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Venezuela 2008 : visión y propuesta libertaria para el momento actual
Publie le Miércoles 2 de abril de 2008 par Open-Publishing* Comienza a circular el # 52 de El Libertario www.nodo50.org/ellibertario, en cuyo contenido se reafirma el compromiso de este vocero del anarquismo venezolano por mantener una visión crítica sin concesiones sobre la realidad del país, así como su propuesta de lucha consecuente en favor de la libertad e igualdad en solidaridad.
Comienza el año y ya es clara la agenda electoralista con la cual otra vez se intentará domesticar a las luchas sociales en Venezuela, un libreto que se aplica sin originalidad pero con éxito desde hace 10 años. Estando previstos para el 16 de noviembre los comicios para gobernadores, diputados legislativos estadales y alcaldes, los politiqueros oficialistas y de oposición entraron en campaña prácticamente desde que se pasó la página del Referéndum Constitucional del 2-D, proponiendo de nuevo la tramposa oferta de postergar las demandas colectivas para después que resulten electos a los cargos en disputa. De uno u otro bando se vuelve a vender el cuento según el cual, en vistas a la importancia de esas elecciones para la “reconquista de la libertad” o para “el avance revolucionario”, no habrá nada políticamente más importante por hacer en 2008 que abrirles el camino a la victoria en las urnas, tras la que esos preclaros representantes del pueblo atenderán sin descanso y con pericia los reclamos de sus electores.
No gastaremos palabras en explicar lo mentirosa de tal oferta, pues de ello dará testimonio cualquiera que haya vivido en este país y tenga noticias o experiencias sobre lo que ha ocurrido con los favorecidos por el voto, entre quienes sólo se podría diferenciar a los terriblemente ineptos de los medianamente inútiles, a los corruptos desvergonzados de los traficantes de influencias cautelosos, o a los tecnócratas simuladores de eficiencia de los demagogos vociferantes. Eso si, en lo que han sido iguales es en el empeño por aplacar (por las buenas o por las malas) todo lo que sea o se parezca a lucha autónoma de los de abajo. Tampoco hay que olvidar dos puntos evidentes el 2-D ante los que unos y otros callan: de un lado, los militares terminan estableciendo el resultado que debe aceptarse, pasándose por el forro de los Kalashnikovs aquello de la “soberanía popular que libremente decide en los comicios”; y del otro, la dudosa pulcritud de los actos electorales criollos, ejemplificada en ese 15 % de actas y 1.800.000 votos que aún no cuenta el CNE en este referéndum oficiosamente definido por un margen de 125.000 sufragios.
Dado que la pantomima es repetida y los espectadores podríamos hacer menos caso, los farsantes de turno juran y perjuran que ahora si, que esta vez tendrán excelsos postulantes comprometidos a muerte con la “revolución” o la “democracia” –según la verborrea de la pandilla respectiva- quienes, además, combinarán heroica honestidad (según los gustos ideológicos, cual el Che Guevara o la Madre Teresa) con eficiencia gerencial sin tacha (ídem, como ejecutivo senior de transnacional o como comisario de finanzas de las FARC). Estos carrasposos cantos de sirena ya empezaron y téngase plena seguridad que arreciarán en los meses siguientes, pero su desmentido se hará patente a quien quiera verlo con la selección definitiva de candidatos en medio del habitual proceso de imposición desde arriba, zancadillas partidistas y picardías varias, para acabar favoreciendo a los inevitables personajes que de tiempo atrás nos vienen haciendo el truco de la bolita ganadora, junto con ciertas caras nuevas listas para repetir el viejo timo.
Con ese panorama, no tenemos ninguna duda sobre la vía que proponemos e impulsaremos para estos tiempos, la misma sobre la cual hemos insistido hace años, recogida en las páginas de esta edición en algunas de sus expresiones concretas y propuestas para la acción: la reconstrucción de la autonomía de las luchas sociales, única ruta que permitirá a oprimid LEw s y explotad LEw s avanzar en la solución a sus problemas actuales. Nueve años han sido más que suficiente para saber que no hay nada que esperar del caudillismo mesiánico encarnado en Hugo Chávez, y las anteriores cuatro décadas nos dijeron algo similar de las burocracias partidistas hoy opositoras, de modo que el auténtico dilema es sí seguiremos abordando un funesto autobús electoral que solo lleva a esos destinos fracasados, o construiremos una alternativa entre tod LEw s, armonizando lo individual con lo colectivo, con participación consciente que no delegue sino confíe en nuestras capacidades, con organización horizontal, sin imposiciones autoritarias de ningún tipo, articulando las demandas con las capacidades para satisfacerlas que hay en las colectividades. Es esta la senda por la cual entendemos va la posibilidad de transformar profunda y positivamente a Venezuela.
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* El Colectivo Editor de El Libertario www.nodo50.org/ellibertario expone su visión de cuál es la vía a seguir en la actual coyuntura venezolana, resumida en la consigna “Contra la (B)oligarquía, la demagogia y la corrupción: ¡lucha autónoma de los de abajo!”.
Las transformaciones positivas en la sociedad son producidas por la acción de los movimientos populares y no por los gobiernos. Como ha sido sobradamente demostrado en el caso venezolano, y ha ocurrido en varias oportunidades en América Latina, los sentimientos de cambio de las mayorías han sido canalizados y recuperados por una nueva burocracia que intenta, por todos los medios, eternizarse en el poder. Desde 1999 la supervivencia a toda costa del nuevo gobierno ha sido el principal fin de la estructura misma. Y en la centralización, militarización y personalización promovidas bajo el eufemismo de "proceso revolucionario", una de sus tareas primordiales ha sido la pacificación y cooptación de la infinidad de fuerzas y actores que, durante la década de 1990, peleó por terminar con el dominio del binomio Acción Democrática y COPEI, los dos partidos políticos que gobernaron sucesivamente al país desde 1958.
Al creerse representados por el tren ejecutivo electo a finales de 1998, las decenas de movimientos sociales que habían rechazado el neoliberalismo, la privatización de los servicios públicos, las diversas masacres realizadas por el Ejército (Yumare, El Amparo, etc) y las diversas políticas hambreadoras y excluyentes de los gobiernos anteriores, decidieron darle al presidente Chávez toda su confianza, otorgándole literalmente un cheque en blanco. Los oprimidos y oprimidas de diverso signo dejaron de lado sus propias reivindicaciones para asumir, como suyas, las políticas promovidas por el nuevo régimen. De esta manera, las organizaciones comunitarias y de base abandonaron sus propias reflexiones y manera de hacer las cosas, su autonomía de pensamiento y acción, para internalizar y repetir los discursos y lógicas de otros y otras, quienes decían actuar a nombre del pueblo.
Tras gobernar por nueve años, contando con la mayor riqueza económica de los últimos 30 años y todos los poderes públicos a su favor, empezamos a descubrir y corroborar que todo ha cambiado para ser igual a lo que había antes. Que hemos cambiado el nombre de nuestros amos para continuar estando tan oprimid LEw s como siempre. Que aquellos que han ensuciado la palabra "revolución", y otras tan bonitas como esa, han gestionado nuestras miserias para hacerse su lugar en la élite de ricos y privilegiados. En contraposición, otra gente, desenamorada del proyecto "bolivariano" y cegada por la rabia, ha pasado de seguir a los opresores de hoy a secundar los dominadores de ayer, en la equivocada estrategia de optar por el "mal menor". Y como sus pares chavistas, han hipotecado su libertad para dejarse conducir por otra cúpula que decide, desde sus alturas, las tareas a realizar. Con unos y otros razonamos: Es hora de recuperar nuestra autonomía como primer paso para construir un verdadero cambio.
– Lo que es la autonomía
Autonomía es la capacidad de darnos nuestras propias reglas de funcionamiento y cuestionar lo que hemos heredado de la historia. El término se construyó combinando dos palabras griegas "autos” y “nomos", que juntas significan literalmente darse a si mismo la ley. La autonomía, en política, es la posibilidad que los seres humanos sean capaces de definir, de manera libre, sus propios proyectos de vida, que sean ell LEw s mism LEw s quienes gestionen y decidan, de la forma más democrática posible, cada uno de los aspectos que atraviesan su cotidianidad: desde el trabajo a la sexualidad, del uso de su tiempo libre a la alimentación, etc.
Lo contrario de autonomía es heteronomía, vivir bajo reglas que no decidimos. Los diferentes poderes nos educan para la servidumbre, siendo siempre otr LEw s quienes toman las decisiones. Y estas medidas, así como las instituciones que las ponen en práctica, se dicen sagradas e indiscutibles. Un individuo comienza a ser autónomo cuando comienza a preguntarse si eso debería ser siempre así, o si por el contrario las cosas pudieran funcionar mejor de una manera diferente. Por ello se dice que la autonomía es una interrogación sin fin, que no se detiene ante nada y que, incluso, revisa constantemente sus conclusiones preliminares. ¿Si el Estado, el gobierno, el ejército y las cárceles son injustos y opresores, no pueden ser cambiados por algo mejor? Un individuo autónomo nunca olvida, por tanto, que son las personas quienes han creado las leyes de funcionamiento de la sociedad. Y por ello pueden ser sustituidas en cualquier momento, por las propias personas, cuando atentan contra el bien común. La autonomía individual se produce a partir de la libre reflexión y la deliberación, concretada en un pensamiento propio, siendo soberano de sí mism LEw y de sus actos.
Un revolucionario ruso, Mijail Bakunin, afirmó que la libertad de los demás elevaba la libertad personal hasta el infinito. Un individuo autónomo entiende que no puede ser independiente si vive en una sociedad opresiva y desigual. Por ello se organiza con sus iguales para enfrentar a quienes limitan el goce de sus derechos y su libertad. La autonomía propone la autoorganización rechazando las injerencias exteriores, creando sus propias formas de organización, las cuales trabajarán por los objetivos trazados por l LEw s propi LEw s involucrad LEw s. De esta manera, los movimientos sociales autónomos son organismos populares que responden a necesidades sentidas por sus integrantes y no a los decretos de ningún poder. Al desarrollarse al margen y en contra de las instituciones que los dominan, realizan prácticas de autogestión y acción directa. Un movimiento social autónomo levanta sus propias banderas de lucha, las cuales no posterga, negocia, subordina ni abandona por ninguna razón exterior. Esto no significa que puedan coincidir con otros movimientos para la búsqueda de objetivos comunes, pero estas relaciones deben ser en condiciones de igualdad, preservando la identidad de las partes y reforzando, sin diluir, sus metas originales. Por otra parte, los movimientos sociales autónomos generan sus propios recursos, de manera autogestionaria, rechazando el mecanismo de subordinación de los subsidios del gobierno, partidos políticos y de los empresarios.
Todos los gobiernos necesitan controlar las fuerzas beligerantes, por eso saben que necesitan cercenar la autonomía de los grupos con potencialidad de generar cambios verdaderos. Al crear por decreto el llamado "poder popular", el actual ejecutivo se asegura de canalizar los esfuerzos de los de abajo a favor de oxigenar, legitimar y perpetuar la situación de dominación, maquillándola con nombres bonitos. Los organismos resultantes, debido a su ficticia independencia y no haber sido gestados dentro de la lucha de la gente, reproducen los vicios del Estado y del resto de las instituciones opresoras. El poder, de todos los apellidos (estatal, municipal, militar… o popular) posee un instinto de preservación a toda costa, y más temprano que tarde crean una nueva burocracia, tan perversa como la que han desplazado de la conserjería gubernamental.
– Autonomía de las luchas, ahora
La creación y experimentación de diversas expresiones organizativas busca generar, aquí y ahora, una cultura –entendida como la manera de hacer las cosas- diferente. Por ello, la autonomía opta por la toma de decisiones de forma asamblearia, por la democracia directa, por garantizar el respeto a la diversidad, frenar la jerarquización, el autoritarismo y la pérdida de independencia y soberanía en las luchas. Al tener prácticas alternativas a las del poder, los oprimidos combatimos su hegemonía al construir, ladrillo a ladrillo, una cultura propia y diferenciada, una identidad y un imaginario compartido. En este aprendizaje, los medios deben siempre ser coherentes con los fines.
La propuesta para el momento actual es por la creación de una constelación de diversos grupos y movimientos autónomos, autogobernados por sus integrantes, para pelear por la conquista de los derechos secuestrados por el poder: vivienda, empleo digno, salud, educación, seguridad personal, espacio público y calidad de vida, entre otros. Algunas experiencias recientes, como el movimiento indígena y ambiental contra el carbón en el Zulia y el Comité de Víctimas contra la Impunidad en Lara, ya caminan en esta dirección. Luego, la creación de múltiples espacios para la supervivencia y la resistencia, autónomos y totalmente ajenos al Estado y a la empresa privada, relacionados entre sí de manera horizontal y por cooperación sin mando. La existencia de muchos movimientos autónomos romperá la falsa polarización: ni chavistas ni opositores, serán personas luchando por sus propios derechos y no por los privilegios de las cúpulas.
Las instituciones del poder intentarán acorralar, sin duda, la beligerancia libre de los de abajo. Pero al crear sucesivas situaciones insurreccionales difusas por parte de los movimientos autónomos, su conexión, cohesión, amplificación y radicalización –debido a la imposibilidad del gobierno en satisfacer sus demandas-, transformará los movimientos efímeros de revuelta en momentos de revolución y autogestión generalizada. De esta manera los movimientos autónomos tienen potencial de transformarse, por la vía insurreccional, en un verdadero movimiento revolucionario. Y para esto no hay atajos: ni políticos con máscara popular, ni caudillos con pies de barro. Esta es la gran lección que debemos aprender del funesto "gobierno socialista bolivariano".