodríguez Zapatero propugna la alianza con una civilización que hasta le niega su derecho a ser agnóstico, como lo es.
Recientemente, la Alianza ha tenido su primera reunión, en Madrid, patrocinada por Turquía y España —que, a contrapelo del pensar de los principales miembros de la Unión Europea aboga por una pronta entrada de Turquía en el grupo. Fue un fracaso: poca gente relevante asistió, y sus aburridas ponencias se centraron en ataques a los sospechosos usuales —Estados Unidos, Israel, la guerra en Iraq… Mientras tanto, Turquía, a través de su primer ministro, bravuconeó que “los obstáculos que su país pueda encontrar en su camino de adhesión a la Unión Europea serán también obstáculos para la paz.” ¡Menudos aspirantes!
Pero, la razón real del chasco radica en el propósito de la conferencia: dialogar ¿con quién? ¿con bin Laden y sus seguidores? Sería altamente infructuoso, porque ellos van por el camino de la Yihad, la recuperación de al-Andalus, y la derrota de la civilización occidental. Si, como dice Sayyid Qutb (descrito más adelante), “El género humano sólo merece la moral y los valores del Islam, las enseñanzas y salvaguardas del Islam, y de esta inmutable y verdadera medida del progreso humano, el Islam es la verdadera civilización, y la sociedad islámica es verdadera civilización,” ¿cómo se puede dialogar con gente que piensa así? Y una aproximación a los islámicos moderados sería igualmente infructuosa, porque al deslindarse de los radicales, aquéllos no tienen condiciones de rectificar la ruta del terrorismo.
Los Neoprofetas.
“El éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano,” dice el adagio. Después del desgraciado suceso del S-11, los neoprofetas han proliferado como topillos en los campos de Castilla, producto de la feraz narrativa de los escribidores, ora eruditos occidentales o islámicos, ora catetos del Oriente Medio —impresa o en Internet, que tiende a albergar a este segundo grupo. A todos debemos el haber traído a la luz a no pocos psicópatas. De éstos, dos han tenido una decisiva influencia aún décadas antes del 11-S —Sayyid Qutb y Mustafá ben Abd al-Qadir Setmariam Nasar: ello no quiere decir que a tal enjambre le falten elementos: figuran con honores Imad Mughniya, “el más eficiente y esquivo terrorista internacional”; Muqtada al-Sadr, “el clérigo que limpia las calles de islámicos suni;” Sheik Abd al-Qadir bin Abd-al-Aziz, “cuyos escritos son lectura obligada en el currículo yihadista… Como veremos después, junto a las principales organizaciones (Al-Qaeda, Hamas, Al-Fatah y Hizbollah) hay espacio para freelancers.
Formada en los años ´80, Al Qaeda tiene sus raíces en la Sociedad de los Hermanos Musulmanes (Egipto, 1928), organización político-fundamentalista a la que han pertenecido todos los terroristas conocidos —vivos o muertos, intelectuales o activistas, que en estos 80 años ya contabilizan varios magnicidios o tentativas de magnicidio. El líder intelectual de la Sociedad, un filósofo pan-islamista, Sayyid Qutb (1906-1966), escribió una decena de libros sobre temas islámicos, algunos traducidos al inglés: Milestones; In the shade of the Qur´an; Social Justice in Islam e Islam, the religion of the future.
En 1952, la revolución pan-arábica de Muhammed Naguib y Gamal Abdel Nasser envió al exilio a Faruq I, el calavera y tragaldabas rey de Egipto. Pronto Nasser echó a Naguib, se alió a la URSS y fundó, junto con Siria, la fugaz República Árabe Unida. Este proceder desilusionó a la Sociedad y a Qutb, que duramente critican al régimen y a Nasser: él ha roto el sueño de una teocracia pan-arábica y pan-islamista bajo la shari´ah, máxime por los escarceos del antiguo coronel con el socialismo soviético, anatema en el Islam fundamentalista de Qutb. Éste cae preso en 1954, es excarcelado brevemente durante tres meses, pero cuando posteriormente se produce un atentado a la vida de Nasser, el régimen culpa a Qutb como autor intelectual. El filósofo es juzgado y condenado a la horca en 1966. Saturno devora a sus hijos.
Aún en la cárcel, Qubt escribe Milestones, que someramente hila temas anteriores, principalmente aquellos de In the shade of the Qur´an y Social Justice in Islam. Muchas veces citado durante el juicio a Qubt, Milestones exuda odio, intolerancia, resentimiento, todo el pensar abyecto de que puede ser capaz el ser humano. Se dice que la publicidad que recibió −especialmente después de la soga− ha hecho del libro el vademécum de los muyahidin. Es lógico, por tanto, atribuir a Sayyid Qutb una de las autorías intelectuales de Al Qaeda, su yihad particular y el fanatismo de sus seguidores.
El otro neoprofeta había aparecido a finales de los ´80: el sirio pelirrojo Mustafá Setmariam, (n. 1958), estudiante de ingeniería mecánica en la Universidad de Alepo. En 1980, desde los Guerrilleros de Vanguardia (otro vástago de la Sociedad) lucha contra el laicista, pan-arábigo y temible Baath sirio. Descubierto, huye e inicia un largo periplo que lo lleva a Jordania, Francia y España, donde se establece —ahora maduro yihadista— y en 1987 se casa con una madrileña de familia otrora anti-franquista. El matrimonio le depara la nacionalidad española y el rechazo de sus suegros por la conversión su mujer al islamismo. Entonces, adopta su nombre de guerra, Abu Musab al-Suri, o también El Español o El Rubio.
De España, parte a liberar Afganistán de la ocupación soviética. Incansable, emigra a Londres, desde donde propaga el mensaje anti-americano de Al Qaeda y concierta entrevistas de la prensa occidental con Osama bin Laden. Vuelve a Afganistán en 1997 como asesor del gobierno talibán, es arrestado en Pakistán en 2005, y se cree que en algún lugar —¿Guantánamo?— es prisionero de los Estados Unidos. Los servicios estadounidenses de inteligencia lo llaman “el mayor teórico de la yihad en nuestros días.”
De su lado intelectual, ha escrito (en árabe) Llamado global islámico a la resistencia, mamotreto de 1,604 páginas hasta ahora no disponible totalmente en otras lenguas: es una estrategia militar para Al Qaeda que él llama “sistema, no organización,” de estructura plana e inconexa, disponible a todos en toda parte —lo que la hace prácticamente invulnerable a un ataque frontal o global primeramente porque hay muchas Al Qaeda que persiguen el mismo fin, sólo aglutinados por “metas y doctrinas comunes, y programas de auto-educación.” Así, por ejemplo, si siete o diez fanáticos se montan un combo en cualquier ciudad del planeta, no existe manera lógica o fácil de detectarlo o de prevenir un atentado. Lo que nos lleva a una faceta que la Fallaci apenas toca en sus libros: Iberoamérica.
Nuestra América
Mucho antes del 11 de septiembre de 2001, y los atentados subsecuentes, Trinidad & Tobago y Argentina habían amargamente saboreado el terror islámico:
En Julio de 1990, Yamaat al Muslimeen (organización radical de musulmanes negros) hizo explotar un coche-bomba frente al Parlamento de Port-of-Spain (capital de Trinidad & Tobago), con la intención de dar un golpe de estado. Los terroristas secuestraron al Primer Ministro Robinson y su gabinete, y se entregaron después de negociaciones con el gobierno y la intervención de los embajadores de Estados Unidos, el Reino Unido y otros países del Caribe.
En Marzo de 1992, una furgoneta-bomba conducida por un suicida se estrelló contra el edificio de la Embajada de Israel en Buenos Aires —el primer ataque terrorista en Suramérica y Argentina, donde reside la más grande comunidad judía en Iberoamérica, y la quinta del mundo. El saldo fue de 29 muertos y 242 heridos, entre israelíes y argentinos. Se supone que los autores del ataque habían ingresado al país a través de la región llamada Triple Frontera, donde convergen los límites de Argentina, Brasil y Paraguay. Aunque se desconocen los pormenores, se atribuye el atentado al líder de Hizbullah Imad Mughniya, ya descrito anteriormente.
En julio de 1994, la Asociación Mutual Israelita Argentina recibió el mayor ataque terrorista jamás llevado a cabo en Argentina, y también el mayor contra judíos desde el Holocausto. De esta vez resultaron 87 muertos y 103 heridos. Atribuido a Hizbollah y la República Islámica de Irán, el atentado permanece aún encubierto gracias —se dice— a la intervención del Presidente Menem, un islámico converso.
Aunque desde 1994, el terrorismo islámico no se ha hecho presente en Iberoamérica, la venezolana Isla Margarita y la Triple Frontera son focos de actividades como mínimo ilícitas (drogas, lavado de dinero, contrabando).
En Margarita viven alrededor de 4,000 inmigrantes árabes —palestinos, sirios y libaneses, que se reúnen en la mezquita de la Isla. Aunque éstos son menos del 2% de la población total de Margarita, se ha dicho que dan claros indicios de apoyo a actividades terroristas, dado que sus acaudaladas economías les permiten influir en el día-a-día de la Isla. Por ejemplo, la televisión por cable local transmite a Al-Yazira y otros canales de Siria y Líbano. Al investigar estos trajines, las autoridades venezolanas alegan que no han encontrado nexos los fanáticos. Qué más se puede pensar de un país cuyo presidente mantiene estrechos lazos con la cúpula iraní, al punto que, desde el año pasado funcionan dos vuelos semanales de la aerolínea venezolana Conviasa a Tehran via Damasco —la antigua ruta de la seda devenida ruta del terror.
Desde los días de Stroessner, la zona de la Triple Frontera ha gozado de una reputación de oeste salvaje, especialmente en el lado paraguayo. Sus selvas y montañas, su clima de todo vale, la hacen el edén del contrabando, la trata de blancas, la piratería de CD y otros productos de marca, el procesamiento de coca, y el lavado de dinero, que deben haber costeado el terrorismo en otros lugares [me comentaba un misionero destacado en el área que “aquello tenía más en común con Rabat, El Cairo o Beirut que con su enclave suramericano.”]. Aunque es difícil establecer la implicación de la militancia fanática, o la existencia de campos de entrenamiento, desde el atentado a la Embajada israelí en Buenos Aires hay sospechas de que aquí sucede algo, tal vez enclaves de grupos como Al-Qaeda u otros. Pero, si las autoridades husmearan demasiado, sus países estarían expuestos a un indeseable atentado, ergo es mejor hacerse de la vista gorda y dejar las cosas como están.
Con todo esto, la realidad es que hay alrededor de un millón de musulmanes practicantes en 19 países de Iberoamérica y el Caribe, presentes en 12 mezquitas y 25 centros islámicos. Establecida principalmente en los últimos 25 años, la avanzada islámica se dedica a propagar la fe, y —quién sabe— a reclutar yihadistas. La imbecilidad o la corrupción de muchos gobiernos de la zona han generado pobreza e ignorancia, y por ende abonado el terreno para el enganche de nuevos conversos. La suerte está echada.
Nosotros, ¿qué hacemos?
La prensa y los políticos, tanto liberales tontos como izquierdistas progres— se han envuelto en el ritornello que la comunidad musulmana aboga por la paz y el entendimiento con otras culturas o creencias, por tanto, no constituye un real peligro hacia nuestra civilización. Esto era cierto, si pasamos por alto las fanfarronerías, invasiones y matanzas de los radicales durante siglos. Pero, el 11-S destapó una caja de Pandora que probablemente estaba entreabierta desde los primeros tiempos de la Sociedad.
Volvamos a Allan Watts. Si el problema del terrorismo islámico tiene solución, basta entenderlo para resolverlo. Parecería que los avatares de la historia apuntan a su extinción: si cayeron Roma, Al-Ándalus, Bizancio, Britannia, el derecho divino de reyes, el fascismo, el comunismo (soviético al menos), el falangismo, las Brigadas Rojas, y muchos otros que harían una lista interminable, al menos podemos consolarnos de que el fanatismo musulmán tendrá fin. Sólo que no sabemos ni cómo ni cuándo.
Conocemos que las autoridades estadounidenses y algunas europeas han tenido éxito en contener los atentados en sus países, lo que no se aplica a la capacidad preventiva de las iberoamericanas, norafricanas o asiáticas, aunque al menos desde el 7-J en Londres, la ira islámica ahora se vuelca entre los propios musulmanes. Al tiempo, Iraq continúa envuelta en una interminable guerra en pro de una democracia que no se manifiesta, mientras que un experimento en Basora (segunda ciudad y eje comercial del país) ha producido alarmantes niveles de violencia civil después de la remoción de las tropas británicas, y entrega del gobierno a las autoridades locales. Y el inacabable diferendo entre Palestina e Israel, los escarceos nucleares en Irán, y la falta de un rumbo claro en Afganistán y Pakistán, llevan al interrogante de si entendemos el problema.
En su propuesta, parecería que el filósofo Watts hizo un alto a medio camino. Al Nosotros, ¿qué hacemos? debe añadirse, Ellos, ¿qué hacen? Porque es de todos el problema que no entendemos ni resolvemos y que no entienden ni resuelven.
Mensajes
30 de marzo de 2008, 13:43, por Joaquin Arias Mata
Es un poco reconfortante ver que hay personas que entienden del gran peligro de la civilización occidental. yo estoy muy alarmado. ESto que está ocurriendo, en muy pocos años nos va a costar mucha sangre. Casi deseo decirle amis hijos que no procreen ya que es mejor extinguirse que vivir bajo la ley islámica.