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Sobre la reunión del G-8 (Gleneagles, Escocia)

Publie le Jueves 7 de julio de 2005 par Open-Publishing

Por Ignacio Ramonet

Dicen que no son el directorio del planeta pero, de hecho, ellos -los miembros del G-8- son los que mandan. Este año, este selecto club de los siete países más ricos del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) más Rusia, han decidido reunirse en un lugar remoto, reservado en tiempo ordinario a la élite de los multimillonarios: el castillo-hotel de Gleneagles, cerca de la ciudad de Perth, en Escocia.

Antes, estas cumbres se celebraban con desenvoltura y ostentación en lugares muy céntricos. Pero a medida que el movimiento altermundialista se ha ido organizando, y ha identificado al G-8 como uno de los principales motores de la globalización y por consiguiente como uno de los mayores responsables de las injusticias de este mundo, han arreciado las denuncias y las protestas contra ese «comité director del globo». Consecuencia: los dirigentes del G-8 buscan ahora la discreción absoluta y se reúnen en lugares cada vez menos accesibles, reforzando así su imagen de grupo de privilegiados alejados de las preocupaciones de los comunes mortales. Hay quien prevé que llegará el día en que, hostigados por las víctimas de la globalización, los ocho líderes tendrán que reunirse en alta mar, a bordo de un navío, en pleno océano...

Como era de esperar, la cumbre de Gleneagles, que empieza hoy y dura hasta el viernes, no ha pasado desapercibida. Desde hace una semana se suceden a través del mundo manifestaciones de protesta contra los amos del mundo para incitarles a tomar medidas en favor de los olvidados de la tierra, que son más de la mitad de la humanidad. El sábado pasado, más de millón y medio de personas asistieron a los conciertos de solidaridad contra la pobreza que se celebraron en diez grandes ciudades del planeta. Ese mismo día, en Edimburgo, capital de Escocia, unos 250.000 manifestantes desfilaron contra la manera injusta en que el G-8 gobierna el mundo. Hoy mismo hay una marcha multitudinaria hacia el hotel donde se encuentran reunidos los ocho líderes, y aunque la residencia ha sido protegida por una alambrada nueva y miles de efectivos militares, no se excluye que los manifestantes consigan pasar. Por eso, los servicios de seguridad ya han previsto un plan B, que consiste en evacuar por helicóptero a los dirigentes y trasladarlos a otro castillo situado a 32 kilómetros. Por si acaso, hasta se ha previsto un plan C: llevar a los líderes a un lugar secreto de Londres...

Todo esto da idea del acoso legítimo al que van a ser sometidos los principales responsables de las grandes injusticias creadas por la globalización liberal. El programa de trabajo tiene dos principales puntos: la ayuda al desarrollo, en particular para África; y el cambio climatico.

Pocos avances hay que esperar en este segundo tema mientras el presidente Bush sigue negándose a ratificar el protocolo de Kyoto. Para tratar del primer punto, y como coartada en dirección de la opinión pública mundial, han invitado a partir de mañana a cinco pesos pesados planetarios: China, India, Brasil, México y África del Sur, ademas de Kofi Annan, secretario general de la ONU. La idea de Tony Blair, que preside este G-8, es reducir la deuda externa de los países intermediarios, después de haber reducido la de los países pobres de África. Gerhard Schröder y Jacques Chirac consideran que eso es insuficiente, que los Estados ricos deben, además, aumentar el porcentaje de ayuda a los países pobres para alcanzar, en 2012, el tan anhelado 0,7% del PIB. Pero también defienden, con el apoyo de los grandes países del Sur y el de España, la idea de una pequeña tasa internacional sobre todos los billetes de avión en el mundo, lo cual permitiría, en 2006, obtener una dotación de más de 10.000 millones de euros. Suma con la que ya se podría, de inmediato, empezar a reducir la gran probreza.

Lo que cada día irrita más a la gente, y sobre todo a los jóvenes, es ver que los recursos abundan y las soluciones existen para erradicar la pobreza, pero que falta la voluntad política. ¿Hasta cuándo?

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La Voz de Galicia